nine inch nails
Bologna, 3/6/2014
“Este el primer día de mis últimos días”, decía la canción Wish allá por 1992. Y tengo la impresión que para Trent Reznor esta sensación perdura. Es como si cada día, cada mes, cada año que pasa fuera el inicio del fin. Con esto en mente, uno logra reinventarse para no morir de aburrimiento, de repetición, de fama. Y si algo sabe hacer Trent Reznor es reinventarse. Tanto a nivel musical como a nivel escénico. Es un culo de mal asiento creativo. Lo deja bien claro en esa canción manifesto del último disco, Copy Of A: “Sólo soy sólo una copia de una copia de una copia / Todo lo que digo ya se ha dicho antes / Reunidos en algo en algo en algo / Ya nunca estoy seguro de nada /Sólo soy una sombra de una sombra de una sombra / Intentando siempre ponerme al día conmigo mismo”.
Tal y como yo lo veo, sólo así puede alguien como Trent Reznor seguir adelante con una música que ha ido mutando con cada década, desde sus orígenes de raíz techno en los 80 hasta su consolidación como icono del rock industrial en los 90 y su deriva hacia un rock más generalista en los años 2000.
Lo que no sé es si debe resultarle fácil al rey del underground industrial de los 80-90 verse convertido en una estrella del stadium rock. Es un proceso inevitable, aunque no deja de sorprender ver a miles de risueños adolescentes (y post-) coreando “Bow down before the one you serve. you’re going to get what you deserve”. Supongo que así es la vida.
Imagino que el reto de Trent Reznor es hacer que todo su repertorio siga sonando actual y cohesionado. Y eso lo consigue con creces. Logra alternar canciones actuales como Find my way o All time low con bombazos clásicos como Closer o Sanctified sin que el concierto suene a Greatest Hits. Al contrario, el repertorio es camaleónico y variado como tiene que ser pero todo suena únicamente a una cosa: a nine inch nails.
Estamos ante un artista que nos seguirá ofreciendo música honesta y poderosa y unos conciertos que son verdaderos espectáculos sonoros y visuales, con una amplia variedad de configuraciones sonoras y unos músicos polivalentes que tanto destripan guitarras como acarician teclados o aporrean baterías. A destacar el guitarra Robin Finck, que ya acompañó a Reznor en la época dorada de The downward spiral, y que sigue teniendo una presencia escénica escalofriante y un dominio musical absoluto. Y un Trent Reznor agradecido de tocar en un concierto de verdad y no en un “fucking festival”.
En resumen, un concierto redondo, con momentos de intimismo (como Piggy o la desgarradora Hurt final), interesantes intermezzos electrónicos, momentos de energía pura, bombazos como March of the pigs o Wish y pasajes densísimos con Eraser y Reptile. Sólo falta esperar que podamos seguir viendo y escuchando a nin durante muchos años.
En el Prim estuvieron IMPONENTES también. >;D