A propósito de Llewyn Davis

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  Hay películas que esperas como agua de mayo. Estás deseando que se estrenen y poder acercarte al cine, sentarte en tu butaca y que se apaguen las luces. Esta es una de esas. No solamente por la película en si, sino por lo que

cuenta y por la música que la acompaña. A propósito de Llewyn Davis tiene regalo doble, porque viene acompañada de una maravillosa banda sonora, exquisitamente producida por el maestro T Bone Burnett y los propios Coen. El gusto de los hermanos cineastas por la música es bien conocido, ya tuvimos una buena ración de música de raíz americana con O Brother y ahora repiten, esta vez centrándose en el folk, en el Greenwich Village y en todo lo que allí se cocía en los 60. A todo buen amante de la música le hubiera gustado pasarse un rato por alguno de esos café en los que surgió lo mejor del folk. Ahora tenemos la oportunidad de revivirlo en la gran pantalla. Aviso para navegantes, esto no es un documental, no es un biopic no busquen realidad. Es un si yo fuese Joel y Ethan Coen me imaginaría que esto fue así. O mejor dicho, hago que esto sea así.   La historia de Llewyn Davis está ligeramente basada en un grande, Dave Van Ronk. Conocido como el alcalde de McDougal Street, su música quizás no fue tan conocida como lo sería la de Bob Dylan, por citar al exponente máximo que salió de las calles del barrio novayorkino, pero no por ello es menos desmerecedora. Si esta película ayuda a que su música sea más conocida, bendita sea. Aunque se base en su figura, está claro que lo hace muy pero que muy por encima, no encontraremos aquí la historia de Van Ronk. El que quiera historias reales se puede leer el excelente libro The Mayor of MacDougal Street: A Memoir, escrito por el propio Van Ronk y Elijah Wald. No trata de eso la película de los Coen. Así que no lo busquen. Trata de los sueños que se persiguen o más bien que te persiguen a ti y de como intentar hacerlos realidad no es tan fácil como parece. No es la típica comedia de los Coen aunque tiene sus toque de humor, al salir del cine te envuelve un poso de tristeza enorme, de desesperanza, la que vive el propio Davis en su búsqueda del camino a seguir.   Y en medio de ello, un personaje más, esa escena que parecía tan idílica, la del folk, ya saben ustedes, eso del folk que si prados, florecillas y canciones tradicionales tralala. Pues no, resulta que en el folk no todo era buenrollismo y la casa de la pradera. Era una escena dura y difícil en la que había que navegar entre tiburones, siempre los hay, como en todos lados. Y por supuesto, los mediocres siempre triunfaban y los buenos, ay, los buenos las pasaban canutas para llevarse un plato a la boca o encontrar un sofá en el que poder pasar una noche de frío y gélido invierno en Nueva York.   A propósito de Llewyn Davis   Historia de ida y vuelta, de viaje en busca de algo que en realidad tiene uno dentro y no quiere ver. De encontrarse a uno mismo y de perderse o mejor dicho, de querer perderse por el camino, echando los restos si hace falta. Pone la piel de gallina la escena en Chicago, donde Davis hace una prueba a pelo con su guitarra y su voz ante un inmisericorde Albert Grossman interpretado por F. Murray Abraham. Y el impresionante John Goodman, no podía faltar en una película de los Coen, haciendo de una especie de trasunto del inmenso, en todos los sentidos, Doc Pomus pero trasnochado que nos regala un papel supremo de esos cortitos y suculentos capaces de robar protagonismo a quien haga falta. Colosal. A ambos se los encontrará Llewyn en su periplo, en su via crucis en busca de su sitio, acompañado solamente por su guitarra y un gato que ni siquiera es suyo, pero al que se aferra, como si fuera el único ser al que poder amarrarse para no hundirse más de lo que ya está. El viaje, el disco bucea dentro de Davis, así se llama su trabajo, Inside Llewyn Davis. Es un viaje a su propio interior, a la música que es él, después de que su compañero de dúo se suicidara dejándole un hondo y tremendo vacío. Ahora le toca seguir camino solo, un camino que tendrá que descubrir a golpe de guitarra, abrigos que no protegen del frío y de sofás perdidos en los que dormir por una noche.

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  Y todo ello, bañado por esa banda sonora exquisita con un descubrimiento, la voz de Oscar Isaac y su interpretación. Porque el actor además de hacerlo muy bien, canta y no lo hace nada mal. Tanto que Marcus Mumford de Mumford & Sons ha decidido llevárselo para su próximo disco. En la banda sonora Marcus también aporta su granito de arena. Y junto a ellos, Punch Brothers, Chris Thile, Justin Timberlake haciendo de buen actor y cantante fino junto a Carey Mulligan (a la sazón señora de Mr. Mumford y que ya demostró sus dotes cantoras en la desgarradora Shame) y Stark Sands. Y un par de regalos: Una grabación inédita de Bob Dylan del “Farewell” y el “Green, Green Rocky Road” cantado por la voz profunda y ronca de Van Ronk. Canciones tradicionales de esas que ponen la piel de gallina, que te hacen cantar sin saber como, desde “Hang Me, Oh Hang Me”, “Fare Thee Well” o “Five Hundred Miles”.   Como postre, los Coen se marcaron un concierto presentación de la película que incluía no sólo a los protagonistas de la misma sino a lo mejorcito del americana: Avett Brothers, Rhiannon Giddens, Elvis Costello, Gillian Welch y Dave Rawlings, Milk Carton Kids, Patti Smith, Jack White, Marcus Mumford, Joan Baez y muchos más. La piel de gallina. Buena música y buen cine, ¿se puede pedir más?

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