Visto en el D’A 2015 (IV): ‘La Sapienza’, de Eugène Green. El barroco como modo de vida
La Sapienza
Dirigida por Eugène Green
Interpretada por Fabrizio Rongione, Christelle Prot Landman, Ludovico Succio y Arianna Nastro
Eugène Green es uno de esos personajes que nos gustan. Este neoyorquino de 67 años (nacionalizado francés) empezó a hacer cine a los 53 (nunca es tarde, señor De Pedro). Además, es dramaturgo, actor, escritor y ensayista. Ah, y forma a jóvenes actores en un estilo interpretativo que recupera las técnicas de declamación del teatro barroco francés.
Hace falta comprender lo que es un actor, lo que constituye el oficio de actor, su interpretación. El actor no cesa jamás de interpretar, en primer lugar. La interpretación es una proyección.
-Bresson
Esto último es muy relevante en el caso en el que nos ocupa. Si autores como Corneille o Racine vivieran en nuestros días, seguro que serían muy fans de esta película. Y es que Green juega al juego del barroquismo con una entrega absoluta.
Lo primero que salta a la vista es la interpretación clasicista de los actores, que parecen maniquíes parlantes. Esto genera conversaciones estáticas y ultracomedidas que kaurismaquean bastante. Aunque este efecto es chocante al principio, poco a poco el espectador va adentrándose en ese universo y aceptando este estilo interpretativo.
La Sapienza nos presenta a un matrimonio francés (arquitecto y psicoanalista) que deja momentáneamente su vida en Francia para que él pueda darse un respiro de una vida laboral que está llevgando a un callejón sin salida. Hay entre ellos una relación gélida que, como veremos, tiene orígenes traumáticos.
Deciden viajar a Italia para reencontrarse con la tierra natal de Bernini, el gran arquitecto clásico italiano. Ahí conocerán a una simpática pareja de hermanos adolescentes, y en menos de lo que tardas en decir clasicismo, las dos parejas se encuentran interraccionando entre sí, los chicos con los chicos y las chicas con las chicas.
La trama es una especie de excusa para regalarnos extensos planos arquitectónicos, abundantes reflexiones sobre el arte, el conocimiento y la luz en la arquitectura y, sobre todo, conducirnos a un exorcismo de los traumas psicológicos de la pareja.
Todo ello se desarrolla a través de múltiples referencias culturales
cruzadas, epifanías más bien facilonas, una relación de retroalimentación entre maestro y alumno tirando a previsible y una reconstrucción histórica de Bernini más bien prescindible.
Dicho todo esto, en Culturaca seguimos pensando que recomendaríamos esta película, aunque nos cuesta saber por qué. Quizá porque a todos nos gustaría viajar con ellos. Quizá porqué estamos secretamente enamorados del clasicismo francés e italiano. Quizá porque nos gusta creer que los adolescentes europeos son tan avanzados a nivel intelectual y emocional. Quizá porque nos va esta especie de passegiata pseudo-sorrentiniana. Quizá porque necesitamos temas de conversación al salir del cine.
No lo sabemos. Pero por de alguna forma Eugène Green nos ha tocado el corazón.