Il sol dell’avvenire, o el peso abrumador del pasado

Hoy la cosa va de nostalgia, autocontemplación y cine. Es decir, que hoy hablamos de El sol del futuro, la última película de Nanni Moretti.

Nostalgia la hay a raudales. No solo nostalgia por un tiempo pasado que fue inevitablemente mejor, la eterna juventud que sobrevive en el recuerdo, sino también nostalgia por una época histórica de idealismo, de militancia, de cambio social.

Autocontemplación la hay a raudales. En contraposición con lo que apunta el título, El sol del futuro es una película sobre un presente que sabe demasiado a pasado. Es la historia de un hombre que se mira al espejo y se pregunta quién será ese viejo que lo observa.

Cine lo hay a raudales. Esta no solo es una película sobre un director que rueda una película, sino que el protagonista se cuela en los rodajes de otra película, representada desde el principio como la absoluta antagonista de su ética cinematográfica. Y no solo se cuela en los rodajes como un observador pasivo, sino que interviene en ellos y los aprovecha para hacer una delirante reflexión sobre el cine.

En El sol del futuro encontramos a un Nanni Moretti más histriónico que nunca, con diálogos que escuchamos como si los estuviéramos leyendo del guion. Como en el debate que tiene el protagonista con una de las actrices que protagonizan la película que está rodando, esto no es una película de John Cassavetes, donde hay espacio para la improvisación. No, aquí se sigue un guion al pie de la letra.

No faltan sus pequeñas excentricidades, como la obsesión por los zapatos del protagonista (que recuerda a Bianca), la obstinación del protagonista por mostrar su visión del mundo, el idealismo exacerbado, las pinceladas de absurdo o los momentos musicales de una ternura que roza el ridículo. Tampoco faltan posicionamientos artísticos y políticos, como el tributo al comunismo italiano y el posicionamiento contra el autoritarismo, algo tan vigente en los años cincuenta como ahora.

Si en Caro Diario lo veíamos recorriendo en Vespa las ciudades de Roma, aquí lo vemos paseando en patinete con el actor francés Mathieu Amalric. Y en su particular diálogo con el presente, el director hace una divertidísima crítica a Netflix y a la dictadura de la inmediatez.

Es una película autoreferencial que se recrea sin tapujos en el idealismo de la juventud. En esencia, me pareció una especie de esbozo de un adiós. La escena final (ligerísimo spoiler) es un gran desfile, en el que van apareciendo caras conocidas de las últimas películas de Moretti, y en la que el director mira a cámara y saluda con la mano. ¿Es una broma más o bien un despido formal? El tiempo lo dirá.

El sol del futuro acaba siendo una película irregular, tal vez ligeramente anticuada, y seguro que no entrará en el selecto grupo de sus mejores obras. Sin embargo, no por ello deja de ser muy entrañable.

En definitiva, esta fábula nostálgica es una exploración sobre el envejecimiento, sobre la evocación de los tiempos pasados ​​y sobre la dificultad de adaptarse al cambio. Solo alguien como Nanni Moretti puede hacer una película que te deja con tantos peros y a la vez logra emocionarte. ¿Es una gran película? No. ¿La recordaremos con ternura? Absolutamente.

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