Días escasos, los últimos días
Los últimos días (Àlex y David Pastor, 2012)
El morbo de ver vacía la calle Balmes, el suelo quebrado de la Plaça Catalunya por el que asomarían los espacios del metro o bandadas de monos y elefantes campando por Diagonal Mar me llevaron al cine para ver la última obra de los hermanos Pastor, Los últimos días. Sin embargo, poco hay de esto: un par de fugaces imágenes aéreas de una Barcelona que se intuye desolada más de lo que se ve, un ciervo solitario, una escena cinegética vista y no vista y un oso menos bravo que los de Brave.
La primera obra de los hermanos pastor, Infectados (Carriers) constituyó una agradable sorpresa. Dos catalanes presentando desde Hollywood una sólida obra apocalíptica en la que dos hermanos y sus dispares parejas efectuaban una huida hacia delante buscando el lugar dónde antaño pasaban las vacaciones. El trayecto, realizado en el marco de una epidemia que está acabando con la vida humana, estaba repleto de tensión. El primer encuentro en la carretera con el padre que lleva una hija enferma y la resolución del mismo, la entrada al pueblo abandonado o la visita al hospital dónde el último médico somete a los niños a eutanasia elevan la tensión con eficacia visual en registros que oscilan entre el Shyamalan de El incidente o el Guillermo del Toro de Mimic. A partir de allí, sin embargo, la cinta resultaba funcional y carece de, por así decirlo, densidad visual o nihilismo o sarcasmo en las actitudes de los personajes.
Es de agradecer, de valorar muy positivamente, la apuesta que David y Alex han realizado, llevando a cabo su nuevo proyecto en España. No es, empero, un paso adelante, sino un giro en torno al punto dónde se hallaba Infectados y sufre de problemas semejantes. Los últimos días es también una road movie apocalíptica, dónde un par de inesperados colegas deben recorrer un trayecto a riesgo de sus vidas. Algo harto trillado pero siempre resultón si se tiene madera cineasta. Y los hermanos Pastor la tienen. Así, la presentación de los personajes encarnados por Quim Gutiérrez y José Coronado funciona a la perfección, la sintética explicación en flashback del desarrollo de la epidemia de agorafobia que encierra a todo el mundo (literalmente) de puertas adentro también es muy eficaz (excelente la secuencia de expulsión de Rovira, el primer afectado de la oficina) y todo su trayecto hasta la casa de Marc, el enfrentamiento en el metro, la detonación de la bombona de camping gas, funcionan bien a nivel narrativo y visual. Desafortunadamente, a partir de allí, los personajes caen en el tópico y las situaciones se resuelven un tanto apresuradamente.
Mientras los protagonistas de Carriers huían del horror bajo un cielo nítido, sin transferir prácticamente al espectador consciencia alguna de culpa o desesperación, los de Los últimos días se esfuerzan por hacernos sentir su preocupación por los seres queridos pero sus frases nos los limitan como si sean individuos de una pieza. El diseño de producción y la fotografía, por otro lado, se lucen bajo el suelo, en la abarrotada estación de metro, en los túneles o en las cloacas y, finalmente, en la secuencia de la trinchera en los almacenes (con resonancias de la Fura dels Baus), pero hay un deje de anuncio televisivo en las secuencias exteriores, en la recogida de agua de lluvia, en la cena posterior a la caza o en las últimas imágenes en la sala de cine. Posiblemente haya razones de presupuesto que limiten determinadas opciones pero también se echa en falta una evolución en la profundidad de personajes y situaciones, replicando errores de su obra anterior. Habrá que esperar a una nueva película para valorar si los próximos días de este dúo fantástico significan un paso adelante. Y, eso sí, no dejo de recriminarles no haber visto la Sagrada Familia hecha pedazos, los jugadores del Barça encerrados en sus vestuarios, el Tibidabo en llamas y la imagen de algún tertuliano radiofónico arrodillado ante una estatua de Colón derribada y maldiciendo a toda la humanidad.