Jim Jefferies, el australiano más entrañable
Esta es una buena época para los amantes de la comedia internacional. A principios de mes pudimos ver al estadounidense Tom Segura en el Teatre Coliseum, y el sábado pasado la misma sala acogió la gira Give ’em What They Want Tour del que es uno de mis humoristas actuales preferidos: Jim Jefferies.
Este australiano se caracteriza por ser provocador y a la vez entrañable. Es capaz de seducir y ofender a partes iguales. Y a su paso por el Coliseum nos dio todo lo que esperábamos.
Jim Jefferies es un gran narrador, sabe jugar con el público y su ejecución es infalible. Como siempre, alterna las narraciones con sus eternas digresiones, que son tan fascinantes que llegas a olvidar cómo ha llegado hasta allí.
Yo ya había visto todos sus especiales de comedia, y sin embargo no dejó de sorprenderme constantemente. Desde que salió al escenario, sonrisas, carcajadas y felicidad general se sucedieron a lo largo de dos horas.
Dos horas hablando sobre temas controvertidos y burlándose de lo absurdo de la humanidad, pero siempre desde el punto de vista de alguien que admite que es idiota.
Aunque juegue a provocar, Jim lo hace con tanto estilo y con tanta empatía, que me parece difícil que alguien pueda ofenderse por nada de lo que dice. Siempre sabe encontrar la forma de hacer que todo el mundo se ría de cualquier cosa.
Evidentemente, siente un gran tirón por la escatología y el sexo. Desató carcajadas cuando empezó su monólogo sobre las mujeres bisexuales. Alguien le dijo que firmara en una campaña de concienciación por las mujeres bisexuales, a lo que él respondió que esa comunidad precisamente le encanta a absolutamente todo el mundo.
Más tarde se puso a hablar de los derechos para los gays, con una delirante comparación entre las parejas heteros (aburridas e incompatibles) y las parejas gays (hedonistas y afines), en la que admitió que a él como hetero le gustaría tener los mismos derechos que los gays.
Habló sobre su matrimonio con la actriz británica Tasie Lawrence, con quien tiene un hijo. Sobre su mujer, bromeó: “She’s British, but visually… she’s Indian. British talky talky, Indian looky looky”.
Pero creo que su momento estelar fue la perorata sobre la sexualidad de sus padres, que generaba incomodidad y risas a partes iguales. Un cúmulo de despropósitos con final relativamente feliz. Y lo mejor es que la historia parecía totalmente genuina.
Tal vez hacia el final flojeó un poco, y los momentos de interacción con el público para hablar sobre temas locales parecieron demasiado de relleno. Pero fue el único altibajo de un espectáculo redondo que nos dejó. Uno de los grandes.