Marla Jacarilla: catálogo sin decálogo
El pasado martes 29 de enero la sala Zumzeig de Barcelona programó nueve piezas elucubrantes y elucubradoras con la firma del postpesimismo lúcido de Marla Jacarilla. ¿Videoinstalaciones, cortometrajes? El trabajo de Jacarilla escapa -diría que incluso afortunadamente- del ámbito-gueto museístico, derribando esa barrera de contención elevada para delimitar… ¿las artes visuales respecto a la cultura de masas?
Dudas y engaños, búsquedas peripatéticas, confesiones, placeres culpables y cierto esplendor en la derrota. La artista asiste con indisimulada sorpresa -a veces, uno diría que hasta con regocijo- al triunfo de la banalidad universal en unas obras donde la palabra se enseñorea, guiándonos por unas imágenes que nunca pretenden ser “significativas”. Lo casual, lo inopinado, le permiten vertebrar un discurso del decaimiento y la nausea. Como si el fin del mundo le pillase a uno tratando de empezar, por enésima vez, un diario que ahora sabremos no tendrá continuidad (¿afortunadamente?).
El proceso de identificación con otros escritores -o la utilización de sus vidas ejemplares para ilustrar la creación de una mitología personal- es un recurso muy querido por la autora de Mecánica de la desidia. Así que la velada arrancó con La improbable veracidad de la historia que estoy narrando o cómo ser Witold Gombrowicz sin infancia acomodada con ayas condescendientes.
¿Y qué tiene que ver un novelista y dramaturgo polaco con la susodicha? Pues todo y nada. Porque la apropiación y confrontación de fotografías permite elaborar una historia tan real como uno quiera, utilizando la confesa coartada emocional de unas grabaciones de patios infantiles convenientemente avejentadas.
La prima bastarda de Stephen Dedalus demuestra, quizás, el significado de la palabra “artista” para esta alicantina. La bastardía -ese apartarse de las características originales- la lleva a encontrar un parecido improbable y voluntariamente forzado entre ella misma y el mismísimo James Joyce.
El proceso por el que dos vidas tan alejadas en el tiempo y en el espacio pueden llegar a tener un espejismo de paralelismo y predestinación se basa en los populacheros seis grados de separación que parecen asegurarnos cierto parecido… con cualquiera. Así que unas fotos de la comunión, un día de feria o una mirada fuera de campo cruzando un puente pueden devenir un encadenado cósmico de casualidades. ¿Por qué no prima del alter ego?
Por el camino posiblemente fuese la más lírica de las piezas proyectadas. Un lirismo que comienza con la firme intención de mimetizarse con el entorno berlinés; por empezar siendo una más, turista superada por el peso de la historia de Alexanderplatz o el regodeo en la alegoría que se esconde en el monumento al Holocausto.
Las ventanas abiertas prologan una búsqueda, nunca del todo desesperada, del propio motivo. ¿Qué hago exactamente en esta ciudad? ¿Cómo pretender ser ajena a este aquí y este ahora? ¿Qué se espera de mi? ¿Y si el caracoleo por puentes y bulevares en pos de la inspiración se convirtiese en argumento en sí mismo?
Manual de instrucciones para interpretar falsas novelas. Extracto. Capítulo V: “Las personas y las cosas” nos deja clara la predilección de la autora por Ramón Gómez de la Serna y sus greguerías. Él mismo las definía como una coyunda imposible entre el humor y la metáfora: ¿la atenta observación de la realidad o su intelectualización satírica?
Así será como -y siempre bajo una apariencia accidental- conozcamos a otro Ramón contemporáneo, crítico y libre. Otro acaparador de objetos con categoría de hito emocional: una enumeración nos lleva a la otra, con casi 100 años de distancia y una idéntica voluntad por convertir los catálogos de objetos en mapas existenciales. Como si declamando en voz alta una pequeña parte del caos que nos rodea lográsemos una efímera fantasía de orden.
