Crónica del D’A (II): segunda aproximación
Continuamos con el repaso a las películas vistas este año en el D’A Film Festival, el festival de cine de autor de Barcelona. Aquí os hablamos de la futurista Grain, el ejercicio cinéfilo de The Green Fog y Accidence, el pasado que persigue en Los Fantasmas de Ismaël, el documental siberiano en Braguino, la gira caótica de Abel Ferrara en Alive in France y la frenética escapada hacia la nada de Robert Pattinson en Good time.
Grain
El director turco Semih Kaplanoglu nos ofrece en Grain un futuro apocalíptico en el que las cosechas mueren irremediablemente, las ciudades seleccionan a los niños aptos para habitarlas y el resto sobrevive como puede en zonas totalmente inhóspitas acechadas por las plagas. El profesor Erol Erin, interpretado magistralmente por Jean-Marc Barr, decide emprender un viaje iniciático hacia aquellas tierras hostiles en busca de Cemil Akman, interpretado por Ermin Bravo, un científico cuyas tesis le valieron el exilio a las Tierras Muertas. El grano, la semilla, la vida en peligro se hace camino en esta historia de supervivencia, de búsqueda y de reflexión visual. Y es en lo visual donde la película despunta. Un gran trabajo de localización para crear un mundo futurista gris, inhóspito y desalmado en el que el protagonista tendrá que encontrarse a sí mismo. El acertado blanco y negro destaca la angustia de un personaje que busca desesperadamente una respuesta que seguramente se haya en sí mismo. La primera parte de la película, sobre todo la que nos muestra la ciudad en toda su pulcritud, es excelente. La segunda, el viaje desolador es visualmente apabullante, se te queda en la retina: la ciudad aséptica, los campos de trigo, el muro, el hundimiento, el árbol ardiendo, el templo,… Llena de simbolismos visuales de una gran belleza pero también de giros que llevan a la película a bascular de un lado a otro casi sin sentido. Aunque la propuesta es sumamente interesante, le sobran unos cuantos minutos de metraje.
Accidence + The Green Fog
Esta sesión podría ser un homenaje a Hitchcock. Primero con el corto Accidence dirigido por Guy Maddin, Evan Johnson y Galen Johnson. Como una ventana indiscreta multiplicada hasta la saciedad y reproducida una y otra vez, un asesinato repetido en bucle. Mil detalles, tantos como ventanas y personajes hay en esa fachada de edificio en el que nos regocijamos mirando como expertos voyeuristas del cine. La distancia que establecen los directores nos mantiene alejados de la trama, cada balcón es una historia y una vivencia. Cada balcón de este edificio es un mundo que podrías ver una y mil veces y descubrir nuevos puntos de vistas. A destacar la atrayente música de Ensign Broderick.
En The Green Fog de nuevo Guy Maddin, Evan Johnson y Galen Johnson reinterpretan Vértigo de Hitchcock lanzándose en una orgía cinéfila de recorte de películas y series de televisión rodadas en la ciudad de San Francisco. Esas calles tan reconocibles, que todos conocemos aunque nunca hayamos estado allí. Una y otra vez y sin casi diálogos, los directores nos cuentan la historia de James Stewart y Kim Novak sin ellos, con mil personajes distintos que no hablan, simplemente están, con el hilo conductor de Rock Hudson en su McMillan y esposa, escenas míticas de películas o series rodadas en San Francisco, oda incluida a la catatonia de Chuck Norris y un devenir deslavazado pero que adquiere todo el sentido al saber el juego cinéfilo en el que nos hemos metido por gusto propio. Divertido experimento que seguramente los directores han disfrutado haciendo tanto como nosotros viéndolo. La música de Kronos Quartet compuesta por Jacob Garchik acaba de ponernos en situación, mientras esa niebla verde del título va cubriéndolo todo.
