Rainbow, o cómo perderse entre baldosas amarillas

Tengo que reconocer que mi interés por esta película surgió de la inclusión de dos figuras que me interesan mucho pero que no son actores (el rapero Áyax Pedrosa, y el exboxeador, cómico y escritor Hovik Keuchkerian). Y muy pronto comprobé que el carisma del reparto no iba a salvar una película que me parece un verdadero despropósito.

Rainbow es una película dirigida por Paco León (co-escrita junto a Javier Gullón) que trata de deslumbrar con su estética y su experimentación, pero que acaba perdiéndose por los cerros de Oz. Efectivamente, Oz. Y es que Rainbow es una versión ni más ni menos que de El mago de Oz (1939), una fábula musical que acabaría convirtiéndose en una película de culto.

Dorothy se convierte en Dora (Dora Postigo), una adolescente amante de la música que vive con su padre (Hovik Keuchkerian) y con su perro Totó. Después de discutir con su padre, se va de casa en busca de su madre, que desapareció cuando ella era pequeña.

Por alguna razón, acaba en una mansión en medio del bosque, habitada por una familia cañí con pretensiones de sofisticación. Carmen Maura y Carmen Machi encarnan a una millonaria y su sirviente, que tienen una relación de dependencia mutua. Se produce un asesinato, y de la forma más gratuita tratan de inculpar a Dora, que sin que nada le afecte demasiado, decide seguir con lo suyo.

Así empieza el confuso viaje de Dora, en el que contará con la compañía de sus tres acompañantes. El primero es el espantapájaros, llamado Muñeco (Áyax Pedrosa), una especie de Gollum que Dora encuentra en un desguace. Luego está el hombre de hojalata (Luis Bermejo), que tiene el corazón roto y parece a punto de suicidarse, pero decide hacerles un favor y acercarlos en coche. Finalmente está el león (Wekaforé Jibril), que trata de librarse de la opresión homofóbica de su familia.

Dora y sus amigos emprenden un viaje sin demasiado interés por unos paisajes que supongo que pretenden ser oníricos, pero que resultan bastante anodinos. Lo único que rescataría de toda la película es la banda sonora y las escenas que juegan al surrealismo (en especial el viaje alucinógeno en el que vemos a Michael Jackson montado en una mantarraya), que junto con los números musicales hacen que te olvides durante unos momentos de lo terribles que son las interpretaciones (ni dos grandes actrices como Carmen Maura y Carmen Machi logran sacarle jugo a todo esto).

Al final, acaba siendo una sucesión de escenas sin demasiado sentido, con transiciones abruptas y un ritmo lentísimo. ¿Acabará encontrando Dora a su madre? ¿Dónde han aprendido los manteros a hacer parkour? ¿Trata de ser sorrentiniana la escena de la fiesta?

En definitiva, una película que apunta alto y parece claramente pensada para experimentar y sorprender, pero que más bien logra aburrir y decepcionar. Y como tributo que es, no aporta demasiado ni logra recrear la magia fabulesca de la original.

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