Quique Culebras, un final feliz para la épica
Hoy tenemos el placer de entrevistar a Quique Culebras, autor y director de teatro. Este año ya hicimos una reseña de su obra El esperanza, que este mes vuelve a la carga. La obra se podrá ver del 12 al 21 de diciembre en la Sala Fénix de Barcelona. El esperanza cuenta con el televisivo Oriol Grau, que abandona su popular “Palomino””para demostrarnos que es un actor dramático como la copa de un pino verde, y Paco Romero, cuya fuerza en escena no se queda atrás.
Quique Culebras tiene ya una larga trayectoria como dramaturgo y director. Os recomendamos visitar la web de su compañía Teatro de cerca, especializada en espectáculos de proximidad en casas particulares. Intimidad asegurada.
Quique construye obras como un poeta sueña universos: tirando de un hilo maravilloso que no termina nunca. Y para muestra, un botón. Le hemos sometido a nuestra entrevistaca, y nos ha regalado unas respuestas tan generosas y profusas que constituyen un ensayo en sí mismas. Preparados… listos… ¡ya!
¿Por qué teatro?
Soy de los que piensa en la intimidad (nunca lo confesaré en público) que el arte te elige a ti, y no al revés. A mí el veneno del teatro se me coaguló en el cole. Con diez tiernos años escribí algo que el grupo escolar se atrevió a representar. En la adolescencia me colé en un grupo de teatro independiente en el que todos hacíamos de todo, desde los trajes y escenografías hasta los textos. Descubrí que el mundo del teatro es rico, complejo, multifacético y cooperativo. Aquellos años me permitieron aprender el oficio en su realidad más amplia. Para ser actor y gozar de ese dulce néctar del aplauso del público había que hacer muchos otros trabajos: coser, cortar y pegar, barrer, clavar y pintar, hacer cuentas, cargar y descargar furgonetas, tomar decisiones… Más tarde montamos un grupo que llamábamos experimental, porque nosotros experimentábamos por vez primera los experimentos que otros habían experimentado ya, pero que nos permitían vivir la creatividad, tener experiencias, ser lo que intuíamos que “queríamos
ser”.
La realidad actual nos devuelve a aquellos tiempos y me pongo melancólico… Esa gozosa pobreza (para la mayoría de las compañías) nos debe recordar que sabemos hacer de todo. Y nos hace más fuertes. ¿Por qué el teatro? Me parece el oficio más completo, tiene muchas facetas que te permiten crecer y aprender. Hago una (azarosa) lista de 10 de ellas:
1. Escribir, corregir y tirar a la papelera. Bajar a por más cerveza.
2. Planificar lo que nunca se cumple.
3. Ensayar con actores entusiastas que enseguida comprenden que no cobrarán a pesar de tus promesas de que con los bolos…
4. Producir sin presupuesto. Sin cobrar. Con esperanza de dar la campanada.
5. Inventarse fotos chulas para la promoción. Modernas. Casuales.
6. Diseñar los dossieres para que parezcan creíbles y apetitosos como higos al marrasquino.
7. Rogarle a un colega que componga la música a cambio de difusos paraísos sexuales en la otra vida. (Buscar músicos creyentes).
8. Si consigues una cita el martes por la mañana, a las 8: vender el espectáculo a programadores que no lo necesitan, que dejan caer tu precioso dossier en la papelera tan pronto has salido por esa puerta, satisfecho porque al fin alguien cree en ti. (Animalico…)
9. Pedirle metafóricos milagros al diseñador de luces que te mira levantando una ceja porque apenas dispone de tres focos vizcos, y…
10. … al fin, si tienes suerte, REPRESENTAR.
Es divertido y edificante cuando llegas al espectador. Te sientes un héroe, lo que añade un final feliz a la épica. Y cada proyecto es por completo nuevo. Nadie tiene la fórmula del éxito, es un misterio, lo que añade suspense al terror. Y luego están los críticos que te asaltan la noche del estreno con un hacha ensangrentada de incompresión. Es emocionante. Acabas siendo mejor persona.
