Tulia Guisado, qué frágil es el silencio estando contigo

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Tulia Guisado es poeta porque sí, porque le gusta. Esta licenciada en Filología Hispánica escribe una poesía delicada, íntima y sutil. Sus poemas, ricos en influencias y en matices, se pueden leer en varias antologías. Además, en su web podéis encontrar una selección de sus vídeos.

Tuve la suerte de verla actuar hace unos años en el Poetry Slam Madrid, con un poema dedicado a la entonces recién fallecida Wislawa Szymborska. Dicen que las cosas no pasan porque sí, y tengo la impresión que en mi imaginario personal, la obra de Tulia siempre estará vinculada de alguna forma a esta grandísima poeta polaca.

Pero dejemos que sea ella misma quien se presente. Ha accedido a someterse a nuestra entrevistaca, y lo ha hecho con profundidad y generosidad. Con todos vosotros, la poeta Tulia Guisado:

 

¿Por qué poesía?

Porque sí, porque me gusta. Realmente no es algo que elijas. O algo que, llegado el momento, te plantees por qué este género y no otro para expresarte. Al menos en mi caso, yo no lo elegí de forma consciente. Escribía, y escribía, y escribía, y como en todo aprendizaje, vas probando. Experimentas. Escribía cuentos, comenzaba novelas, prosa poética, poemas narrativos, obras de teatro… Al final, tu voz se impone y sabes que quieres expresar algo, lo expresas y lo haces con versos. Pero no es tan simple, por supuesto. Quizá lo más importante en ese camino, en ese aprendizaje, no es lo que escribes sino lo que lees y, claro, tu forma de ver el mundo, de percibir la realidad. Te das cuenta de que no sólo necesitas expresar algo, o contar algo, sino que no quieres hacerlo de cualquier manera. De todo lo que he leído siempre, lo que me hacía disfrutar más era la poesía. Era el género que mejor entendía. Creo que por los símbolos, por el lenguaje cifrado, por la necesidad de interpretar, y esa interpretación tiene algo de juego, de libertad, de búsqueda. La poesía lo dice todo, pero con un número de palabras muy limitado. Esa esencia es la que me interesa, la que me ha interesado siempre. Es una vía para llegar, así, a la esencia del ser humano, para lograr comprenderlo: lo que hace, lo que siente. El humor funciona de forma muy parecida y de ahí que leyera desde la infancia sobre todo poesía y cómic de humor, viñetas. Me entusiasmaba y admiraba esa mirada soslayada pero certera, breve pero tan intensa sobre la realidad, sobre todo lo que nos rodea. La poesía es, dicen, el género más difícil. Yo no lo sé. Para mí es el más fácil. Pero entiendo por qué se dice eso. Es cierto que la poesía exige: y mucho. No es simple entretenimiento, sino reflexión, emoción y una cita con la verdad, y contigo mismo. Exige mucho porque engaña: parece el género más accesible pero realmente es el menos accesible; requiere mucho estudio, mucha lectura, mucho trabajo, mucha humildad, mucha inteligencia y, lo más extraño de todo, una sensibilidad compleja que hay que educar y una forma de ver el mundo de la que no puedes desprenderte. Y escribes. A veces pienso que es el único género que vale la pena, que es el único lenguaje auténtico, verdadero, la única vía con la que realmente un escritor puede darse al mundo sin mentir. Pero es algo complicado, porque no siempre mentir está mal. Y de hecho es lo que solemos hacer, los poemas se quedan ahí, inmóviles, y el poeta no. El poeta cambia. Sus poemas no. Quizá escribimos toda la vida el mismo poema, lo cual sería un auténtico desastre. Pero sí, elijo la poesía porque es mi forma de buscar la verdad, y de contarla.

 

¿Hacia dónde va tu poesía?

Hacia mí misma. Hacia el mundo. Hacia el futuro. Hacia el pasado. Hacia lo que amo. Hacia quien amo. No sé más.

 

¿Qué poetas te han influenciado más?

Muchos. Todos, quizá. Los que me han gustado, porque me han gustado, e intentas ser como ellos, crean un universo al que quieres acceder y al que sientes que formas parte y quieres formar parte, y luego intentas ser como tú mismo con permiso de ellos.

