Redd Kross, The bubblegum factory

REDD KROSS 33700255 culturaca©jordi vidal

 

No falla. Pasa con todas -o casi todas- las bandas norteamericanas de rock de clase media. Les cuesta mogollón venir a España a tocar, pero una vez lo han probado, dejan de lado las reticencias económicas habituales (el miedo a palmar pasta, vamos) y entran en una especie de gira-de-nunca-acabar (como las de Bob Dylan) que les trae por aquí cada dos por tres. Y es normal: público más o menos generoso, buena comida, gente simpática, sol… ¡como para decir que no! De esta forma, se entiende que apenas un año después de su última visita, Redd Kross ya estuvieran aquí de nuevo. Y, oiga, que nosotros encantados, ¿eh?

 

 

Mitad de tabla

 

Cuando antes decía lo de la clase media, me estaba refiriendo a aquellas bandas que convocan en sus conciertos a demasiados espectadores como para considerarlas underground, pero a demasiado pocos para encasillarlos dentro del mainstream. Redd Kross son un buen ejemplo de ello. Pese a que para un servidor (y para unos cuantos más), deberían estar reventando estadios, tienen que conformarse con medio-llenar la sala Bikini de Barcelona un frío lunes de enero, lo cual no es poco. En un mundo ideal, la gente compraría sus discos a millones y agotaría las entradas para sus conciertos, pero en el mundo real, esto es lo que hay. Adaptarse o desaparecer.

 

The facts

 

Dicho esto, a la banda de los hermanos McDonald hay que adorarla. ¿Motivos? De sobras.

 

Nacieron en el sitio adecuado. En Hawthorne, el mismo pueblo donde vinieron al mundo otros celebérrimos hermanos, Brian, Dennis y Carl, los Beach Boys.

 

Tienen singles para parar un tren. No voy a enumerarlos todos. De hecho no voy a enumerar ninguno. Tan solo agenciaros uno de sus álbumes. No sé, Show World, por decir uno. Escuchadlo y contad cuántos hits contiene. Un montón, ¿no? Pues es así en casi todos sus elepés.

 

Y tienen las influencias correctas. Beatles, Kiss, el primer punk-rock californiano, Charles Manson, las Runaways, la Partridge Family, los Beach Boys, todo el bubblegum sesentero, Linda Blair… La pop culture en mayúsculas.

 

Su familia mola. Jeff está casado con Charlotte Caffey, una de las Go-Go’s, y tienen una hija que ya compone, toca con sus padres y que, además, (guiño beatle) se llama Astrid. Steve, por su parte, está casado con Anna Waronker, hija del legendario productor Lenny Waronker.

 

Y sus amigos, también. ¿Adivináis quién es la chica enmascarada (y semi-desnuda) de la portada de Third Eye? Nunca lo diríais: Sofia Coppola.

 

Y todo les queda bien. Si no, no se entiende que Steve se ponga una camiseta de Stryper (ojo: de Stryper) y sea el bajista más cool que hay sobre la Tierra. Le odio, pero de buen rollo.

 

 

La noche de autos

 

Si nos centramos en el bolo del lunes, podemos resumirlo rápidamente: sala bastante llena (se estaba muy bien, sin empujones ni codazos), público más o menos (para lo que suele ser Barcelona) animado, un repertorio equilibrado (entre la inicial Switchblade sister y la versión del Deuce de Kiss con la que cerraron tocaron un poco de todo, ni muy punk, ni muy pop), sonido casi perfecto (estamos hablando de Bikini), pintas adecuadas, un Jeff muy cortito de voz (Steve tuvo que ayudarle en las notas más altas, no llegaba), un Roy McDonald (no, no son hermanos) pletórico a la batería, un Jason Shapiro totalmente integrado a la banda desde la marcha (parece ser que definitiva) del siempre freak Robert Hecker y una actitud com Déu mana: a darlo todo desde el minuto uno.

 

 

…y hasta la próxima

 

Esperemos que hasta su próxima visita pasen bien-bien un par de añitos, porque no queremos que nuestros hermanos favoritos pongan el piloto automático y se paseen por la piel de toro como los Ramones en aquellas míticas (y, porqué no decirlo, entrañables) giras ochenteras, capaces de repetir año tras año el mismo repertorio en lugares cada vez más recónditos, en busca de un público que no los haya visto ya 3.349 veces. Pero por otro lado, mejor no tentar a la suerte: la última vez que se tomaron un descanso tuvimos que esperar ¡diez años! para verlos por aquí de nuevo. Así que, chicos, haced lo que os de la gana. Mis amigas y yo os esperamos con los brazos abiertos. Y con una camiseta de Stryper, para molar.

 

Fotografía: Jordi Vidal

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