El Muñeco de Nieve, Harry Hole desbocado

Con las primeras nevadas del invierno llega a El muñeco de nieve. Una figura inofensiva, aparentemente, ese muñeco que todo niño ha disfrutado construyendo mientras se tiraba bolas de nieve con sus amigos. Pero, ¿puede un muñeco de nieve sembrar el terror? Pues si, puede y sino que se lo pregunten a Harry Hole. Gracias a Serie Negra tenemos en nuestras manos el quinto capítulo de las investigaciones del comisario Harry Hole escrito por el noruego Jo Nesbø. Una novela imprescindible en la que el protagonista se arrastra a una autodestrucción inexorable para lograr resolver el terrible caso que han traído los primeros copos de nieve a la ciudad de Oslo. Como siempre hace. Los casos que Hole investiga le pasan factura, física y psicológicamente. Y en este último parece que ha sobrepasado todos los límites humanos posibles. Hole está desapareciendo, cada vez más delgado, en lucha perpetua contra su adicción al alcohol, solo y abandonado, con Rakel el amor de su vida con otro hombre y sus tres últimos compañeros, el Club de los Policías Muertos, en una foto que ni siquiera cuelga de la pared. El muñeco de nieve llega y con él varias mujeres casadas y con hijos desaparecen sin dejar rastro. No todo es lo que parece, no todo lo que vemos se corresponde con la realidad. Harry Hole lo sabe y por eso, su instinto autodestructivo le llevará en una carrera a muerte incluso contra si mismo, contra su soledad, su dolor y su desesperación. En esa carrera encontrará a una nueva compañera, Katrine Bratt, una policía de Bergen con la que Hole se siente terriblemente identificado. Ambos están hechos del mismo material, dice en un momento en la novela: “Ella podría haber sido su madre o su hija. Estaban hechos del mismo material. Un material duro, rígido y pesado. Con grandes grietas”. Grietas por las que se escapa la cordura, el entendimiento, incluso la propia vida. Grietas dolorosas y en carne viva. ¿Habrá encontrado por fin un compañero que lo aguante y no acabe en una bolsa para cadáveres?
Harry Hole es desesperación y tormento, muchos policías de novela negra lo son, pero no todos son iguales. Todos tienen algo que los distingue unos de otros, aunque le den al whisky, vivan solos o tengas relaciones familiares y amorosas desestructuradas y desastrosas, aunque el trabajo parezca que es lo único que les hace seguir adelante. Recuerdo el último libro de Wallander. Una escalada de autocombustión, de autodestrucción personal, de sacrificio y tormento. Pero cada uno tiene algo, una chispa que le arde en los ojos, en esos ojos azules de Hole, una chispa que da miedo, en cierta
manera, pero que es lo que hace que Harry Hole siga viviendo y sufriendo su destino. Un destino que por otra parte se ha labrado él mismo. Y todo esto narrado de forma magistral por un Jo Nesbø en estado de gracia que hace que leas hasta la extenuación, pasando página tras página sin poder parar, envolviéndote y atrapándote en un torbellino de emociones, miedos, dudas y tensión. Cazándote en sus redes de una manera en la que no te puedes escapar, como esas esposas con las que Hole practica incansablemente como atrapar a un sospechoso. Una vez te tiene, no te va a soltar, no hace falta ni que lo intentes. Será peor, pero es que tampoco quieres, quieres seguir leyendo, aunque te pases de parada del metro, aunque te quites horas de sueño, aunque te quedes en mitad de la calle parada como un pasmarote pasando páginas diciéndote, sólo hasta que acabe este capítulo. Bendito sea el autor noruego por conseguir eso. Bendito por darnos tantos momentos de exasperación, tensión y suspense. Novela negra con mayúsculas. Más Harry Hole, más, aunque al final como siga así le cueste la vida, que poco le debe faltar.