Y los que no me han gustado también me han influido, porque también funcionan como modelo, pero en negativo. Dices: no quiero escribir así, quiero alejarme de eso. Así que eso es también una forma de influencia. Recuerdo por ejemplo que cuando descubrí a José Ángel Valente sentía por su poesía un rechazo inmenso. Y lo mismo con el Neruda de los Veinte poemas de amor (no así con el de Residencia en la Tierra, libro imprescindible). Tampoco soportaba a Bécquer en la adolescencia (ahora lo admiro). A Juan Ramón Jiménez tardé en entenderlo, hasta que leí La estación total. Jorge Guillén era un poeta demasiado “optimista” como para tomármelo en serio. Las poetas que iba leyendo me parecían unas lloricas, una cosa terrible. Pero todos, en definitiva, me influían, sin yo saberlo, porque a pesar de no gustarme los leía con avidez aunque sólo fuera para reafirmarme en mi rechazo. Ahora pienso que algo sí debían de gustarme, porque no dejaba de leerlos.

En definitiva, la lista de poetas que me han influido, a mí personalmente y en mi obra, sería, de verdad, muy extensa. Destacaría a Machado (a los dos, primero Antonio, y más adelante Manuel), a Borges, a Fonollosa, a Panero, a autoras como Pizarnik, Rosario Castellanos, Sor Juan Inés de la Cruz, Anne Sexton, Wislawa Szymborska, Ingeborg Bachmann… También Garcilaso me dejó muy claro lo que es hacer poesía. Pedro Salinas, Cernuda, Lorca, Ángel González… José Hierro para mí es algo más que un poeta que me ha marcado. Forma parte de mí misma, de mi vida. Lo he tenido muy cerca en circunstancias muy difíciles, siempre vitales, definitivas, sus versos me han acompañado de forma casi orgánica, como si fueran carne y esa carne fuera también yo. El Cuaderno de Nueva York es uno de los mejores libros de poesía que se han escrito en lengua castellana en los últimos tiempos; aprendí poemas de memoria, fragmentos, a fuerza de leerlos; es algo más que poesía, es una forma de estar en el mundo, es una declaración; pienso, además, que es un libro terrible que te deja el corazón y la cabeza en un puño, y ese puño aprieta. Así fue también leer El libro de las alucinaciones. Pero a Hierro le debo sobre todo el haberme dado la música para una despedida, para una forma de irme. ¿Cómo no vas a sentir cerca de ti al poeta? ¿Cómo no vas a pensar en él como algo más que un amigo? Es mucho más, forma parte de ti, aunque él no quiera. Es una situación extraña porque lo sientes tan tuyo que te molesta incluso que lo lean otros, que posen sus ojos sobre sus versos, que lo lean de otra forma. Causa risa. Pero lo digo desde un profundo respeto, claro.

 

¿Cuál es tu poeta actual preferido y por qué?

Aunque no es la única, Chantal Maillard. La descubrí con Matar a Platón, en el 2004, y la impresión que me causó fue determinante. En ese libro creaba un nuevo lenguaje, otra forma completamente nueva de decir, de expresar, y lo brillante (entre otras cosas) es que lo hacía de una forma aparentemente fría, distante; su poesía va directa a la emoción pero es una emoción sobria, contenida, pero por ello más universal, y más profunda, más verdadera. Todo está en el detalle, en la palabra justa, en el silencio. Es una escritura que te muestra cómo se puede estar en el ojo del huracán, o en el centro de la llaga, y mantenerse al margen al mismo tiempo, ¿cómo puedes ser sangre y no mancharte? Probablemente lo que más me une a ella, o el motivo por el que me sentí tan atravesada al leerla, es la crudeza de sus versos, de todos sus poemas. No hace concesiones, no da tregua, igual en el resto de sus libros. Si la poesía busca la esencia de la que hablaba antes, ella lo consigue. Siempre vuelvo, siempre, a sus libros.

 

Por último, os dejamos con un par de sus poemas:

 

Principios

Mamá, no tengas miedo.
No caí nunca en las garras de un donjuán.
Don Juan c´est moi.

