Nicolás Pereda, Jacob Secher Schulsinger (2013)
Algunas películas son películas, otras son otra cosa. En algunas, la concatenación de secuencias, acontecimientos y diálogos sirve para narrar una historia. Otras se sirven de los recursos del lenguaje cinematográfico para explorar un discurso, para experimentar, para jugar. Que muchos espectadores abandonaran la sala a media película no tuvo para mí implicaciones de calidad. Probablemente esa gente esperaba ver lo primero y se encontró con lo segundo. Más de uno había venido a ver una película sobre la revolución mexicana y se encontró con este singular constructo fílmico.
La película, fruto de una colaboración espontánea entre el mexicano Nicolás Pereda y el danés Jacob Secher Schulsinger, transcurre en dos planos claramente diferenciados: el documental y el ficcional.
En el primero, el interior de una casa se convierte en escenario de una colección de castings con actores amateurs, realizados supuestamente de cara a una teórica película sobre la revolución mexicana. Sus actuaciones son variopintas, risibles, rozando la vergüenza ajena. La selección de textos no deja de ser curiosa, ya que combina textos de Konstantín Stanislavski y Hannah Arendt con fragmentos de la película Solo en Casa y la canción Revolution de los Beatles. De alguna forma sutil, estos textos recitados sin demasiada credibilidad suponen el esqueleto textual de Matar extraños.
En el plano ficcional, nos paseamos por una serie de planos largos, de ritmo muy pausado, con una fotografía cuidadísima. Este puzzle de escenas mínimas no lleva a ninguna parte a nivel narrativo, sino que se limita a complementar el plano documental, y a vehicular el discurso de la película.
¿Y cuál es este discurso? Pues acaso sea poner sobre la mesa las mentiras de la historia oficial, criticar la sobreidealización de la revolución mexicana, jugar con las preconcepciones del público de cine… Que cada uno saque sus propias conclusiones.