L’Alternativa, Festival de Cinema Independent de Barcelona
Algunas cosas que agradecer
Es muy de agradecer que, en estos tiempos funestos en los que el predominio del “cine espectáculo” minimiza las posibilidades de programar y dar visibilidad a “ese otro cine” (del que tanto se habla pero tan poco se ve), haya pequeños y arriesgados festivales que sobrevivan con estoicismo y valentía a las inclemencias de la vida, los recortes presupuestarios y los vaivenes políticos.
Es muy de agradecer que un festival como L’Alternativa crezca año tras año sin traicionar sus principios originarios, apostando siempre por producciones al margen de las grandes industrias y dando cabida a obras arriesgadas que conforman una cartografía alternativa a aquella que nos ofrecen cada semana salas comerciales y rankings de blockbusters.
Es muy de agradecer que la película inaugural sea Touky Bouky (1973), opera prima del senegalés Djibril Diop Mambéty que, a pesar de haber recibido el premio de la crítica en el Festival de Cannes, es a día de hoy prácticamente desconocida por estos lares. Aun a pesar de que sean tan sólo 3.000 Kms los que separen España de Senegal (esto en pleno S. XXI no tendría que ser tanto, ¿no?). La breve y truncada trayectoria del director –falleció a los 53 años víctima de un cáncer de pulmón– nos muestra a alguien socialmente comprometido con su país y extremadamente crítico con el neocolonialismo, pero también a alguien capaz de desarrollar una cinematografía con una gran carga poética, heredera tanto del neorrealismo como de la Nouvelle vague (por extraño que esto pueda parecer). Utilizando sabiamente algunos códigos del cine documental, Touky Bouky narra una historia de ficción: la historia de Mory y Anta, una pareja de jóvenes senegaleses que sueñan con huir de la miseria de Dakar y llegar a Francia, la tierra soñada. Aunque para ello tengan que recurrir a métodos bastante drásticos. Y como banda sonora de esta historia, Joséphine Baker canta aquello de “París, París, París… un trozo de paraíso en la tierra”. Justo lo que nuestros protagonistas desean encontrar a toda costa. Touky Bouky es un relato sencillo narrado de un modo pausado. Un relato, eso sí, en el que la violencia tiene cabida del mismo modo que tiene cabida en la vida misma. Porque dicha violencia es uno más de los personajes, tercer protagonista en discordia, siempre presente aunque a veces invisible. A ratos estruendosa y a ratos silenciosa. A ratos dentro del plano y a ratos fuera del mismo. Una violencia de la que la pareja protagonista no podría desprenderse jamás. Ni siquiera, aunque llegasen a París.
Es muy de agradecer que L’Alternativa haya proyectado Ciutat Morta, uno de esos documentales que nacen fruto de una necesidad urgente: la de canalizar la rabia y la impotencia ante un sistema que tal vez se encuentre en la plenitud de su descomposición y podredumbre (pido disculpas, a veces el tremendismo me vence). Documentales que responden a la imperiosa inevitabilidad de gritar a pleno pulmón que hay demasiadas cosas que no funcionan como deberían; porque la justicia ya no es lo que era (de hecho, a ratos ni siquiera es nada) y, si ya decía Shakespeare que algo olía a podrido en Dinamarca, en Barcelona mejor no hablar.
Son documentales realizados de un modo totalmente precario y sin –por supuesto–ningún apoyo ni subvención económica por parte del gobierno. Documentales sin pretensiones estéticas, efectos especiales ni ansias de acumular premios (aunque al final los consigan). Documentales que probablemente no lleguen jamás a las televisiones públicas (demasiada verdad podría provocar la problemática crispación de un pueblo adormecido). Documentales denuncia, documentales cuchillazo, documentales alarido. Documentales que se difunden gracias al boca oreja y no necesitan más publicidad que la que da su propio público. Documentales como Ciutat Morta, que describe los sucesos acaecidos el 4 de Febrero del 2006 en Barcelona, cuando varias personas fueron acusadas injustamente de agredir a un policía y la necesidad de encontrar una cabeza de turco tuvo como consecuencia el suicidio de una de las acusadas. Documentales como Ciutat Morta, que desbordan expectativas y consiguen el primer sold out del festival. Documentales que obtienen un aplauso de varios minutos y dejan al público con un nudo en la garganta. Documentales que nos recuerdan que la impotencia existe, sí. Pero que a veces, por suerte, es posible luchar contra ella.