Leviatán. El monstruo que todo lo engulle.
Leviatán. Monstruo gigantesco. Ser demoníaco que todo lo engulle. Leviatán. Creado por Dios. Símbolo del mal. No se me ocurre mejor título para una película como la que nos presenta Andrei Zvyagintsev. Ese monstruo que en la antigüedad se representaba como una mezcla entre serpiente de mar y ballena, aparece aquí en forma del mal más enquistado en nuestra sociedad. La corrupción. Tan en boga estos días. El monstruo gigantesco que nos asola, que nos ha asolado desde tiempos inmemoriales. Esta vez en el frío escenario de una Rusia que el director se atreve a
criticar sin cortapisas. Dando hostias a diestro y siniestro. Una película que nos muestra una Rusia en la que el ciudadano no importa, no existe.
Drama tremendo y oscuro, duro y escarpado. En un pequeño pueblo junto al mar en el norte de Rusia vive Kolia, un humilde mecánico con el taller en su casa. Una casa en la que vive desde que nació y donde vivieron sus antepasados. Ahora él, su mujer y su hijo adolescente ven peligrar su hogar por la ambición especuladora del alcalde del pueblo. Lucha desigual, entre el ciudadano de a pie humilde y un estado y unas instituciones llenos de alimañas, seres despreciables y vomitivos apegados a su asiento como si los hubieran enganchado con pegamento. Seres capaces de cualquier cosa para seguir donde están. Leviatanes que nadan entre nosotros impunemente arrasando con todo. Aunque sean parajes desolados, ruinas y edificios abandonados, montañas silenciosas que esconden dramas inesperados y el mar inclemente azotando la costa, belleza natural e inhóspita, donde el mal habita, donde el ser humano habita. Pequeñas poblaciones donde todos se conocen, donde todos saben lo que pasa, pero nadie hace nada. Porque no pueden, porque no quieren, porque saben que no servirá de nada. Metáfora no solo de la sociedad rusa sino de cualquier otra sociedad a la que uno mire con sentido crítico. Gran parte de la maestría de esta película es de su director, pero también de la cara imperturbable de Aleksey Serebryakov como Kolia, Vladimir Vdovichenkov como Dmitriy Seleznyov o de Elena Lyadova como Lilya. Un trabajo actoral impresionante. Sobrios y sentidos, vapuleados por el oleaje y la cola de un monstruo que no les da tregua. Con una sobriedad apabullante y una relato sin artificios, vemos como la vida de Kolia se derrumba ante sus ojos, impotente. Vemos como el Leviatán ataca y se crece. Drama y sátira. En algún momento Zvyagintsev consigue sacarnos la sonrisa, cuesta creerlo pero aún hay tiempo para el humor. Leviatán es una de esas películas necesarias, de esas que sales del cine con una sensación amarga en la boca y te dan ganas de gritar al cielo.