David Byrne y St. Vincent. La bella y la bestia.
Recuperó el concierto de estos dos monstruos, ahora que mr. Byrne está de nuevo en nuestras tierras como jurado del festival de cine de San Sebastián. Reconozco que la razón principal para ir a este concierto era ver al gran David Byrne, pero salí de allí con mucho más que simplemente haber visto a la que fue cabeza visible de Talking Heads. No hay nada como volver del verano y comenzar la temporada musical de nuevo con uno de los mejores conciertos del año. David Byrne y St. Vincent, juntos y por separado. En sus carreras ya son lo suficientemente interesantes pero juntas son una mezcla explosiva. Ambos de blanco y negro sobre el escenario como el ying y el yang, complementándose. Hay parejas que funcionan y parejas que no, pero está claro que Byrne y Annie Clark tienen química a raudales. Ambos tienen personalidad y la demuestran sobre el escenario. Clark es una mujer de apariencia frágil pero poderosa sobre el escenario, gracias a su voz y a su forma de tocar la guitarra. Se movía sobre el mismo a pequeños y sincopados pasitos, no se lleven a engaño, esta mujer es poderosa hasta la última fibra de su ser. Esta vez con el pelo teñido de rubio platino, quizás un guiño a ese pelo blanco tan característico ya de Byrne, ese hombre elegante que baila fatal pero da igual, porque tiene una voz impresionante, es una leyenda viva de la música y es uno de los músicos más divertidos que se ha visto sobre el escenario. No hay como reírse y más si eres capaz de reírte de ti mismo sin miedo. Ambos son energía pura, moverían montañas si quisieran. Pero no nos engañemos, este no era solamente un concierto de David Byrne y St. Vincent, sino que ambos eran una pieza más del engranaje de este espectáculo cuidado hasta el más mínimo detalle. La banda que los acompañaba a la perfección era la otra parte crucial del espectáculo, sobre todo ese octeto de vientos que bailaban sobre el escenario con ambos en unas coreografías marcianas y divertidas, rítmicas y adictivas, de esas que impiden que te quedes quieto en el asiento. De esas que te hacen vibrar. Y durante todo el concierto, vibramos y bailamos y cantamos y reímos. Disfrutamos como niños.
Respecto a lo musical, pudimos escuchar canciones de ambos como una impresionante “Cheerleader” de St. Vincent o una “Wild wild life” de David Byrne que Clark afirmó descubrir gracias a la película La venganza de los novatos y que fue cantada a coro por todo el Auditori. Y por supuesto sonaron temas de Talking Heads como “This Must Be The Place (Naive Melody)” o la explosiva “Burning Down the House” que hizo arder la sala hasta casi derrumbarse. Y entre todas ellas, canciones de su excelente y extraño disco conjunto Love is Giant. El público enardecido pedía más y lo tuvieron en los bises que terminaron con un “Road to nowhere”, canción que nos dejó con ganas de aún más y más, a pesar de que llevábamos ya dos horas largas de concierto. Y al marcharnos tras encenderse las luces y abandonar los músicos el escenario, sonrisas y la sensación maravillosa de haber visto uno de los conciertos del año.