Pearl Jam, keep on rockin’ in the free world
Pearl Jam
Stadio Nereo Rocco, Trieste
22 de junio 2014
Tengo que hacer una confesión. Esta ha sido mi primera vez. A estas alturas, esta ha sido la primera vez que he visto a Pearl Jam. Cuando en su momento pasaron por nuestro país, o yo no estaba o no tuve ocasión de verlos. Sea como fuere, nunca es tarde si la dicha es buena. Tuve la ocasión de verlos a su paso por Italia. Y la dicha fue más que buena.
Ver a una banda como Pearl Jam a estas alturas tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Las malas se resumen en un desequilibrio entre sus discos que me fascinan y sus obras, digamos, más maduras. Por maduras debe entenderse esa parte de su discografía en la que han ido explorando un rock más adulto, lejos ya de ese sonido desgarrador de discos como Ten, Vs. o Vitalogy.
Discos como Binaural o Lightning Bolt son correctos, pero nadie me negará que están a años luz de aquellos discos de los noventa.
En cuanto a las cosas buenas, pues el resto. Pearl Jam se conservan en muy buena forma, derrochan energía y diversión, no se han dedicado a suicidarse o morirse en los últimos años y, lo que es más importante, tienen en su haber una colección de temazos que es para cortar la respiración.
Y la banda sabe combinar joyas pasadas con éxitos recientes sin que suene a greatest hits. La sensación que dan es de ser una banda muy sólida con un repertorio más sólido todavía. Sonaron especialmente bien temas como Why go, Do the evolution, Betterman, y casi que paro porque la lista puede ser infinita. Sólo dos menciones más en cuanto a repertorio. Tocaron mi canción preferida de Pearl Jam de todos los tiempos, State of Love and Trust, y se despidieron con una arrolladora versión de Rockin’ in the Free World.
En todo momento se vio claro que el carismático Eddie Vedder es y será el líder de la banda. Ante un público de 30.000 fans, Vedder sabe combinar humor, anécdotas en la lengua local, momentos íntimos y mucha, mucha energía. Además de contarnos su enorme afición por el vino. Confesó que en el concierto de Milano había bebido demasiado vino y que en este se había propuesto no hacerlo, pero para no hacerle un feo a los magníficos vinos italianos, fue bebiendo a morro de una botella entre tema y tema.
Un último apunte. El concierto de Trieste duró nada más y nada menos que tres horas. No hacen falta muchos argumentos más para convencernos de que estamos antes una banda que ha definido y seguirá definiendo lo que significa ofrecer un concierto de rock impecable.