Una vez alcanzado el expectador, ves las verdaderas dimensiones horizontales y verticales que este arte y oficio puede alcanzar. En lo horizontal une a las personas, ya que se alimenta de lo que a los humanos es común, lo que les divierte y les inquieta. El teatro nos acerca a los demás, sean o no simpáticos, nos lleva del individuo al colectivo, al grupo, y viceversa. Nos permite comprensión y (a veces) compasión. En lo vertical, el teatro muestra y acepta lo más bajo y vil de nuestra especie y sus individuos, los instintos, las pulsiones y los miedos, los infiernos más recónditos, con lo más elevado, bondadoso, espiritual y sabio. Todo en vivo y en directo. Y a cambio de una entrada a veces francamente económica. ¡Incluso en tu propia casa! (si quieres uno de los espectáculos de TeatrodeCERCA).
¿Hacia dónde va tu teatro?
¡Ah! ¿Pero va a alguna parte? ¡Si pudiera saberlo! No creo que tenga una trayectoria sensata o coherente hasta ahora. Hablo de mí, al menos. En estos 25 años de profesión ha habido saltos radicales en mi teatro. Me ha interesado el hiperrealismo, la interacción de actor y títeres, el teatro visual y el surrealista… la comedia, el drama y su combinación… El teatro de formato doméstico que hemos practicado con mi compañía en los últimos diez u once años es buena prueba de ello. El objetivo es “tocar” al espectador, que tenga una experiencia tan intensa como la de un parque temático, expresar y sentir algo genuino, mostrar una parcela de mundo digna de ser vivida en el escenario o en el domicilio donde representamos. Ayudar a conocernos.
Pero todo ha sido un ir probando y explorando caminos, así que (si sigo haciendo teatro) es previsible que haya más saltos y cambios en el futuro. Pero esto debe de ser un reflejo de cómo soy, así que puedo estar tranquilo: mi teatro me acompaña como una sombra que alberga mis intereses más profundos y mis rasgos más esenciales, incluido el de ser incoherente, contradictorio y devoto del ron de Martinica. Aunque bien pensado, ¿no es eso lo que el arte es para la sociedad? ¿No saca a la luz de la escena lo oscuro, lo escondido, lo contradictorio, lo sublime y lo miserable del ser humano? No sé si alguien ha dicho que el teatro es el psicoanálisis de una sociedad. Si aún no lo ha dicho nadie, ahí queda. Así le damos un matiz sanador, y de paso me apunto una frase más o menos boba que podréis poner en un destacado, por favor. (¡Seria genial que alguien me citara en otra entrevista con eso de “como dijo Quique Culebras…”!)
En serio, no tengo ni idea de adónde va mi teatro. Probablemente a ninguna parte, como el viaje de los cómicos de la película de Fernán Gómez. Me basta con que a algún espectador le sirva para conmoverse (moverse conmigo), pensar, o reírse (conmigo o de mí)… que salga de la sala satisfecho porque ha valido la pena ir y sienta que quiere volver a por más.
La pregunta que yo me hago es la inversa: “¿hacia dónde van los espectadores?”. La respuesta perfecta sería: “a una sala donde se represente buen teatro”. ¿Es así?
¿Qué dramaturgos te han influenciado más? ¿Y directores?
Directores puedo nombrar a muchos pero sería injusto dejar fuera nombres importante para mí, muchos directores que me han enseñado el oficio, maestros de los que he aprendido lo poco que sé con sus aciertos y sus fracasos. Y de los que he aprendido a aprender. Y también muchos profesionales que trabajan alejados de las alfombras rojas y curran con niños, ancianos, drogodependientes, mujeres maltradas, centros penitenciarios… Ésos son los que dan categoría y sentido a esto que llamamos teatro. Ellos hacen un teatro útil, pero nunca recogen premios en autocomplacientes galas televisadas. Una pena.
