High-Rise, o la inevitable disfuncionalidad de la sociedad

HR_0430_tiff.tif High-Rise Dirigida por Ben Wheatley Con Tom Hiddleston, Jeremy Irons, Luke Evans y Elisabeth Moss Entre las muchas sorpresas que nos ha traído este festival de Sitges, se encuentra la magnífica High-Rise, adaptación de la novela de J.G. Ballard, de 1975. Si durante la lectura de este artículo tienes la impresión de encontrar algún spoiler, no sufras. No lo es. La propia película empieza con un tremendo flashforward, que anuncia cómo acabará todo. High-Rise es de visión obligada para todos los fans de la ficción distópica. Seguimos la vida del doctor Robert Laing, que se acaba de instalar en un moderno rascacielos de lujo, que le ofrece a sus inquilinos todo tipo de lujos y comodidades: supermercado, piscina, servicio de guardería, etc. El edificio parece hecho para que la gente no salga nunca al exterior. Por si fuera poco, los inquilinos tienen una intensa vida social y son amantes de celebrar fiestas a lo grande. En la vida del doctor Robert Laing, todo está en orden. O eso parece. Se levanta por las mañanas, se afeita, coge el coche que tiene ordenadamente aparcado delante del edificio y se va a trabajar al hospital. Luego vuelve, hace su compra en el supermercado y se va a dormir. En sus ratos libres, toma el sol desnudo en el balcón, juega a squash (en el propio edificio, claro) y tiene tiempo para tener un amorío con una vecina. Todo está en su sitio. ¿O no? HR_2480_tiff.tif El edificio es obra de un arquitecto visionario (Jeremy Irons), que vive en la azotea del rascacielos, rodeado de lujo y excentricidades. Todo empieza a temblar cuando aparecen rencillas entre vecinos. Sobre todo, entre los de las plantas superiores y los de las inferiores. No tardará en desarrollarse separaciones e injusticias en función del nivel socioeconómico. Si se corta la electricidad, adivinad a quién afecta. El edificio será, ¿cómo no?, una metáfora de la separación de clases: clase alta, media y baja repartidos ordenadamente por plantas. La vida en las plantas superiores degenerará rápidamente, con fiestas cada vez más salvajes a pesar de las restricciones de las plantas inferiores. Poco a poco, las cosas se irán descontrolando. Primero muere algún animal de compañía, luego alguien recibe una paliza… y la cosa degenera en una verdadera orgía de violencia y descontrol. Entre todo esto, el Dr Laing luchará por mantener una posición de calma y neutralidad, mientras que su

vecino, el señor Wilder (Luke Evans), se convertirá en una especie de revolucionario, defensor de la clase media. Como buena narrativa distópica, el mensaje siempre es maravillosamente desolador. Toda sociedad empieza con un aparente instinto de unidad y coexistencia. Pero inevitablemente tiende hacia la separación y la confrontación. Eso es lo que acabará pasando en nuestro querido edificio. Siéntate, ponte cómodo y disfruta de la disfuncionalidad de la sociedad.  

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