Sprinters de Claudia Larraguibel
A principios de los años sesenta, un grupo de inmigrantes alemanes decidieron asentarse en una localidad del interior de Chile. Allí fundaron lo que se conocería como Colonia Dignidad. Durante años, fueron la modélica comunidad agrícola autosuficiente pero aislada que logró mantener su identidad cultural, su idioma y sus costumbres, totalmente ajenos al exterior. Pero una vez los testimonios de excolonos fugados empezaron a contar el terrible relato de lo que allí pasaba, se descubrió la verdad de una secta sin igual en el país. Gracias a ellos se conocería la verdadera cara de esta secta fundada por un ex militar nazi que abusó de prácticamente todos los niños varones del lugar (los Sprinters del título), colaboró con el régimen de Pinochet acogiendo uno de sus centros de torturas, secuestró a niños del entorno, maltrató a sus miembros y convirtió a sus habitantes en esclavos.
Esa es la premisa de la novela de la chilena Claudia Larraguibel, exiliada con su familia a Venezuela tras el golpe militar, y basada en hechos reales y en las investigaciones y entrevistas que la propia escritora realizó a numerosos ex colonos. Larraguibel es periodista, trabajó para El País durante tres años así como para revistas como Cinemanía y Vogue antes de lanzarse como escritora. Sprinters es un libro entre la ficción y la autobiografía, que relata la crueldad que vivió la colonia a través de las marcas que ha dejado en las vidas de los que vivieron allí. Y lo hace en primera persona a través de la protagonista y de Lutgarda, una de las colonas que aún siguen allí. La protagonista intenta hacer una película sobre ello, una que nunca verá la luz, salvo en los extractos del guion que podemos ver como capítulos del libro junto con sus storyboards. Inserciones que ayudan a entender el relato y que lo hacen tremendamente visual. Larraguibel alterna la historia de lo que quería contar con la verdadera historia y sus protagonistas, sobre todo, Lutgarda, una colona que ha vivido toda su vida dentro de la colonia y que intentará descubrir la verdadera causa de la muerte de uno de los sprinters. Los sprinters era como llamaba Paul Shäfer, el líder de la secta, a sus niños favoritos, de los que abusaba drogándolos o forzándolos directamente. Espeluznante. Encontramos también los testimonios de los colonos y las actas judiciales que dan mayor veracidad a un relato que es verdadero de principio a fin, pero que muchos desconocerán.
En Colonia Dignidad no había familias, los niños eran arrebatados a sus padres para disfrute del líder. Los hombres y mujeres vivían totalmente separados y solamente podían casarse a partir de los 40 años. Se obligaba a las mujeres a abortar y se mataba a recién nacidos. No eran productivos. Trabajaban de sol a sol por un sueldo que nunca cobraron, heredaban la ropa de unos a otros, no tenían teléfono, televisión, ni nada que les pusiera en contacto con el exterior. Nadie sabía nada de las torturas que se realizaban allí a presos políticos de la dictadura de Pinochet, ni del tráfico de armas, ni de los abusos del tío Paul, como se hacía llamar. Y si lo sabían, no decían nada. Tampoco podían hacer mucho, estaban presos. Vallas electrificadas, armas, torres de vigilancia. Todo eso consigue relatar Larraguibel de forma clara y directa. Sprinters se lee de forma ágil y sencilla. No hacen falta artificios, la historia basta. Y ese es el acierto de la autora. Incomodar y hacer reflexionar es el resultado. Estas cosas existen y siguen existiendo, tanto el gobierno chileno como el alemán miraron hacia otro lado, permitiendo el horror. Nadie ayudó a los colonos que lograron fugarse y Colonia Dignidad sigue abierta, ahora como Villa Baviera, más abierta quizás pero con el mismo pensamiento e ideología.