Collado, o nunca una maldición fue más sabrosa
Hoy queremos hablaros del libro Collado: La maldición de una casa de comidas, de Carles Armengol (Ed. Colectivo Bruxista, 2022). En él, el autor se nutre de sus vivencias como niño criado en un bar familiar, convertido en camarero cuando tuvo la edad suficiente. Una experiencia que marcó su infancia, su adolescencia y su vida adulta, no solo por la imposición familiar de trabajar, sino también porque su paisaje vital estaba formado por la variopinta caterva de personajes que constituían la parroquia del Collado.
Este libro es muchas cosas. Es una colección de relatos costumbristas que hacen las veces de novela de formación. Pero también es un retrato costumbrista de una época y de una forma determinada de hacer las cosas, con todo su abanico de posibles contradicciones. Y también es una crónica de la evolución o involución de un sector (el de la restauración), que ha vivido un antes y un después. Pero también es una carta de amor(-odio) a un negocio familiar emblemático y al barrio al que perteneció.
El narrador es el niño criado en un restaurante familiar, con todo lo que ello implica. Un niño que se pasaba las tardes haciendo los deberes en una de las mesas, con los jubilados carajilleros y los personajes del barrio como acompañantes. Un adolescente que conoció poca vida social del instituto, porque tuvo que estar siempre orbitando alrededor del Collado. Un joven que empezó a trabajar temprano en el bar, y cuyas primeras experiencias estuvieron vinculadas a los diversos parroquianos.
Dicen que nuestra personalidad es como un cóctel de trago corto, 50 ml de carga genética y 50 ml de factores ambientales. Mezclamos los líquidos en un vaso ancho con dos cubitos de hielo y lo decoramos con una tira de piel de naranja para darle un toque cítrico a nuestra identidad, sin olvidarnos de desechar el exceso de albedo para evitar amargar a quien nos trague.
He dicho que es una carta de amor(-odio), con un paréntesis muy deliberado. A pesar de que juguetea con el odio, Carles Armengol derrocha mucho amor. Que nadie me malinterprete. Estoy convencido de que hay una rabia genuina ahí, de alguien que ha crecido y vivido encadenado a un negocio familiar que apenas conocía el significado de unas vacaciones. Pero incluso en cada cucharada de odio rabioso hay un regusto final de amor, de entrega, de comprensión.
El Collado fue una institución del barrio de Collblanc, esa curiosa bisagra entre Barcelona y L’Hospitalet de Llobregat. Este libro es especialmente emocionante para mí porque comparto paisajes de infancia con el autor. Mi infancia transcurrió allí al lado y nos separan solo cuatro años. Su mercado era mi mercado, y sus bares eran mis bares.
Collado: La maldición de una casa de comidas es un libro tierno y humano. En sus relatos, como en el propio Collado, hay lugar para todo el mundo. Desde los pescaderos del mercado con una interesante vida nocturna hasta la cariñosa y entrañable prostituta del barrio, pasando por los salvajes hinchas del Barça o los grupos de malhechores que planeaban su siguiente palo entre platos de fricandó. Y aquí no se juzga a nadie porque todo el mundo está en un hoyo parecido. Hay amor por el barrio con todas sus contradicciones, hay solidaridad vecinal, hay consciencia de clase.
El niño convertido en adolescente tal vez ansiaba tener unas vidas como los de sus compañeros en un instituto de barrio bien, con grandes apartamentos, hobbies caros y viajes a destinos exóticos. Pero lo que tenía en casa era, por lo menos, honestidad. “Lo que nos diferenciaba era que nuestras vidas transcurrían entre las cuatro paredes del negocio familiar y todas nuestras miserias se retransmitían en directo desde el Collado.”
En resumen, un diario personal honesto y fascinante, que combina realismo sucio, tragicomedia y auténtica comida familiar. Un libro que entra mejor que los canelones que hacía mi abuela. Y que al igual que esos canelones, está hecho con dedicación, con entrega y con amor. Bravo, Carles Armengol.