Fue la mano de Dios, la Bildungsroman napolitana

Fue la mano de dios
Guion y dirección de Paolo Sorrentino, 2021

En el Nápoles de mediados de los años ochenta vive una familia como cualquier otra. Extensa y variopinta, con relaciones sanas, malsanas y absurdas. Una familia extensa donde reina el amor, el diálogo, el cariño y las bromas, pero también los conflictos, las disputas y la violencia. Es la familia de Fabietto, el protagonista de este recorrido vital por un momento decisivo en la vida de un adolescente. El momento en el que el niño queda atrás y empieza a formarse la persona que será.

Fue la mano de dios no solo es otro tributo de Sorrentino a la ciudad que lo vio nacer. Además, es una Bildungsroman, término alemán para referirse a la novela de formación. Un género que captura el momento de paso a la edad adulta, la búsqueda de respuestas y todos los procesos que contribuyen en la formación intelectual y emocional del protagonista. Aunque generalmente este género de novelas abarca un período de tiempo extendido, generalmente con un viaje de por medio, Sorrentino lo resuelve en dos actos diferenciados (no sufras, no voy a hacer spoilers), con una clara distinción entre antes y después.

Si La gran belleza era una oda a Roma, Fue la mano de dios es su carta de amor a la Nápoles de la infancia del director. En este relato autobiográfico, Sorrentino explora esos lejanos años ochenta y los sucesos más cómicos y más trágicos de la época.

No faltan los ingredientes a los que nos tiene acostumbrados el director, como los personajes extravagantes, los momentos grotescos, el intimismo, los paseos urbanos y los diálogos precisos y cínicos. También encontramos pinceladas del declive de la desfasada nobleza italiana que ya vimos en La gran belleza, además de unas cuantas gotas de surrealismo religioso y su particular tributo a Fellini.

Tampoco falta la poesía. No solo la explícita que se recita en determinados momentos, sino la implícita en la representación tanto de la belleza como de la fealdad, como la madre de Fabietto haciendo malabares con naranjas o la abuela, vestida con un abrigo de piel en verano y comiendo mozzarella de la forma más desagradable que se pueda imaginar.  

Entre su repertorio de personajes singulares encontraremos a un pequeño monaguillo, a la exuberante tía de Fabietto, a la baronesa que vive en el piso de arriba de la familia, a un simpático contrabandista de tabaco, al cineasta napolitano Luigi Capuano y a un curioso pretendiente septuagenario que habla a través de un laringófono. Ah, y a Diego Armando Maradona.

Sorrentino logra alternar de forma salvaje y precisa gags de humor absurdo con momentos absolutamente conmovedores y poéticos, siempre con el ritmo pausado del que sale por la noche a dar un paseo por la Bahía de Nápoles.

Es un recorrido por lo más entrañable y lo más crudo de la vida, con momentos para reír, momentos para emocionarse, momentos para llorar y momentos para pensar que la vida es belleza deteriorándose. Un recorrido donde hay espacio para el descubrimiento del erotismo, para la violencia doméstica, para el duelo y para la magia cotidiana hecha a base de silbidos.

Habrá a quien no le convenza el ritmo de la película, que se ralentiza en el segundo acto de la novela, pero me parece inevitable al pasar de una narrativa coral a una exploración íntima de la construcción del yo.

En definitiva, Fue la mano de dios es una conmovedora novela de formación, una preciosa novela autobiográfica, ejecutada con ese preciosismo/feísmo sorrentiniano que me resulta tan irresistible. Una película completa y evocadora, a la altura de sus mejores obras.

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