La enfermedad del domingo, duelo de colosas
Hacía tiempo que quería ver la película de Ramón Salazar y al ver que estaba en Netflix, el fin de semana pasado, no tuve dudas. La enfermedad del domingo es una película dura, profunda e introspectiva. Quizás pensaréis que no es la adecuada para estos momentos de confinamiento. Pero creo precisamente que cuando más tiempo tienes para saborear y procesar algo que has visto, mejor. Esta es una historia que exige atención y eso ahora seguramente se lo podréis dar. Anabel (sí, la prota se llama como yo y eso creedme es raro, raro) es una mujer de la alta sociedad, filántropa y que se dedica a hacer actos benéficos. Precisamente en una de esas cenas para recaudar fondos se encuentra con una chica, una camarera del servicio de catering, que resulta ser su hija. La abandonó hace más de 30 años cuando ella tenía 8. Ahora la ha buscado para hacerle una extraña petición: que pase diez días con ella. No quiere nada más. Solo eso.
Ambas se embarcan entonces en un viaje hacia el interior de ellas mismas. Un viaje de autodescubriento y de descubrimiento de la otra. Un viaje difícil, duro y árido. Sin compasiones. Sin endulzamientos. Sin historias bonitas. No, esto no va de eso. Esto va de dolor, de rabia, de saldar cuentas con el pasado, de ver lo que siempre te has negado a ver. De sacrificio y de entrega. No quiero contar demasiado sobre lo que pasa, es mejor que lo descubráis viéndola. Bárbara Lennie interpreta a Chiara, la hija y Susi Sanchéz a su madre, Anabel. Ambas están impresionantemente sublimes. Ellas dos son la película. En un duelo de titanas por reconocerse, por crearse y creerse, ambas se enfrentarán a ellas mismas, a sus dolores, a sus miedos y a sus frustraciones. Juntas pero lejos, lejos pero cerca.
Ramón Salazar ha sabido hilar una historia íntima y dolorosa. Ha escrito y dirigido la película. Ha sabido dar el tiempo necesario a los personajes para crearse a través de sus actrices, a través de las palabras sí, pero también de los silencios, de las miradas, de los sentimientos. A través de paisajes boscosos que ocultan secretos y dolores que llevan mucho tiempo enterrados y luchando por salir a la superficie. Anabel y Chiara, Chiara y Anabel se construyen a sí mismas de los pedazos de cada una. Porque están rotas por dentro, una lo ha aceptado desde siempre, la otra ha huido de ello pero aún así el dolor la ha perseguido. La felicidad no es tan real ni maravillosa como ella pensaba. Y ha llegado el momento de enfrentarse a ello.
Rodada con crudeza y elegancia al mismo tiempo. En La enfermedad del domingo, Salazar deja respirar a los personajes, pausadamente, para hacerlos creíbles. Y eso es un acierto. La naturalidad de las actrices, la buena química entre ambas ayuda a crecer a la historia. Sin ellas, La enfermedad del domingo no sería la película que es. Un drama inusual, una historia de dos mujeres que son familia pero que en realidad no se conocen, dos mujeres que intentan encontrar un punto en común por el que navegar en sus vidas, que aunque no lo parezca van a la deriva, directas a encontrarse.