En cuanto a los dramaturgos, la lista es casi infinita, claro, tanto como mi ignorancia. Son más los dramaturgos que no conozco que los que he podido leer. Es lamentable lo difícil que es conseguir textos de algunos, buenísimos, la escasa difusión que tiene el teatro escrito. Y lo localista que se ha vuelto, con la pobreza que eso implica. Da la impresión de que nuestra industria se empeña en esconder a sus sabios para encumbrar a unos pocos guapos y seductores que poco o nada exploran en lo humano y lo divino de nuestra especie.
Afortunadamente mi astucia innata me coloca entre esos guapos seductores: soy un dramaturgo y director de éxito que produce teatro que entretiene, divierte y no hace pensar mucho. Pero lamento que los buenos estén tan ocultos en la cartelera, o que no tengan el apoyo que merecen. Si los buenos creadores tuvieran verdadero apoyo seríamos una potencia mundial. Y los bancos darían crédito a sus ojos.
¿Cuál es tu creador actual preferido y por qué?
Estáis buscando que os diga a quien debéis entrevistar en posteriores ediciones de Culturaca, ¿verdad? Bien, me mojaré con unos pocos nombres.
Como creador total, si se me permite el término, comienzo con Pau de Nut. Es actor, director, intérprete, cantante, músico… un bicho de escena incomparable. Sus espectáculos son emotivos y epatantes, y sus “shows musicales” tienen un lado oculto, como la luna, donde se esconden extraterrestres dispuestos a invadirnos.
Voy con la cosa escrita. Me gusta mucho el teatro de Antonio Morcillo, por citar solo un ejemplo de los muchos posibles (Mañas, Cunillé, Casanovas, Miró, Zarzoso…). Antonio es uno de nuestros autores en la escena catalana más premiados y más desconocidos. Ha tenido la mala pata de escribir mucho en castellano y eso es casi un estigma para las instituciones que programan y subvencionan, pero estoy seguro de que se impondrá su calidad, su humanidad. Me gusta su escritura porque explora, desmenuza, y nos revela. ¿Qué nos revela? Lean su teatro.
En cuanto a los directores, me quito el sombrero ante Daniel Veronese. Para mí es el director que mejor exprime a los actores, el que mejor entiende los textos que trabaja. Y sabe darse la libertad de adaptarlos sin traicionarlos. Por lo tanto, conoce la cadena de procesos que sigue un montaje teatral desde el papel a los ensayos y la representación. Cuida lo importante y elimina lo accesorio. Todo va en una sola dirección con gran potencia. Eso hace que te atrape y que el resultado llegue muy lejos. Es muy inspirador. Aunque no para mucha gente: en Barcelona sus montajes son apenas programados cuatro escasos días. Y gracias.
Pero hay muchos otros creadores activos, inquietos, luchando contra la precariedad y el arrinconamiento de este arte antíguo y siempre en renovación, siempre buscando cómo atraer público, cómo llegar a él. Para todo autor y director es un orgullo poder provocar emociones y reflexiones en sus espectadores a través del texto y los actores, de la puesta en escena, gracias al equipo técnico y artístico que suma esfuerzos.
En mi caso, desde mucho antes de esta fabulosa crisis, gracias a la experiencia de representar en casas y espacios muy pequeños he podido charlar con los espectadores después de las actuaciones, cenar con ellos, conocer sus impresiones, analizar las obras juntos con una copa de vino en la mano, con tiempo. Por eso suelo pensar en los espectadores como receptores únicos, muy valiosos individualmente. Porque cada uno recibe la obra con una perspectiva distinta. Eso aumenta mi aprendizaje, mi respeto y mi confiaza en cada uno de ellos. Y mi agradecimiento.
Por último, os dejamos con un fragmento de El esperanza, como aperitivo de lo que podréis ver en la Sala Féniz. ¡A disfrutar!
El esperanza
Julián enciende las velas sobre la mesa mientras Gabi regresa con una ensaladera llena. Ambos se sientan y se sirven. Comienzan a cenar.
JULIAN.– Gracias.
GABI.– ¿Por?
