Este mes de julio hemos podido saber algo más sobre el estudio de animación nipón 4ºC, merced al miniciclo de cuatro películas (Princess Arete, Mind Game, Genius Party y Genius Party Beyond) que le ha dedicado la Filmoteca de Catalunya.
30 años lleva ya el equipo de Eiko Tanaka y Koji Morimoto luchando por hacerse un hueco en el competitivo mundo de los seriales, los OVAs, las películas de animación y los videojuegos. Su premisa, además, es exigente: rodearse de los mejores, darles libertad absoluta y… ver qué sale de todo eso. Eso sí: sin olvidar que esto es un maldito negocio (cuentan ya con numerosos pinitos en el mundo de la publicidad y videos musicales para Linkin’ Park o el inefable Kanye West).
El resultado es un dream team de animadores nacidos mayoritariamente en la década de los sesenta y con un pasado común: en una u otra faceta, todos estuvieron picando piedra en alguna escena de Akira o en nómina del Studio Ghibli. Todos, también, están convencidos de que el anime es un entretenimiento adulto, una forma de expresión que no necesita de enfoques simples o uniformizadores.
Y sin embargo, el primero de sus largometrajes 100 % Studio 4ºC con cierta repercusión internacional se ve hoy en día como una pieza algo acartonada, con una preocupante falta de ritmo. Princess Arete (2001) fue un trabajo de Sunao Katabuchi, más conocido por su serie de animación Black Lagoon (2006). La historia de una princesa encerrada, secuestrada y, finalmente, liberada (en más de un sentido) constituye toda una parábola sobre el libre albedrío y la necesidad de usar (y abusar) de la imaginación. Todo muy fino –demasiado- (¿o quizás la culpa sea del canon establecido por Miyazaki y los suyos?)
Mind Game (2004), en cambio, es un indudable logro en el campo de la animación. Una locura compleja que mezcla de manera coherente diversos estilos, integrados a la perfección en un loco carrusel de puntos de vista, vidas posibles, experiencias pasadas y flashes significativos (¿o meras anécdotas coloristas?). Un genuino “juego mental” donde nos pasearemos por la cabeza de los protagonistas (y de los secundarios, que también tienen su mundillo interior) sin entender mucho al principio –desconcertante y fabuloso resulta el prólogo en forma de cascada de de imágenes- pero involucrándonos finalmente en esta odisea existencial.
Nishi es un mangaka con la cabeza llena de ilusiones y el corazón partío. El objeto de sus deseos es una chica convenientemente caprichosa e inalcanzable, junto a la que acabará en una tabernucha donde se desencadenará la acción, al más puro estilo Tarantino.
El pagafantas vocacional volverá a tener una segunda oportunidad sobre la capa de la tierra y la aprovechará para emprender una loca evasión que le llevará hasta el estómago de una ballena, emulando el periplo de Jonás. Él y su musa conocerán a un ermitaño que con su dieta eminentemente piscícola se ha adaptado a la vida tras las barbas del cetáceo. Este es el corazón del filme: una deliciosa fantasía –con intentos de evasión incluidos- alrededor de esta vida enclaustrada. Supervivencia y mucha imaginación para cubrir tantas horas muertas.
Genious Party (2007) es la primera de las dos entregas que, a manera de ostentoso catálogo, ha perpetrado hasta la fecha el Studio 4ºC. En ellas se baten en talentoso duelo sus mejores espadas, en pos todos de la gloria creativa. Cortometrajes locos, muy locos donde se esconde alguna que otra joya y… algún que otro peñazo.
Tras el prólogo que da título al filme -obra de Atsuko Fukushima-, destacan la fantasía alrededor de un mocoso todopoderoso del especializado en diseño de mechas Shoji Kawamori (Shanghai Dragon), la persecución mórbida de sujetos más bien muertos de Deathtic 4 (Shinji Kimura) y la ultradetallista Baby Blue (Shinichirô Watanabe), ensoñación triste con otro amor de instituto como protagonista. También resulta deslumbrante Happy Machine, una pieza naif e inclasificable de Masaaki Yuasa, poseedor de un curriculum que incluye capítulos de Shin-chan o el celebrado Food Chain para Hora de aventuras.
Más flojas resultan el ensueño alrededor de la figura del doble de Yoji Fukuyama (Doorbell) y, directamente infumable, la fuga presuntamente existencialista de Hideki Futamura (Limit Cycle).
La segunda entrega de este genuino café de artistas (Genius Party Beyond (2008)) hizo, esta vez sí, honor a su título: una auténtica fiestaza de genios, una gozada que funciona a la vez como panorámica de técnicas de animación y como estado de la ciencia a finales de la primera década del siglo XXI.
El recital comienza con Gala, de Mahiro Maeda, una sinfonía mística alrededor de algo tan sencillo como… el primer brote de una planta. Lo que empieza como una auténtica hecatombe en una pequeña comunidad (la colocación de la semilla) terminará en una eclosión de luz, color y mucho ritmo.
A Maeda lo hemos visto trabajar para Ghibli o GONZO, colaborando en títulos como Porco Rosso, The Animatrix, la famosa secuencia anime del volumen 1 de Kill Bill o –¡atención!- formando parte del diseño artístico del filme Mad Max, furia en la carretera (2015).
Moondrive, de Kazuto Nakazawa es la más gamberra de las cinco propuestas: una historia cafre de buscadores de tesoros abonados a actividades ilícitas en un futuro forzosamente imperfecto. Sucia, divertida, políticamente incorrecta.
Wanwa the Doggy, de Shinya Ohira, con su delicioso toque infantil, es otro colagge de miedos y huidas con un ogro como excusa para pasearnos por escenarios erigidos a partir de juguetes, caramelos, precipicios. No en vano se inspiró directamente en los dibujos de su propio hijo (1) para desplegar otra vez ese estilo único (de fuga, de centelleo), marca de la casa de un autor que también colaboró en títulos fundamentales de Ghibli (Recuerdos del ayer (1991), El castillo ambulante (2004)).
Tojin Kit, de Tatsuyuki Tanaka es críptico y desesperanzador. Una mujer lleva una vida solitaria rodeada de unos aparentes peluches a los que es capaz de insuflar vida y dotar de un inusitado poder destructor. La trama la completa un extraño trío policial con una misión más bien difusa. Tanaka es otro de los nombres (por aquél entonces, casi anónimos) que estuvieron detrás de Akira (concretamente colaboró en el desarrollo del personaje de Tetsuo).
Y el final no podría ser más brillante: Dimension Bomb, dirigido por uno de los cofundadores del Studio 4ºC, Koji Morimoto. Una absoluta obra maestra libérrima e incomprensible pero… bellísima.
Nos quedamos con ganas de más (la trilogía de Berserk también hubiese merecido un pase en pantalla grande), pero este despliegue de apellidos –unos más o menos ilustres, otros todavía desconocidos- nos ha servido no sólo para situar en el mapa al Studio 4ºC, sino para rendirnos ante sus inagotables ganas de seguir haciendo… pues algo distinto.
(1): Sobre animadores y sakuga: breves pensamientos sobre animación japonesa: https://sobreanimadoresysakuga.wordpress.com/2015/03/31/shinya-ohira/