Sin embargo necesito cambiar,
de imagen o de nombre.
Y no sé si adelgazar veinte quilos
o maquillarme bien:
aplicar primero la base de un buen polvo,
descaradamente rouge, sombra (de ojos, que la otra empaña),
perfilador de labios (oscuro, claro, se sabe que el rosa
ya no lleva a ningún lado), pintalabios nacarado,
pestañas, pelo y uñas postizas.
Importante cambiar de perfume.
Qué tal se me vería.

No.
Debo decir que lo probé, y que no sirve.
El oír mi nombre sigue haciendo que me gire.

Qué tal si me da por la anorexia:
cambiar con buen pretexto el vestuario,
adelgazar para que me miren
hasta que no me vean.
No, tampoco eso es garantía de nada.
Ya lo tengo:
¿y si busco un novio
que me prometa matrimonio?
¿Y si busco un novio?
Cualquier cosa que no vaya conmigo.
Algo brusco, realmente transgresivo.

Nada de pensar en serio en la remota
pero atractiva idea de dedicarme al cine
porno, ser una encantadora felatriz,
llamarme Lúa, Blanca, Lorna, Nina o Sophie.
O pasar las tardes al sol de Bahía
sicaria de la vanidad, la pereza y el buen gusto.
Al mando de insensibles narcos con bigote
a la cabeza del contrabando de banderas,
del tráfico de armas blancas y mujeres negras,
del cobro de morosos sin fronteras
y pagos indebidos, destruir a Greenpeace,
a las ballenas, pegar todavía más a los esclavos,
envejecer sola, satisfecha y feliz.

Las drogas me aburren.
El alcohol está muy visto.
Y carezco de París y de buhardilla
donde morir bella, fatal y decadente,
y sin tener este poema terminado.
No, hacer algo realmente peligroso.
Comprar un piso, por ejemplo.
Estudiar una carrera. Y acabarla.
Buscar trabajo. Encontrarlo.
Formar una familia.
Algo que haga daño,
que destruya.
No estoy segura

Si yo fuera el silencio
me acercaría a ti para decirte
que no estoy segura de estar
cerca de ti ni de querer hablar,
ni siquiera de estar en este momento
escribiendo que si yo fuera el silencio
me acercaría a ti para decirte
que no estoy segura de estar
cerca de mí ni de estar hablando,
ni siquiera de estar en este momento
escribiendo que si yo fuera silencio
me acercaría a ti para decirte
que a veces tanto silencio me oprime, y
que no estoy segura, no, de estar
cerca de ti ni sobre tu hombro leyendo esto
aunque quiera hacerlo.
Ni de estar ausente en ti
ni de estar vacía de ti siempre
ni siquiera de estar en este momento
escribiendo que si yo fuera el silencio
aprovecharía para acercarme a ti,
y callar, y apartar despacio el ruido
que pudiera molestarte: por ejemplo
mi llegada, inesperada, o tal vez inoportuna.
Aprovecharía para acercarme a ti
y hablar, y decirte que estás hermoso hoy
que te sienta bien ese rubor de verme
tan cerca, porque me acercaría, para decirte
que no estoy segura de ser silencio
ni de poder aguantar así más tiempo, sin forma,
y sin espacio, sin manos, y sin pies, sin aliento,
que no estoy segura, no, de estar
cerca de nadie, si tú no estás cerca de mí.
Si yo fuera el silencio
me acercaría a ti para que vieras
qué frágil es el silencio estando contigo.
No, no estoy segura de tener carne y orejas
ni de abrir libros o cerrarlos ojos o las piernas
mientras fuera cae la noche como un juguete
para los demás, para distracción de los sonámbulos,
o pesadilla para los insomnes. Pero yo no estoy segura.
Ni siquiera de estar en este momento temblando,
susurrándote esto, porque, de hecho,
muy bien pudieras estar tú
equivocado pero bajo otra boca
que estuviera igual de lejos de mí que tú
–o equivocada yo– con otra piel
tu otro nombre, con tu otro oído tú
puesto en cualquier otro silencio
que no sea yo
o en cualquier otro modo de hablar
o de invocarte,
que no sea el mío,
y que funcione.

 

 

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