JULIAN.– Por la cena.
GABI.– ¿Te gusta?
JULIAN.– Siempre haces unas cenas muy buenas. Te esfuerzas siempre tanto…
GABI.– Vaya, hoy estás sensible, ¿eh? Y eso que se supone que el romántico aquí soy yo.
JULIAN.– No se supone. ¡Aquí el romántico eres tú!
GABI.– Cuidado, no cambiemos los papeles esta noche.
JULIAN.– Sólo te he dado las gracias por la cena. Por todas las cenas.
GABI.– Vale, vale…
JULIAN.– Eso no cambia ningún papel. No me convierte en romántico. Dios me libre.
GABI.– Tranquilo, eres inmune al romanticismo. Lo tuyo es genético.
JULIAN.– Lo tuyo también.
GABI.– ¿Ah, sí?
JULIAN.– Algún día se descubrirá por qué unas personas son más románticas que otras.
GABI.– ¿Científicamente?
JULIAN.– Sí. Se podrán identificar las enzimas y hormonas que hacen que una persona se comporte así.
GABI.– ¿Así, cómo?
JULIAN.– Pues… como se comportan las personas románticas.
GABI.– ¿O sea?
JULIAN.– Románticamente.
GABI.– Muy concreta no es tu respuesta.
JULIAN.– Tú ya me entiendes. Un comportamiento “romántico”.
GABI.– No sé si te entiendo. Me gustaría que me explicases qué es un comportamiento “romántico”, según tú. Sólo eso.
JULIAN.– Quieres tirarme de la lengua.
GABI.– Seguro que si te tirase de otro sitio no estarías tan remolón.
JULIAN.– Depende de lo fuerte que estirases…
GABI.– Lo justo. Lo justito…
JULIAN.– (Ofreciendo un brindis con su copa) Vale… ¡Por el romanticismo justo!
Brindan y beben. Silencio.
JULIAN.– Ya que me has dado tu regalo, te daré yo el mío. (Cogiendo el CD que le ha regalado Gabi) Vamos a ponerlo..
Julián pone el CD en el aparato de música. Después va a la habitación donde dejó el abrigo y regresa con un regalo para GABI.
JULIAN.– No quería dártelo tan pronto, pero como te has anticipado con el disco…
Le da a GABI su regalo: un paquete cilíndrico, cuidadosamente envuelto.
GABI empieza a abrir el regalo.
GABI.– (Ilusionado) ¡Ay! ¡Qué intriga!
GABI descubre bajo el papel que su regalo es un pobre calendario de pared, con una foto de ambos.
GABI.– (Reprimiendo su desilusión) Caramba… Esto sí que no me lo esperaba.
JULIAN.– (Ocurrente) ¡Es un regalo metafórico, digamos!
GABI.– ¿Un regalo metafórico?
JULIAN.– Sí. Un regalo que significa otra cosa. Metafórico.
GABI.– No es que domines el concepto de metáfora, pero como intento no está mal. La foto es bonita.
JULIAN.– Lo que importa no es el concepto sino la intención.
GABI.– Eso es lo que ocurre en los sarcasmos, no en las metáforas…
JULIAN.– ¡No te pongas profe de literatura ahora! ¡Eso pretende ser un regalo romántico!
GABI.– ¿Un calendario?
JULIAN.– (Recalcando cada palabra) Un calendario con los días bien.
GABI.– (Excesivo) ¡Qué extraño! ¡Un calendario con los días bien!
JULIAN.– ¿Eso ha sido un sarcasmo?
GABI.– Pero si prefieres una metáfora… (Hiriente) ¿Sirve para que lo cuelgue y vea los meses pasar en mi pared?
JULIAN.– (Sincero) Te aseguro que es lo más romántico que puedo regalarte.
Julián busca en los ojos de Gabi el eco de su argumento, pero Gabi envuelve con decepción el calendario en el papel roto. Luego levanta su copa para brindar con Julián.
GABI.– Pues sí. ¡Por el romanticismo justo!
Brindan. Silencio.
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