Dead Kennedys, la leyenda über alles
Ayer la sala Razzmatazz se llenó de calvas y crestas de punks de todas las edades para asistir a la visita de esta legendaria banda californiana.
Los encargados de abrir la noche fueron Último Rekurso, una banda de Sant Boi de Llobregat con una gran energía en directo, letras lacerantes, riffs atronadores y un sonido que podría hallarse a medio camino entre La Polla Records y Bad Religion. El quinteto calentó la sala, que estaba a poco más de media capacidad.
La famosa composición de Ennio Morricone para El bueno, el feo y el malo precedió a la aparición de los Dead Kennedys. Con una buena presencia y aspecto de abuelos entrañables, los de San Francisco se lanzaron sin dilación a su repaso de las perlas de su discografía clásica.
Al empezar el concierto, me sorprendió escuchar una pregunta rumoreada entre el público. ¿No está Jello Biafra? Cualquiera que haya seguido un poco los pasos de la banda sabe que Biafra abandonó la banda en 1986, y en las décadas posteriores la relación entre el cantante y el resto de los Dead Kennedys ha sido bastante problemática, con procesos judiciales de por medio.
En 2017, los programadores del Riot Fest tantearon una posible reunión de la formación original. Los demás miembros estaban dispuestos a hacerlo, pero Biafra se opuso. Desde el año 2008, el cantante de la banda es Skip Greer, que en los años noventa había tocado con los Wynona Riders.
Esta era mi primera vez viendo a los Dead Kennedys, así que fue emocionante ver sobre el escenario a East Bay Ray, Klaus Flouride y D. H. Peligro. La edad no perdona, claro está, y es difícil para una banda de punk mantener la intensidad de sus orígenes (recordemos que Flouride y Peligro tienen ya 73 años).
Sin embargo, los Dead Kennedys logran mantener su encanto y están claramente orgullosos de su pasado. Porque se trata precisamente de rememorar el pasado, a base de interpretar los temas que los hicieron famosos en los años ochenta.
Evidentemente, históricamente uno de los atractivos principales de la banda siempre fue Jello Biafra, con su actitud histriónica, su sarcasmo y su particular energía sobre el escenario. Imagino que a lo largo de los años Skip Greer ha tenido que aceptar lo que se espera de él: ser un sucedáneo aceptable. En cualquier caso, Greer parece muy cómodo con su papel, aportando su propia actitud satírica y sus bromas.
El repertorio estuvo a la altura de las expectativas. Sonaron joyas como Kill the Poor, Too Drunk to Fuck, Nazi Punks Fuck Off o California Über Alles. El concierto se cerró por todo lo alto con unos bises donde sonaron la famosa versión de Viva Las Vegas de Elvis Presley, el temazo Holiday in Cambodia y Chemical Warfare (con injerto de Sweet Home Alabama).
En definitiva, una buena noche de nostalgia con una banda que tal vez no podamos volver a ver. Era una asignatura pendiente, y fue un placer saltar, corear y vibrar con estos clásicos del punk.