Los fantasmas de Ismaël
Arnaud Desplechin nos muestra en este film una crisis existencial. El Ismaël del título es un director de cine que vive un momento vital que acaba explotando tras descubrir que el pasado que creía no es el que es. Un pasado que le ha perseguido durante años y que le ha causado innumerables pesadillas. Cuando parece que encarrila su vida, ese pasado vuelve para llamar a su puerta, justo antes de empezar a rodar una nueva película. Este el punto de partida de una historia de descenso a los infiernos en el que Ismaël, un excelente Mathieu Amalric, ve su vida entre dos mujeres: Charlotte Gainsburg y Marion Cotillard, presente y pasado. Pero también entre dos realidades, la que vive cada día y la que se inventa en sus películas, reflejo de una existencia que le hubiera gustado vivir, si el miedo no se lo hubiera impedido. En la trama se mezclan historias, la real y la ficticia, la suya plagada de miedos y pesadillas y la de un hermano diplomático (Louis Garrel) que vive una vida más allá de la realidad. El pasado volverá para desencadenar la historia oculta, la que espera a ser contada, la que Ismaël tiene dentro de su cabeza y no puede expulsar. El pasado llegará para liberarlo, aunque por el camino tenga que acabar con él. Excelente ejercicio acrobático y emocional, irracional y desmesurado, sobre todo la mezcla de tramas reales y ficcionadas, puro retrato del descontrol emocional desenfrenado de Ismaël.
Braguino
El director Clément Cogitore retrata en este corto documental la vida dos familias que habitan en la dura taiga siberiana. Aisladas de la civilización conviven con rencillas ancestrales. La enorme taiga parece reducirse a ese lado del río en el que ambas familias se enfrentan. Mira que hay sitio, pero tienen que ponerse una al lado de la otra para poder pelearse a gusto. Así es el género humano. Siempre desde el punto de vista de la familia de Braguino, el patriarca omnipresente y aleccionador, la historia crea su atmósfera gracias a la tensión entre ambas familias y la convivencia con la naturaleza más salvaje. Y en medio, esa isla de nadie en la que los niños de ambas partes repiten los patrones de sus mayores. Se miran, se otean, no se mezclan. El futuro presagia drama. Pero al final, la historia se queda corta. No conocemos la otra parte, el otro punto de vista y Braguino nos deja con la sensación de que nos ha faltado algo.
Alive in France
Abel Ferrara dirige este documental sobre sí mismo. Sin pudor ni vergüenza. Oda a su propia persona y a sus despropósitos. Monta una gira en Francia junto a sus colaboradores musicales habituales, aquellos que le ayudan a crear las bandas sonoras de sus películas. Una gira caótica en la que todo se deja casi al azar. Sus músicos son buenos, él hace lo que puede, víctima quizás de su ego. Desquiciado, deslavazado y desordenado documental entre la música y el cine, sin pies ni cabeza, como la gira que monta con sus amigos y sus mujeres como coristas. Ferrara es un genio de cine sí, pero no de la música, en este documental, queda patente. Pero también queda claro que el director no toma la distancia suficiente y que este relato inconexo no logra conectar. Grita, manda, exhibe a su mujer, se sube al escenario y poca cosa más. Aburrido y totalmente prescindible. Como le pregunta un joven en una de las charlas a las que asintió: ¿Cuándo volverá usted al cine de Teniente Corrupto?
Good Time
Sorprende la fama de esta película, fue aclamada por la crítica en Cannes. Algunos dicen que fue lo mejor del 2017. Y cabe preguntarse, ¿qué se entiende entonces por lo mejor? No es que la película sea mala, es entretenida, una locura desquiciada, una espiral de violencia y desespero que sabes que acabará mal. Se deja ver. Pero no es ninguna obra maestra. Robert Pattinson lo hace bien, sí, pero tampoco es una de aquellas películas que impresionan, que dejan sin aliento. Es una historia mil veces contada. Por eso, no sorprende, entretiene eso sí. La música de Daniel Lopatin aka Oneohtrix Point Never ayuda a poner en situación, a crear esa atmósfera de desenfreno y desesperación que aumenta a cada fotograma. Lo dicho, no es una mala película pero tampoco la obra maestra que nos querían vender. Es el estreno de Netflix en el festival, precisamente por eso viene marcada, es una película para ver en pantalla pequeña y se nota.