Gravity, perdidos en el espacio

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GRAVITY

 

Reconozco que nunca he sido muy amiga del 3D y desde el principio me ha parecido un supremo timo para los pocos amantes del cine que aún seguimos visitando las salas. Puedo contar con los dedos de una mano la películas que he ido a ver en 3D y si puedo evitar verlas así mucho mejor, pero la nueva aventura de Alfonso Cuarón se merecía una oportunidad. Y tengo que decir que, esta vez si, me ha convencido. Aunque en general el 3D me parece una mierda que sirve para encarecer el cine más de lo que ya es. Ah y para que pase un par de horas con unas molestas gafas encima de mis gafas, ¿por qué a nadie se le ha ocurrido que un alto porcentaje de la población ya llevamos gafas y que eso con el 3D podría ser un problema? El que se lo inventó seguro que no tenía cuatro ojos, pues ahora resulta que tenemos seis. Problemas ópticos a parte, Gravity merece un visionado en 3D, este es el típico ejemplo de película en la que este elemento “novedoso” casa a la perfección y no es simplemente una excusa. ¿A quién no le gustaría experimentar cómo es estar en el espacio? Una de las grandes fascinaciones del ser humano. Pues viendo esta película lo conseguiréis un poquito. Hasta a James Cameron, el que encendió la mecha de su Avatar ha reconocido que Cuarón ha hecho no solamente una película redonda, sino la mejor película del espacio que haya visto (habría que ver que pelis ha visto mr. Cameron, evidentemente). Aunque teniendo a Alfonso Cuarón dirigiendo, estos piropos no son baladí.

 

Aún recuerdo mis primeros acercamientos a Alfonso Cuarón, me robó el corazón desde Y tú mamá también. Allí descubrimos a Diego Luna, Gael García Bernal y por supuesto vimos a una inconmensurable Maribel Verdú. Recuerdo que fuimos a verla a un cine que me parece que ya no existe, hace tiempo que nos dejó, descanse en paz. Y que salimos de la sala noqueados y creo yo, marcados. Incluso su paso por el universo Harry Potter mereció la pena, ese toque oscuro que le dio al Prisionero de Azkabán era lo que la saga necesitaba, para mi la mejor película de la serie. Sin olvidarnos de Hijos de los hombres, desasosegante y apocalíptica película interpretada por Clive Owen. No sólo ofrece buenas historias sino que además es un mago visual, con una capacidad de crear imágenes dignas de quedarse atrapadas en nuestras retinas.

 

En Gravity nos cuenta la historia de Ryan Stone (Sandra Bullock), una doctora cuyo proyecto la lleva en una misión espacial junto al comandante Matt Kowalski (George Clooney). Un accidente en el espacio los abocará a la deriva en un inmenso cielo estrellado, sobrevolando la tierra, admirando su belleza y a la vez temiéndola, perdidos en el espacio e intentando volver a casa sanos y salvos. La magia técnica de Cuarón consigue que nos pongamos en la piel de Bullock, precisamente el elemento extraño de la misión, ya que no es un astronauta, sino una doctora que ha tenido un entrenamiento de seis meses para instalar su proyecto en el espacio y que sufre los problemas de cualquier astronauta principiante, miedo e inseguridad con su propia físico, por ejemplo. Ese miedo se multiplica por 100 cuando se ve abocada a la deriva en un espacio que le es desconocido y por lo tanto temido. Ella no es un astronauta experto como el personaje de Clooney y consigue con su temor, sus respiraciones entrecortadas y sus volteretas en el espacio transmitirnos esos sentimientos de estar perdido sin saber que hacer.

 

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No voy a desvelar la trama, el que quiera saber lo que pasa tendrá que ir a ver la película. Sólo os diré que te mantiene pegado a la silla hasta el último momento. En tensión, a punto de explotar, por muy rocanbolesco que parezca. Y que además lo hace visualmente de manera espectacular. Se me ha quedado grabada la imagen de una gota, una lágrima que se aleja y se acerca a nosotros, de como al centrar la vista en la gota que refleja perfectamente a Bullock, todo a su alrededor se difumina. Si el 3D se ha inventado para algo ha sido para esta película, sin duda. Olvidémonos del vamos a poner un par de escenas excusa para meter 3D, no, aquí se ha pensado con la cabeza y bien pensado y se ha dirigido con pulso firme y mano experta. Chapeaux, mr. Cuarón. Lo ha conseguido, ha conseguido que nos metamos en la cabeza de la protagonista que nos convirtamos en un astronauta novato pululando por el cielo estrellado temiendo que esto sea lo último que vayamos a ver. Sin gravedad, sin pisar de nuevo la tierra que nos vio nacer, sin volver a casa. Atrapados en la inmensidad y pensando que quizás esto sea lo último que hagamos, que nadie nos oirá gritar, que nadie nos echará de menos.

 

Dejémonos de cábalas sobre si lo que pasa o deja de pasar es creíble o no, estamos viendo cine, firmamos un contrato cuando entramos en una sala, un contrato por el que nos creemos que lagartos gigantescos invaden el mundo, seres sobrenaturales salvan a la humanidad,…Nada de esto pasa en la película que conste. La manera en la que Cuarón rueda nos hace creernos que todo lo que pasa en la película es posible y además lo hace de tal manera que logra identificarte con esos astronautas, de repente te encuentras metido dentro de un traje espacial en gravedad cero y con el oxígeno al 2%. Y estás tan angustiado que no paras de pensar, por dios, espero llegar a la nave antes de que se me acabe el oxígeno. Ese paso del” espero llegar antes de que se le acabe”, a “antes de que se me acabe” es crucial. Y Cuarón lo consigue. Estás pegado en la butaca como un astronauta en el despegue de una nave desde Cabo Cañaberal hacia el espacio. Motores a máxima potencia y pidiéndole al universo que la nave no se achicharre a mitad de camino.

 

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Creo que no me equivoco al decir que Cuarón es un maestro, uno de esos que hasta hace parecer a Sandra Bullock una excelente actriz. Un Cuarón que recrea el espacio, yo no he estado nunca (ojalá pudiera) pero esto debe ser lo más parecido a estar allí que vamos a vivir. Y aunque no lo notemos, está claro que todo está pensado y requetepensado, cuadrado al milímetro para que salga tal y como es. Como un maestro relojero que va encajando las piezas de un puzzle perfecto de armonía visual. Y nosotros estamos ahí metidos, dentro de nuestro traje, pasándolas canutas y disfrutando con ello. En un crescendo de ¡dios mío qué más puede pasar! Anclados en la butaca a la espera que Houston empiece la famosa cuenta atrás. Tres, dos, uno, ignición y directos al espacio.

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