El nuevo Nuevo testamento, la fábula que pudo ser redonda

Le tout nouveau testament Jaco Van Dormael, 2015 Con Benoît Poelvoorde, Yolande Moreau, Catherine Deneuve, Pili Groyne, Emylie Buxin, Cyril Perrin Una de las grandes sorpresas que nos deparó el Festival de Cine Fantàstic de Sitges fue la última película de Jaco Van Dormael, autor de Las vidas posibles de Mr. Nobody y de la tierna Toto, el héroe. En este caso, Van Dormael nos trae una divertida sátira religiosa, con una trama delirante: Dios existe, y vive en Bruselas. Pero no es el Dios que todos hemos “conocido” a base de innumerables representaciones. Vive con su mujer y su hija en un pequeño piso más bien destartalado. Tenía un hijo, J.C., que se fue de casa hace años para predicar su palabra en la Tierra. Dios es un tipo odioso y miserable. Cuando no está tumbado en el sofá, bebiendo cerveza y viendo innumerables retransmisiones deportivas, está en su oficina, gestionando su creación e imponiendo leyes absurdas para atormentar a los mortales. Su hija, Ea, está aburrida de esta vida y decepcionada por cómo su padre maltrata su creación. Así que decide bajar a la

Tierra como hizo antes su hermano. A ver si le puede dar esperanza a la humanidad. Y lo hace por todo lo alto, haciendo algo que cambiará la forma de ver la vida de los humanos. Y desatando la furia de su padre, claro. La sátira religiosa de Van Dormael es tan tierna como cruel, tan divertida como macabra. Propone una visión distinta e irreverente de la historia sagrada, creando una versión alternativa del mito de la creación. Tiene ese toque mágico de una Amelie, un tratamiento de la imagen cálido y un tono de fábula cafre. El principio de la película, donde vemos la fundación del mundo, es impecable. La bajada de Ea a la Tierra es divertida, y el inicio de su reclutamiento de apóstoles es dulce, tragicómico y delirante. No obstente, lo que sería una comedia redonda empieza a cojear cuando empieza a repetirse, a insistir reiteradamente en las mismas estructuras.   Dice el refrán que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pero no es el caso. Van Dormael se empecina en repetir una y otra vez momentos mágicos de Ea, la hija de Dios. Y lo que sería un detalle precioso se convierte en una repetición tediosa. Además, la película insiste en plantear una historia de amor tras otra, cuando quizá con una sería suficiente. El final exagerado también peca de lo mismo. Ya lo decía Beckett, menos es más. Más es demasiado. Dicho todo esto, sigue siendo una película recomendable, muy amena Si eres fan de Amelie y de Micmacs, de Jean-Pierre Jeunet, entonces no te la pierdas.