Edogawa Rampo. El lagarto negro.
Últimamente me he aficionado a leer los mangas de Detective Conan, el personaje creado por Gōshō Aoyama. El guionista y dibujante japonés se inspiró en dos personajes a los que admira profundamente para crear al pequeño detective, uno es el Sherlock Holmes de Conan Doyle y el otro es el detective que creó el escritor japonés Edogawa Rampo, Kogoro Akechi.
En el anime y el manga de Detective Conan, el protagonista, es Shinichi Kudo, un joven que a causa de un veneno se ve convertido en niño. Shinichi Kudo creará un alter ego para ese niño mientras busca como volver a su tamaño y edad normales. Ese niño se llamará Conan Edogawa, por Conan Doyle y por Rampo Edogawa. Conan además ayuda al detective Kogoro Mouri y el detective de las novelas de Edogawa Rampo se llama Kogoro Akechi, como os he mencionado.
Así que como ya había leído y admirado a la criatura de Conan Doyle, que menos que descubrir a Edogawa Rampo y su famoso detective japonés. Edogawa Rampo es el pseudónimo del escritor Tarō Hirai. Su nombre literario surge de la pronunciación en japonés de otro de sus escritores admirados a parte de Conan Doyle, Edgar Allan Poe. El escritor también creó la Asociación Japonesa de Escritores de Misterio. Con estos antecedentes, no podía menos que empezar a leer su obra. Así que me fui a la biblioteca central de Santa Coloma y cogí uno de sus libros más conocidos, El lagarto negro.
El lagarto negro fue publicado en 1934 originariamente por entregas y eso se nota. Cada capítulo empieza con un pequeño resumen de lo anterior y acaba en un cliffhanger de infarto. ¿Qué pasará? Reconozco que le resta un poco de fluidez al relato pero la historia tiene su miga y engancha. El detective Kogoro Akechi se enfrenta en esta historia a madame Midorikawa, una peligrosa criminal apodada El lagarto negro, por un tatuaje que cubre su brazo. Entre sus páginas viviremos persecuciones, el robo de un diamante mítico, secuestros y hasta un museo del terror bastante peculiar. Acción, humor, deducción y lógica, pero también un toque pulp y kitsch son la base de esta novela en que tan bien supo combinar Edogawa Rampo estos elementos.
Kogoro Akechi y madame Midorikawa son eternos rivales, como Holmes y Moriarty, sienten igualmente una profunda admiración por las habilidades del otro y entre ellos surgirá una rivalidad sin parangón y una lucha por vencerse mútuamente. Ella es una especie de femme fatale pero también una mente criminal privilegiada que tiene la necesidad enfermiza de poseer los más bellos objetos del planeta. Así que cuando se propone conseguir el diamante más preciado de todo Japón, ni el gran detective podrá pararla.
Además, enfrentarse a él para demostrar que su inteligencia es superior es otro de los acicates del lagarto negro. La historia empieza casi con un punto muy naif pero va derivando hacia lo perverso y oscuro en su final. Es de agradecer que un personaje tan fascinante como el de la villana de esta historia sea una mujer, más en una época como 1934 y en Japón en la que pocas mujeres seguramente podrían tener la libertad y el poder que disfrutaba una mujer como el Lagarto Negro. Podéis leer el libro en la edición de la colección Salamandra Black.