El conjunto barcelonés ha publicado recientemente Caminitos del Deseo (Collar de Macarrones, 2014), un trabajo que continúa la segunda etapa que inauguraron con Escapar con el anticiclón (y volver con la boca roja) (Sones, 2011). Miguel Ángel Blanca, vocalista y guitarrista, y Alejandro Marzoa, encargado de dar vida a las melodías de teclado y xilófono, se citan con nosotros en un café de Tallers para contestar a nuestras preguntas
“Si las cosas no funcionan, ríete de ellas”. Así cristaliza Miguel Ángel Blanca la filosofía que reina en las canciones de Manos de Topo. Tras tres años buscando diferentes atajos, la banda con más perdedores sentimentales que Camela ha vuelto con un álbum que ha ganado en calidad sonora. Y no sólo eso, nos teletransportan a una Barcelona lúgubre, en donde la indignación se cuela por la ventana de todo ciudadano que se atreva a encender la radio cada mañana. Y recuerden, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
¿En qué se podría diferenciar un músico callejero de vosotros, que os habéis autoproducido?
Alberto Marzoa: Los años que llevamos funcionando como grupo. Conocemos cómo funciona la industria, a quién tenemos que llamar, etc. Pero si que nos hemos dado cuenta de que la situación en la que se encuentra sumida la industria musical en la actualidad no favorece mucho a conjuntos como el nuestro.
¿A qué te refieres?
A.M.: A bandas pequeñas. No somos un grupazo de masas, de esos que llenan estadios. Somos unos currantes que tenemos que sacarnos las castañas del fuego constantemente. Si no es montando giras, grabando elepés… Así que hemos decidido autoproducirnos para que todo funcione mejor a nivel interno y así poder superar mejor las dificultades de estos últimos años a nivel cultural y musical.
¿Creéis que el circuito catalán imperante estos años (Manel, Els Amics de les Arts, Mishima) es muy endogámico?
Miguel Ángel Blanca: Yo creo que hay espacio para los demás grupos. A la hora de montar un festival, o bien ganas pasta metiendo grupos que sabes que van a llenar como Mishima o te arriesgas contratando un conjunto más pequeño como Manos de Topo.
A.M.: Depende. Nuestra propuesta no tiene cabida en festivales en los que los grupos cantan en catalán, por ejemplo.
¿Esa manera tan vuestra de hacer las cosas (letras, manera de entonar) no os ha limitado?
A.M.: Nosotros sabemos que nuestra propuesta no es accesible a todos los públicos, pero siempre hemos hecho lo que nos ha da la gana. Somos conscientes de la clase de temas que componemos.
¿La voz se plantea como una sátira al mundo ‘indie pop’ o es una forma de traducir ese despecho que destilan vuestras letras en canciones?
M.A.B.: Lo segundo sin duda. Al igual que para hacer las canciones eliges unas guitarras concretas o tocas de una forma determinada, Manos de Topo ha querido cantar de esa manera. Nos parece adecuada.
Casa con los temas, desde luego.
A.M.: Exacto. Es eso.
M.A.B.: No nos lo planteamos como “vamos a cantar así de friki para sentirnos más especiales”. Simplemente surgió.
¿Cuándo arrancasteis con el proyecto teníais en mente que llegarías a sacar cuatro elepés?
A.M.: No, porque empezamos en esto por casualidad, como pasatiempo. Hacíamos canciones para divertirnos y éramos muy novatos. Hace ya diez años. Esto es algo de lo que nos sentimos muy orgullosos.
¿Qué se esconde tras el título de vuestro último cedé, Caminitos del Deseo?
M.A.B.: Es un concepto urbanístico que habla de que las ciudades se construyen de una forma determinada y después las personas que las caminan las transforman. Cuando vas por la calle te encuentras con caminos por el césped que la gente hace porque son caminos óptimos. De eso se trata, de enlazar tu camino con atajos funcionales. Lo bonito es que lo haces sin darte cuenta. Es un poco lo que nos ha pasado con este disco. Tratamos de caminar por los márgenes, por “el camino del deseo”.
¿Cómo fue la grabación?
A.M.: Pasamos siete días en una masía viviendo, conviviendo, riéndonos… Muy en familia todo. Se respiraba un ambiente de querer hacer algo que gustara a todos. No hay un líder, intentamos que todos salgamos satisfechos después de haber grabado. Esta vez no había ningún problema si a las doce de la noche querías ir a escuchar lo que habías grabado durante el día. Nos lo pasamos bien.
Una de las etiquetas que aparece en Bandcamp si pinchas en Manos de Topo es “pop melodramático”. ¿Estáis de acuerdo?
M.A.B.: Melodramático no es… Yo diría tragicómico. Lo que Manos de Topo ha hecho ha sido coger ciertas tragedias de ciertos conflictos de la vida cotidiana y pasarlos por el filtro de la comedia y el surrealismo. Cuando versionamos “Bailar pegados” nos reímos mucho. Pensábamos “¿en serio está cantando algo tan despechado sin añadir un punto de comedia?”. Nosotros le cantamos a la tragedia desde un punto de vista cómico para pasar página. Es como una especie de purga que nos ayuda a superar ciertos traumas.
