D’A 2020. Tres comedias para gusto de pocos

Hoy quiero hablaros de tres comedias del D’A que harán las delicias de un público muy concreto, y que acaso provoquen el rechazo de otros espectadores. Cada una por sus razones. Que empiece la fiesta.

Póster del film Adam vista en el D'A

Adam (Rhys Ernst, 2019)

Lo que me atrajo de Adam fue que estaba dirigida por Rhys Ernst, coproductor de la grandísima serie Transparent. Al tratar el tema de la comunidad LGTBI de Nueva York, creí que iría por los mismos derroteros. No me equivocaba del todo, pero no está a la altura.

Año 2006. Llegan las vacaciones de verano en el instituto, y el tímido Adam Freeman (Nicholas Alexander) no tiene ningún plan en su ciudad de provincias. Su hermana mayor, Casey (Margaret Qualley), que es lesbiana, inquieta y vive en Nueva York, le propone pasar allí el verano.

La única obsesión de Adam es conocer a una chica y enamorarse. Pero claro, es un chico heterosexual y las cosas no le van muy bien codeándose con la comunidad LGTBI. Así que hace lo mejor que puede hacer un adolescente anodino cuando quiere ligar con una chica lesbiana: vivir una mentira. Así que empieza a acudir a bares queer, charlas sobre igualdad de género y manifestaciones contra la homofobia, haciéndose pasar por algo que no es. Pero la pirámide del desastre en potencia no deja de crecer. Y Adam nunca parece que tenga ni idea de lo que tiene que hacer.

Reconozco que el personaje de Adam llega a ser entrañable, que hay algunas situaciones y que puede llegar a ser una película educativa si alguien no tiene ni idea sobre el universo LGTBI. Pero creo que se queda corta en todo.

No niego que la película tiene algunos buenos momentos, pero para mi gusto le pesa la superficialidad y los conflictos previsibles, que tampoco llegan a explotar. Y sinceramente, no creo que le haga ningún favor a la comunidad trans, ya que no logra transmitir la esencia de una compleja cuestión identitaria.

Adam se presenta como una comedia-drama, pero no destaca mucho ni en lo uno ni en lo otro. Se queda en una moraleja barata (mentir no funciona), en una visión superficial y prototípica, en una mera declaración de intenciones, en una idea en potencia… y te deja pensando en la historia interesante sobre género e identidad que hubiera podido llegar a ser. Dicho todo esto, es amena y disfrutable como un paseo sin aspiraciones por el parque.

Póster del film Violeta no coge el ascensor vista en el D'A

Violeta no coge el ascensor (Mamen Díaz, 2019)

¿Sabías que Haneke hizo un remake de Funny games para Hollywood? ¿Viste The Office británica o la versión estadounidense? De acuerdo. Estas preguntas iniciales servirán para presentar Violeta no coge el ascensor.

En los créditos iniciales, leemos que está inspirada en la película indie Hannah Takes the Stairs (Joe Swanberg, 2006). Lo que no se dice es que es una reconstrucción casi secuencia a secuencia de la película de Swanberg.

En el mundo de la música, me fascinan las versiones. En el mundo del cine no es tan frecuente, y se agradece enormemente el ejercicio. Violeta no coge el ascensor es muy interesante como versión, ya que traslada fielmente el conflicto existencial, la búsqueda de dirección y las divagaciones de Hannah.

Si fuera una canción, sería una cover pop de un tema shoegaze. El Chicago original se convierte en un Malasaña muy cool. La estética de Violeta no coge el ascensor está más cuidada, todo es más bonito y luminoso. Sin embargo, a mi parecer le falta la naturalidad y esencialidad de la original.

Un detalle muy curioso es el aspecto meta-cinematográfico. Es decir, los momentos en los que se rompe el código de la ficción y ves que se está grabando una película. Es un toque que le da mucha gracia. Dicho todo esto, Violeta no coge el ascensor es una simpática comedia ligera. Recomendable.

Póster del film Jesus Shows You The Way to the Highway vista en el D'A

Jesus shows you the way to the highway (Miguel Llansó, 2019)

El creador de Crumbs, de la que os hablaba recientemente, vuelve a la carga. Dice Llansó en el vídeo introductorio del festival que nunca ha consumido drogas. Sin embargo, los alucinógenos son una sustancia buscada en la película, y sin duda vas a necesitarlos si quieres disfrutar de ella.

Imagina la peor película de serie Z de la historia. Imagina un cruce genético entre Tarantino, Aki Kaurismaki, Ed Wood y Quentin Dupieux que ha salido terriblemente mal. Imagina una Matrix donde el único lenguaje que se impone es el del sinsentido. Imagina agentes de la CIA con máscaras de papel, un africano disfrazado del Batman de la serie de los sesenta, peleas absurdas de ninjas, bandas de traficantes, Stalin, un enano jorobado etíope enamorado de una rubia nórdica, alienígenas, un Jesucristo metalero y muchos caramelos.

Algunas escenas de acción están hechas con humanos en stop motion, lo cual les da un aspecto atemporal y extraterreno. Un detalle perturbador es que todas las voces están dobladas, pero mal, lo cual se suma a las interpretaciones histriónicas para contribuir a la sensación de extrañamiento general. Si aguantas los 80 minutos de cinta, experimentarás mucha alucinación, mucha perplejidad, mucho WTF.

Cada película tiene un público potencial. Esta solo te gustará si le das a los opiáceos, si eres Loulogio preparando un nuevo vídeo, si crees que la mejor película que se hizo en 2015 fue Kung Fury o si eres el programador de la Maratón de Cine Fantástico y de Terror de Cotxeres de Sants.

Yo la he disfrutado a mi manera, aunque solo sea para que tú no tengas que hacerlo. Aunque lo harás. No lo lamentarás. Bueno, seguramente sí. Y no. Y sí.


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