Maricón perdido. Bob Pop al desnudo.

Reconozco que no conocía bien la figura de Bob Pop, sabía alguna cosa sobre él, pero no lo he seguido en televisión, ni me he leído sus libros (cosa que pienso remediar, a mi me dais un libro y me hacéis feliz). Aunque había leído y visto alguna entrevista, me acercaba a Maricón perdido, la serie que ha creado para TNT, totalmente en blanco. Estoy segura que a las personas que le siguen desde hace tiempo les habrá encantado la serie. Porque a mi me ha fascinado. Tengo ganas de leer sus libros, tengo ganas de más. La serie se ve del tirón, seis episodios de treinta minutos cada uno que se ven en un suspiro, porque quieres ver más y más, porque te quedas enganchada desde el primer momento. Es como un soplo de aire fresco en pleno verano. Te da algunas tortas eso es cierto, porque cuenta historias crudas y reales, sin tapujos, pero que bien las cuenta.

Maricón perdido es una serie redonda. Bonita, dura, sentida, emotiva. Conectas inmediatamente con el protagonista. Y aunque no seas un niño gordito y gay que vive en un pueblo en las afueras de Madrid al que sus compañeros acosan, estás ahí viviendo con él todos esos momentos de su vida que ha querido compartir. Desde sus traumáticas experiencias en el colegio con sus compañeros de clase, la convivencia con una madre neurótica, un padre ausente y violento, un abuelo comprensivo que le inculca el placer por la lectura hasta sus primeras experiencias sexuales, el mundo de las saunas y el cruising en el retiro, su vida independiente en Madrid y la libertad que ello implica, sus amigas, sus apoyos, sus buenas y malas experiencias o su enfermedad (padece esclerosis múltiple). Y como ha superado todas estas experiencias. Todo ello contado con sinceridad, de forma dura pero a la misma vez delicada. Una combinación perfecta que te hace reír, llorar y emocionarte a partes iguales.

La historia se narra no de forma lineal sino alternado su infancia, adolescencia y juventud. Sin tapujos, vamos descubriendo como evoluciona como persona desde ese joven tímido Roberto Enríquez que empieza a descubrir su sexualidad y es acosado por sus compañeros de colegio hasta convertirse en el escritor y figura televisiva que es actualmente Bob Pop. Una mirada al pasado desde la sinceridad, aunque haya algo de ficción en ella. Un repaso a uno mismo, a su crecimiento como persona. Un viaje al autodescubrimiento. Un viaje también de respeto y aceptación por un colectivo maltratado en demasiadas ocasiones. Pero, sobre todo, un viaje hacia la aceptación de uno mismo.

La serie es impecable. Empezando por el reparto. No solo esa madre magistralmente interpretada por Candela Peña, que lo quiere pero lo martiriza. Brillante en cada escena. Hasta los dos Bob Pop, el niño y el joven. Gabriel Sánchez y Carlos González son Bob Pop. Una magnífica interpretación del escritor, no una imitación. Tienen personalidad propia. Conectas con ellos de inmediato. Miguel Rellán como el abuelo del protagonista dan ganas de achucharlo y que te recomiende un libro para leer. De sentarte con él a charlar un rato. Hasta ese padre ausente y violento interpretado por Carlos Bardem al que no vemos nunca la cara. Bob Pop no quiere darle protagonismo a alguien que fue tan duro y cruel con él.

La dirección de Maricón perdido también es impecable. Como alterna las historias. La música. Los colorines fosforito. Ya lo entenderéis cuando la veáis, porque tenéis que verla. Hacía tiempo que no me divertía y sufría al mismo tiempo tanto con una serie. Maricón perdido es un viaje al pasado, sí, pero sin nostalgia, sino con optimismo y ganas de seguir hacia adelante. Una serie valiente y necesaria. Tenéis que verla. Ya. La tenéis en TNT (Movistar+).