¿Durante estos diez años os han dejado muchas novias o qué?
M.A.B.: Bueno, como a todo el mundo. Hemos pasado por situaciones que más nos vale echarnos unas risas -el hecho de que no se nos ponga dura a la hora de follar, por ejemplo- para superarlo. Y sin ningún tipo de pudor. Si las cosas no funcionan, ríete de ellas.
A.M.: Jaja. Algunas canciones son autobiográficas, pero no al cien por cien.
¿Desde que Ramón Rodríguez (The New Raemon) se topó en vuestro camino el proyecto ha ganado en calidad y en variedad sonora, no?
M.A.B.: Sí. Cuando empezamos sonábamos a ‘descacharrado’ y hacíamos las cosas como podíamos. Con el tiempo hemos aprendido a tocar las cosas y articularlas.
A.M.: Hay dos fases en Manos de Topo. La primera en la que entramos en esto por casualidad y hacíamos las cosas de manera amateur. A medida que fuimos dedicándole más tiempo fuimos progresando, ahí comenzó la segunda. Cuando nos dejamos guiar por The New Raemon nos dimos cuenta de que podíamos llevar nuestra música a otro terreno y sacarle más jugo a nuestras canciones. Para nosotros es muy aburrido hacer siempre lo mismo. Supongo que a otros músicos también les pasará.
¿Os consideráis músicos profesionales?
A.M.: Nosotros entramos en esto por casualidad y a veces damos un tipo de respuesta más humilde en algunas entrevistas, entrevistas más de estar por casa, en las que hemos declarado que no nos consideramos músicos profesionales, pero no por eso no nos lo tomamos en serio. Consideramos que nuestro trabajo es importante.
Un buen disco no tiene que estar compuesto por un virtuoso.
A.M: Pero no sólo en la música. En diferentes artes no hace falta ser un virtuoso para tener una propuesta que lanzar o explicar, en efecto.
¿Qué opinión os merece la figura de Justin Bieber?
M.A.B.: Es importante saber qué es lo popular. Lo que pasa es que también se tiene que ser crítico con las herramientas para que algo se transforme en popular. En el caso de Justin Bieber o cualquier banda maistream hay una estrategia comercial detrás. Pero está claro que el hecho de que Justin Bieber guste a 50.000 millones de chavales y esos mismos chavales hagan tres días de cola para verlo en directo es un fenómeno del que hay que hablar. Tampoco creo que la prensa le dé la espalda. Simplemente hay una prensa para él y otra para nosotros.
En este largo encontramos “Democracias y desgracias”, en la que encontramos perlas como <<Tus buenas intenciones no sirven entre ladrones>>.
A.M.: Imagino que la inmensa mayoría que enciende la tele y ve un informativo se da cuenta de que nos están tomando el pelo. El tema de la corrupción es un tema que me saca de quicio… Nosotros quizá hemos sido más localistas y en las letras hablamos de cosas que pasan a nuestro alrededor, en Barcelona.
M.A.B.: Si le preguntas a ese señor que viene por ahí seguramente tendrá una opinión muy parecida a la nuestra. Lo que pasa es que nosotros hemos cogido esas cosas que pasaban a nuestro alrededor y las hemos digerido con ayuda del humor, la ironía, el surrealismo y las relaciones.
A.M.: A nivel profesional cada vez hay más trabas, más dificultades. Con la cultura el gobierno se ha cebado especialmente. A mí, como ciudadano, me invade un sentimiento de indignación constante. Incluso te sientes desamparado.
¿Os dan ganas de independizaros de España?
M.A.B.: A mí España me importa tan poco como Cataluña, pero si entiendo que se pueden hacer las cosas de forma más pequeñita. Como nosotros autogestionándonos.
A.M.: Nosotros nos hemos independizado a nuestra manera. Jaja. Si que entiendo el movimiento independentista catalán que ha surgido aquí y comparto muchas cosas, pero a la hora de votar no me mojaría en hablar de un partido político u otro.
¿Ante esta serie de injusticias qué posición deben asumir los músicos hoy en día?
M.A.B.: Cualquier artista debería recoger la realidad que vive y transmitirla. Yo no entiendo como hay gente que aún sigue hablando de lo mismo veinte o diez años después. A mí las cosas que me interesan me interesan porque están sucediendo a mi alrededor. También es porque ya no me interesa ir a la Razzmatazz un viernes por la noche y levantarme un sábado por la mañana después de haberme comido dos gramos de farlopa. Eso no me atrae. Lo que me interesa es tirar para adelante. No vivimos en cuevas… Y lo que pasa a nuestro alrededor es de lo que hablamos en nuestras canciones. Por eso hay tantos conjuntos que escriben acerca de la situación que se vive a diario. Aquí hace una década podías sacar cierto provecho de tu trabajo y a día de hoy los músicos no pueden.
A.M.: Eso es un hecho. En la anterior gira no pudimos pasar por Andalucía, por ejemplo.
¿Qué falla?
M.A.B.: Fallan muchas cosas. La importancia que para los políticos tiene la música. Hace diez años la música tenía más espacio y más lugares. Hoy en día cuesta más.
A.M.: Es una cuestión educacional, de fomentar ciertos intereses en la gente que se están descuidando.