Cada cierto tiempo, el núcleo duro de esta gran publicación se reúne a nivel privado para hacer una maratón de cine muy particular. En nuestros Ciclos de Cine de Culturaca, la programación pretende hibridar la línea de célebres festivales de cine como Sitges, D’A, Sundance, Cannes y Hostafrancs.
Por lo tanto, suele haber cine de autor preciosista, surrealismo, toques de gore y alguna película de esas tan pésimas que son gustosas. ¿Quién dijo que el cine tenía que ser bueno para verlo?
Creo que puedo afirmar que esta ha sido sin duda la edición con menos calidad de nuestra historia, pero por alguna razón incomprensible me he visto obligado a hablaros de ellas. Aquí tienes las 4 películas que no hace falta que veas este año… aunque sé que lo harás, porque eres como nosotros y la curiosidad te corroe el alma.
1. Crumbs, de Miguel Llansó (2015)

Una producción hispano-etíope de aventuras, fantasía y misterio. Décadas después del apocalipsis y de descubrirse vida extraterrestre, los pocos humanos que quedan luchan por la supervivencia. Una enigmática nave espacial extraterrestre flota en los cielos, sin indicios de actividad. El jorobado Gagano sueña con no tener que vivir en un estado de miedo perpetuo. Interpretando los mensajes oraculares de la bolera en la que vive con su compañera, Selam, el héroe decide emprender un viaje “épico” por un paisaje etíope postapocalíptico. Ritmo lento, mucho sinsentido, brujas, Papá Noel, nazis, vendedores de segunda mano y vestigios del capitalismo elevados al nivel de santidad. Todo ello en un mediometraje minimalista, inclasificable y surrealista a más no poder. Una ideaca, vamos.
2. Inuyashiki, de Shinsuke Sato (2018)

Ichiro Inuyashiki es un hombre mayor cuya carrera profesional empieza a hacer aguas, su familia lo desprecia y le acaban de diagnosticar una enfermedad terminal. Todo cambia una noche en la que sale a pasear por el parque. Él y un adolescente meditabundo son víctimas de una explosión que, lejos de acabar con ellos, los transforma en unos poderosísimos cyborgs. Uno usará sus poderes para ayudar a los más necesitados, el otro para sembrar muerte y destrucción. Es una adaptación del manga de Hiroya Oku. Mucha acción, mala baba, exageración nipona, cierta sensiblería y bastante absurdo. No tiene sentido alguno, y es absolutamente fascinante.
3. Son of Sofia, de Elina Psikou (2017)

¿Qué pasaría si Yorgos Lanthimos grabara una peli escrita por Michel Gondry y pensada para ser dirigida por Haneke? Pues no lo sé, pero seguro que no se parecería en nada a Son of Sofia, una película sobre un niño, Micha, atrapado entre dos culturas distintas y obligado a vivir en un hogar extraño y opresivo. Un niño que se hace mayor a golpes, con una madre cada vez más distanciada de él, un padrastro entre entrañable y autoritario que le habla en una lengua que no comprende y un nuevo amigo que lo llevará por caminos oscuros. Y para huir de tanta realidad, Micha se refugiará en su universo de criaturas oníricas. Poco a poco, entraremos en una espiral de decadencia y de violencia latente que hará que este cuento de hadas se vuelva cada vez más incómodo. Sueños, ansiedad infantil, osos de peluche y una escopeta.
4. La disparatada parada de los monstruos, de Alex Winter (1993)

La jornada terminó con un tributo a los excesos de los noventa, esa década que nos vio crecer. Música grunge, colores saturados, cameos inolvidables, efectos especiales de goma y culto a lo desmesurado son algunos de los ingredientes de Freaked, tributo absurdo al clásico Freaks de Tod Browning. Es una comedia negra con toques de fantasía sobre una estrella del cine que se asocia con una corporación dedicada a comercializar un fertilizante químico letal. Es enviado a un oscuro destino suramericano llamado Santa Flan, pero junto con su mejor amigo y una activista ecologista que recogen por el camino acaban en un siniestro circo regentado por Elijah C. Skuggs, un Victor Frankenstein moderno que gusta de experimentar con mutaciones tóxicas y que no desentonaría en el clásico videojuego Maniac Mansion. Una película incongruente a más no poder que no ha envejecido nada bien, disfrutable únicamente bajo el efecto de sustancias intoxicantes. Imperdible, vamos.