El verano es uno de esos meses de sequía cinematográfica. Es difícil encontrar un estreno que no sea el blockbuster del verano, ese invento infernal que nos endosaron los yanquis hace ya años. Pelis palomiteras que en teoría arrastran masas, en teoría porque la crisis y el verano se notan y mucho, y más si la entrada en un cine de esos de centro comercial donde va toda la masa a congregarse cuesta entre semana casi diez euros. Resultado 10 personas en la sala, en un multicine de más de 10 salas. Hagan ustedes números. Ay, nos vamos a quedar sin cines y entonces, ¿qué demonios vamos a hacer los cinéfilos empedernidos? Aquellos que siguen yendo al cine confiando en que pasarán un par de horas de diversión y buen cine. Pacific Rim no es arte y ensayo, es diversión y entretenimiento. De ese que tienes que ver como si tuvieras 12 años, porque si lo ves con los ojos de alguien de 30 y pico, algo chirría.
Los Kaijus asolan la tierra, una brecha en el océano creó un portal entre dimensiones por el que entran para atacarnos. Los Jaeger, robots gigantescos, fueron creados como defensa contra los Kaijus, hasta que dejan de ser efectivos y son quitados de en medio por el gobierno, los chupatintas de turno, pero eso claro no los parará, no desistirán de proteger a la tierra porque los Kaijus siguen atacando y los Jaeger lo hacen bajo su cuenta y riesgo. Duros como el acero, valientes como ellos solos, bueno, los robots no, los pilotos dobles que los dirigen. Porque para ser pilotados necesitan dos pilotos que se conectan mentalmente como uno solo, padres e hijos, hermanos, gemelos o trillizos. Héroes al fin y al cabo. Y aquí entra en acción el protagonista, que perdió a su hermano, a su otra mitad durante una batalla con un Kaiju y que ahora tendrá que volver a luchar y buscar un compañero para librar a la tierra definitivamente de esos monstruos de una vez por todas. ¡Aleluya, estamos salvados!
Guillermo del Toro vuelve a la acción siguiendo la estela de su saga Hellboy y lo hace con una historia de esas que tanto nos gustan, de aquellos clásicos kitsch con Godzilla o Gamera como protagonistas. ¡Vivan los monstruos gigantescos, vivan los kaijus! Aunque no sea oro todo lo que reluzca. Del Toro recupera la tradición, aunque aquí no son tortugas gigantes mutadas por experimentos nucleares sino extraterrestes muy pero que muy malos. Los Kaijus encuentran en la tierra la horma de su zapato, Del Toro los hace combatir con monstruos gigantescos también, monstruos de acero, robots. Monstruos contra robots. ¡Qué más se puede pedir! Hasta aquí todo bien, sino piensas en lo que hay detrás. No le pidas peras al olmo. Porque las tramas y los diálogos no son nada del otro mundo. A veces vas al cine simplemente a ver muerte y destrucción, luchas encarnizadas entre gigantes monstruosos, lo demás es accesorio sino piensas demasiado. Aunque aquí tenemos el toque del Toro en el humor que nunca puede faltar sobretodo con los dos científicos locos, las historias entre el protagonista y su hermano, entre él y su nueva compañera de Jaeger o entre esta y su jefe, el imponente Idris Elba no sean para tirar cohetes precisamente. Me da la sensación que en Hellboy hay más Guillermo del Toro, más cariño y dedicación, a pesar de que aquí repiten en un papel a la medida Ron Perlman y en un cameo Santiago Segura, habituales de su cine, que está su humor friki, los elementos de ciencia ficción y acción de sus películas de género, a este Pacifim Rim le falta algo.
Y cuando pagas nueve euros, duele que falte algo. Aunque las espectaculares escenas de lucha sean muy espectaculares, no es suficiente. Aunque Idris Elba sea imponente se ponga como se ponga, no es suficiente, sobre todo si le hacen soltar la típica charla salvaremos al mundo, somos su última esperanza, bla, bla, bla,…Y los blockbusters siguen. No sé si arriesgarme a caer con El Llanero Solitario, el trailer da miedo, lo pusieron antes de Pacifim Rim. Aunque salga Johnny Depp, al que parece que hemos perdido para la causa, la causa del buen cine me refiero. No digamos ya nada de Lobezno. No quiero ni pensarlo. ¡Qué vuelva septiembre y el buen cine!