El alien de Bowie. El hombre que cayó a la tierra.
Un extraterrestre llega a la tierra y adopta forma humana para conseguir agua para su planeta, afectado de una grave sequía. Deja a su familia y parte en una misión de vida o muerte para él y los suyos. Y lo hace para aterrizar en nuestro planeta. ¿Pero quién es más extraño? ¿El extraterrestre que se hace pasar por humano o los propios humanos y sus ansias? Nicolas Roeg dirigió El hombre que cayó a la tierra en 1976, una extraña y bizarra historia magníficamente interpretada por David Bowie.
En la tierra se hace llamar Thomas y se hace pasar por inglés. Sus extrañas maneras de ser pueden pasar perfectamente como inglesas. Manías de un extranjero. Bowie ciertamente se identifica con el personaje, de ese alien que se hace pasar por humano, que tiene una misión pero que se siente perdido ante una humanidad a la que no comprende. Con toda su rareza y su inmensa personalidad sabe interpretar las reacciones que alguien foráneo sentiría al ver nuestro mundo.
Aquí y gracias a su avanzado conocimiento tecnológico empieza a amasar una fortuna gracias a la ayuda de un abogado, Oliver Farnsworth (interpretado por Buck Henry) y que dedicará su vida a la visión de su nuevo jefe. Ambos crearán una empresa multimillonaria que llama demasiado la atención. Aunque en realidad, lo único que quiere Thomas es recoger ese agua que tanto necesita su planeta y su familia para sobrevivir y para ello emplea todo lo que sabe y lo que posee que no es poco. Tanto se exprime que se pierde en el intento.
Thomas Jerome Newton, que es el nombre que adopta, acaba absorbido por nuestra sociedad y sus ansias (que no de sangre como ya sufría en The Hunger). El ansia de una relación, de no sentirse solo que le proporciona Mary-Lou (Candy Clark), que también le introduce en el alcohol. Él solo bebe agua. El ansia del conocimiento que comparte con el doctor Nathan Bryce (Rip Torn), que deja de lado a las jovencitas que perseguía para dedicarse a investigar para él, a investigar sin límites, sin restricciones. El ansia de ganar dinero de Farnsworth que no entiende porque quiere dedicar tanto a algo como construir un cohete. El ansia de los que ansían tener lo que él tiene. Al final, todo el mundo quiere algo de él, tanto si él quiere como si no. No puedo dejar de pensar en cuanto de Bowie hay en ese Thomas, de cuanto ansiar que le dejen ser él David Jones que fue y no la criatura que él mismo creó, David Bowie.
Es una película muy setentas. Muy Bowie. Muy desfasada. Muy bizarra pero a la vez, hipnótica y atrayente. Es como un colocón psicodélico visual. El hombre que cayó a la tierra lanza su hechizo sobre ti y te deja atrapada a la pantalla durante sus más de dos horas de duración. Hacía el final todo se precipita y se vuelve más extraño aún. Pero no importa. No importa. Ya solo por Bowie merece la pena verla. La podéis hacer en Filmin. VOSE obligada, por favor.