La literatura del futuro -o más concretamente: las profecías que han realizado al respecto algunos de los escritores del siglo pasado- es otra de las obsesiones que acompañan y acompañarán a nuestra autora. Si yo lo supiera juguetea con una respuesta inmortal dada por Valle-Inclán: ¿acaso no la estaría practicando -esa literatura del futuro- si supiera cómo? En un mundo que se congratula de su crisis de pensamiento, prendado por ese pretendido aforismo que ha de substituir al pensamiento prolijo y razonado, ecos del pasado nos recuerdan que para más información sobre lo que somos o seremos… remítase usted a mis libros, alma cándida.
26 variaciones sobre la ínfima posibilidad vuelve a mostrar simpatía por el derrumbe inminente -la cámara se pasea por un edificio vetusto, no tanto porque amenace ruina sino por su abandono evidente-, con contrapuntos musicales distorsionados que nos invitan a dudar, precisamente, de lo que estamos leyendo.
Después de estos 26 facts sobre la vida y obra de Bach y tras haber acudido a la wikipedia para contrastarlos… sigo sin estar seguro sobre la verosimilitud de más de la mitad de ellos. Y no es porque no me interese especialmente la figura del pródigo compositor barroco, sino porque ha llegado un punto en el que la sospecha se ha extendido a todas las disciplinas, abarcando los aspectos más incontestables de la ciencia, la historia -¡la geografía!- o, ya puestos, las biografías de prohombres.
Lo frágil que es la memoria quedó demostrado con Apuntes sobre una mise-en-scène como cualquier otra. Y lo digo porque aunque hará cosa de dos años a todos nos impactaron las imágenes del asesinato en riguroso directo del embajador ruso Andrei Karlov, lo cierto es que… ya las había olvidado.
Lo brutal, incluso lo impensable, termina siendo un recuerdo difuminado que al final nos costará clasificar como real o como ficticio. Sí, ocurrió. Y sin embargo, el modo como quedó reflejado para la posterioridad poseía tal cualidad plástica (pornográfica, pero plástica) que a la artista le permite fantasear con una imposible puesta en escena, con el concurso de un gran demiurgo que ordenase la composición y los personajes hasta hacerla a nuestro ojos… ¿hermosa? El asesinato nunca podrá ser considerada una de las bellas artes -lo siento, Lars- pero a veces puede elevarse a la categoría de performance macabra.
En un mundo donde los poderosos lo son más que nunca, no deja de ser paradójico que su figura y apariciones públicas puedan ser objeto de anónimo, compulsivo y general escarnio. Gestos políticos, políticas del gesto recopila memes que en realidad no buscan otra cosa que hacer pasar por cercana a la élite, como si un incansable asesor de campaña se esforzase por que nos cayese en gracia este o aquél -sin importar en modo alguno sus acciones-.
La sesión concluyó con Evolución 1975-2017, un estudio masoquista (lo digo porque para su elaboración debió de digerir y tratar de reciclar los discursos de Navidad de los dos últimos Reyes de España) sobre los mensajes institucionales y su aterradora… ¿atemporalidad?
No, no creo que Evolución 1975-2017 sea una pieza política. Obsesionada por el lenguaje y sus dinámicas repetitivas, Jacarilla se encuentra con su piedra Rosetta: diez minutos anuales que son prácticamente intercambiables, y en el que una frase cualquiera de los ochenta encuentra extrañas reformulaciones en la segunda década del siglo XXI. Más de 40 años de satisfacción, esfuerzo “compartido” y la mirada puesta en el futuro. Ya sabéis: es Nochebuena y, por muy revuelto que esté el patio, el jefe del Estado debe contemporizar, regocijarse y esperanzar(nos).
¿Acaso puede ser otra cosa que un medidísimo ejercicio de prosodia, que un calculadísimo reparto de adjetivos buenistas? Mientras tanto, el espectador medianamente crítico no podrá sustraerse a lo evidente: en la España de hoy para convertir ciertas instituciones en materia de arte hay que pixelar rostros y banderas, silenciar el audio y convertir el himno del país en una mezcla apasionante de música incidental de película de John Carpenter y prólogo perverso de power metal (descomunal trabajo del compositor Néstor Català Serra).