Iron & Wine. Barts. Barcelona.

Sam Beam volvía a Barcelona después de unos cuantos años de su última visita. Lo hacía dentro del Festival de Jazz y con una propuesta diferente. Un concierto a la carta en el que el público podía escoger las canciones que cantaría. El Barts estaba abarrotado, todas las entradas estaban vendidas y los asistentes esperaban impacientes a que las luces se apagasen y empezase el espectáculo.

 

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No necesitaba teloneros, ni acompañamiento, simplemente su guitarra y su voz. Con una sonrisa abierta y una disculpa por haber tardado tanto en volver, Iron & Wine pedía amablemente canciones para cantar. Las voces empezaron a surgir desde todos los rincones del teatro. “Jesus The Mexican boy”, “Walking Far From Home”, “Fligthless Bird” gritaban diferentes voces desde distintos puntos del recinto. Y Sam Beam sonreía abrumado. Había escogido con cual empezar y esa fue “Such Great Heights”, con ella se abrió la noche para uno de esos conciertos sentidos y emotivos, inspiradores y preciosos que uno recuerda durante años. Le seguía su primer intento con “Jesus The Mexican Boy”, se olvidaba de las letras y sonreía disculpándose, “Son demasiadas canciones”. Le prometía, eso sí, a la persona que la pidió que volvería sobre ella para acabarla como era debido. La gente aplaudía a rebosar y Beam describía a la perfección la noche: “Será un show divertido”.

 

Continuaban las peticiones con canciones como “He Lays in the Reins”, mientras el cantante se quejaba de que le pidieran composiciones de hace tanto tiempo, con un simpático: “Me hacen sentir viejo”. El público seguía pidiendo a gritos sus preferidas, algunos temas se repetían incansablemente. Mientras Sam Beam cambiaba de guitarra, esta vez su guitarra feliz afirmando que no solo tocaba canciones tristes. Sonaron “Walking Far From Home”, “Love Light Buddy of Mine”, “Resurrection Fern”, “Jezebel”, “Me and Lazarus” o “Caught in the Briars”. Entonces volvía a recuperar su guitarra para las canciones tristes comentando que habían sonado ya demasiadas melodías alegres, siempre con una sonrisa en los labios. El público hacía ya mucho que había caído rendido a sus pies. “Boy with a Coin” o “Fever Dream” acabaron de derretir a los pocos que aún se resistían al encanto de su voz, a su presencia, a su alegría, a su forma de tocar la guitara, a su música.

 

Tímido, preguntaba al público: “¿Queréis que os toque una canción nueva?”. Y sonaba “The Blackwater of Birds”, una composición nueva y exquisita. Le seguía “The Trapeze Singer”, retomaba para terminar “Jesus The Mexican Boy” y cerraba con un impresionante “Flightless Bird” que dejó al público extasiado. Abandonaba el escenario para volver tras unos minutos para cantarnos más canciones tristes; “parece que os gustan”, afirmaba el cantante. Cerraba la noche “Lovers’ Revolution” y “Naked As We Came”. Se marchaba Sam Beam del escenario dejándonos con cara de felicidad y emocionados tras ver un concierto único, divertido y sentido de este gran músico que esperemos no tarde tanto en volver la próxima vez.

 

Foto: Jordi Vidal

 

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