Devil in a Coma. Mark Lanegan.

Resulta difícil navegar por las páginas del último libro de Mark Lanegan. Es el que escribió justo después de pasar un coronavirus que casi se lo lleva a la tumba. Leer cómo lo superó, a pesar de tener todos los números para no hacerlo, para descubrir que nos dejaría poco después es duro. Mucho. Nos queda su música, su voz inconfundible, sus discos, sus colaboraciones.

Devil in a Coma empieza cuando la pandemia nos azotó. Lanegan vivía en Irlanda con su mujer, en mitad de la campiña. Alejado de todo lo que le solía atrapar, ya sabéis de que os hablo. No hace falta decir más. Quizás eso fue lo que le salvó, estar en un país con un sistema sanitario público, en Estados Unidos quizás no habría tenido esa suerte. ¿Por qué Irlanda? Es la tierra de sus antepasados.

En el libro Mark Lanegan nos cuenta sus vivencias, antes y después del coma, sus ensoñaciones, sus visiones provocadas por la enfermedad y las drogas administradas por sus médicos. Está claro, en estas páginas queda más que patente, que Mark Lanegan siempre ha hecho las cosas a su manera. Empecinado en hacer, muchas veces lo que no es precisamente lo mejor para su cuerpo, su cabezonería lo devolvería varias veces al hospital. La verdad es que incluso él reconoce que no fue el mejor paciente del mundo. Pero les da las gracias a los médicos y personal sanitario por haberle salvado y a su mujer por aguantarlo.

Mitad diario, mitad poemas y delirios, Devil in a Coma es puro Lanegan, sin tapujos, sin pelos en la lengua, sin cortapisas. Mark Lanegan se muestra muchas veces poco deseoso de nuestra simpatía, y si no la recibe, afirma que seguramente es bien merecido. Tampoco la busca, tampoco le importa, nunca le ha importado.

Lanegan no solo pilló el Covid. También fue uno de los pacientes que lo tuvo más tiempo y sobrevivió en el hospital en el que estuvo ingresado. Además, se cayó por las escaleras de casa destrozándose la rodilla. La mole Lanegan, difícil de manejar por su propia mujer, estuvo tirado en el suelo durante días hasta que al final accedió a que su mujer llamara a una ambulancia que lo llevara al hospital. A cabezota no le ganaba nadie.

En el hospital entre el coma, la seminconsciencia y finalmente el despertar, Mark Lanegan se ve asaltado por su pasado en sueños, por sus miedos y temores más profundos. Y no duda en contárnoslos con una sinceridad alarmante. En forma de diario o de poemas. A veces, es difícil estar de acuerdo con lo que explica. Sobre todo cuando ves que lo que hace va en contra de su propio bienestar. Pero conociendo el historial de Mark Lanegan, no sorprende en absoluto que quisiera largarse del hospital a las primeras de cambio sin que nadie le dijera más lo que tenía que hacer. Ese diablo del título siempre le ha acompañado, siempre ha estado ahí, incluso en un coma inducido. Y este libro es buena prueba de ello.

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