Los fans de Gibli estamos de enhorabuena, Netflix acoge el catálogo del estudio y no solo las películas de Miyazaki. Así que es hora de poneros al día y revisar las películas de este genial estudio de animación. Yo estoy aprovechando para volver a ver algunas joyitas y para ver otras que no había podido todavía, como por ejemplo, Pompoko de Isao Takahata.
Esta es la tercer película de Takahata para Gibli después de La tumba de las luciérnagas (1988) y Recuerdos del ayer (1991). Pompoko es de 1994 pero está de absoluta actualidad. Ya lo veréis. Los protagonistas son tanuki o mapaches japoneses y la película nos cuenta la batalla de los mapaches en la era de Pompoko, allá por los años sesenta por preservar un bosque a las afueras de la gran urbe japonesa. Los tanuki tienen el poder de la metamorfosis y a lo largo de la historia japonesa lo han utilizado para protegerse. Algunas veces, incluso dándose a conocer a los humamos. Cuando una familia de mapaches que vive en la montaña de Tama descubre que van a construir una urbanización en su casa y que todo lo que conocen va a desaparecer, deciden usar todo su maravilloso poder de transformación para evitarlo a toda costa.
La naturaleza y su protección están muy presentes en la obra de Studio Gibli pero en esta película aún más. La naturaleza que lucha contra el ambicioso hombre que la arrasa y la elimina en pos de un progreso que nos ha llevado muchas veces a situaciones como la que estamos viviendo. El ser humano por encima de todo, de la madre tierra que nos ha criado y nos ha dado la vida. Aquí la naturaleza está representada por los tanukis que luchan contra viento y marea contra el inexorable y despiadado avance de la humanidad, utilizando todas las armas de las que disponen, pero sobre todo, del ingenio y del arte milenario de la metamorfosis por el que son conocidos legendariamente los tanuki.
Un narrador nos cuenta esta aventura singular, divertida y entretenida. A mi sobrino de ocho años le encantó, pero es una película que no tiene edad. Los tanuki son graciosos a más no poder. Tiene tres formas: la primera, la normal como animal. La segunda muy cómica cuando se convierten en animales capaces de hablar. Y la última, todo en lo que se pueden convertir metamorfosis mediantes, humanos incluidos. Todo ello lo usan para evitar que las obras de talado y desforestación sigan adelante. Para que el ladrillo no se coma el bosque. Los mapaches de este oasis verde de Tokio, también recurren a sus grandes maestros. Enviando emisarios en busca de los grandes tanuki de la metamorfosis para que les enseñen a perfeccionar este arte. La batalla final (desfile en la ciudad) es simplemente espectacular.
A pesar de ser una comedia muy divertida, el mensaje que transmite es totalmente realista, triste es cierto, pero puede ayudar a los más pequeños a concienciarse sobre el bien preciado que es la naturaleza. Los mapaches luchan contra el hombre, aunque saben a ciencia cierta, que seguramente van a perder. Eso sí, jamás cejarán en su empeño. Más de 20 años después, esta obra maestra de Takahata sigue siendo totalmente válida. Podría estar pasando ahora mismo en cualquier rincón del planeta. Vedla, merece la pena. Y luego ya si acaso, comentamos lo de las gónadas gigantes. 🙂