En formato de cuenta atrás y sin ánimo de ser exhaustivos, hete aquí 25 recomendaciones para resumir –es un suponer- este 2013. Un año francamente bueno para el cine español –encuentre o no su público, se sigan o no cerrando salas, bajen o no de una vez el precio de las entradas-, plagado de títulos esperanzadores y nuevos horizontes parcialmente explorados: Mapa, Tres bodas de más, La herida, Caníbal, Otel-lo, Todos queremos lo mejor para ella, Gente en sitios, La lapidación de San Esteban o Stockholm.
En estos últimos doce meses recobramos a Woody Allen y nos reencontramos con Tarantino, Assayas, Thomas Anderson, Haneke, Cuarón o Linklater. Amplia representación francesa y norteamericana, cine japonés, turco, chileno… y la última de un coreano que ahora se lo monta a lo grande, con la operadísima Nicole Kidman pariendo hijas retorcidas. Búsquenlas y disfrútenlas con denuedo o rememórenlas con cariño. Allá que vamos:
25.- La caza, de Thomas Vinterberg
La película hijaputa de la temporada, de esas que terminan y te dejan con la sensación de que su director –compinche de von Trier en los tiempos del Dogma– tan solo estaba interesado en demostrarnos su tesis: que el ser humano es, por definición, mezquino. El colosal Mads Mikkelsen sufre martirio en el seno de una pequeña comunidad que acoge, vigila, señala, juzga y condena. Y condena de por vida, de manera inflexible y sin espacio para el perdón. Porque no se odia tanto al culpable como a la representación viva de nuestro error, de la falibilidad de nuestras (¿invictas?) reglas morales.
24.- Siete psicópatas, de Martin McDonagh
Ser malo está de moda. Nos lo demuestran las series de televisión, plagadas de antihéroes psicopáticos. Y las comedias más burras, protagonizadas directamente por gente que mata, secuestra o extorsiona. Atención al plantel de inadaptados de la nueva película del director de Escondidos en Brujas: Farrell, Rockwell, Harrelson, Waits y Walken, un Christopher Walken elegíaco y entrañable. Reír, morir, tal vez soñar.
23.- El impostor, de Bart Layton
Bart Layton ejerce de Werner Herzog –aunque bastante más piadoso en sus interrogatorios- en una de esas películas que por mucho que se basen en un hecho real y cuenten con el testimonio de los mismísimos protagonistas de la historia… arrastran consigo un halo de inverosimilitud, de irrealidad, de ficción forzosa. No, demonios, estas cosas sólo deberían de ocurrir en el cine.
Frederic Bourdin, nuestro transformista de pacotilla, resulta un antihéroe inestable y digno de conmiseración. El público se identifica extrañamente con el criminal, por la misma razón que no queremos que pillen a Juan y Marcos en Nueve reinas o a Dexter en su afanes taxidermistas. Otra piedra de toque de ese cine que aspira a borrar definitivamente la delgada línea que separa realidad y ficción.
22.- Searching for Sugar Man, de Malik Bendjelloul
¿Son excesivas las loas que ha cosechado este documental tan poco sofisticado y tan flagrantemente tramposo? Puede que sí, pero el hecho innegable es que a todos nos gusta soñar con héroes rescatados del olvido, con cantautores humildes que no saben que llegaron a ser grandes… en otro continente. Maniobra discográfica o no, lo cierto es que todos los que lo vimos nos bajamos de inmediato los dos únicos discos de Sixto Rodriguez y pudimos constatar que el tipo cultivó como nadie la lírica urbana y la amargura del currante en precario. Tan actual, tan triste, tan de extrarradio.
21.- Stoker, de Park Chan-wook
Park Chan-wook se la jugó y quedó demostrado que a la peña le encanta repartir collejas cuando sus favoritos ruedan en Hollywood, por mucho que conserven sus rasgos distintivos de autor. Stoker es una cinta igual de retorcida que Old Boy o Sympathy for Lady / Mr. Vengance, la más esteticista del bienio junto a la Anna Karenina de Joe Wright. Perversidad en estado puro, contada además como si de un cuento de Hans Christian Andersen se tratase. Deslumbrante.
20.- Sister, de Ursula Meier
El título internacional de la película (Sister) esconde una ironía que no acentúa el original (L’enfant d’en haut). Es mejor que nos centremos en el chico de las alturas, el que peregrina cada día hasta una estación de esquí alpina donde mangar material deportivo para su reventa.
Cine enamorado de las infancias maltratadas, de los menores empujados a la edad adulta cuando deberían de estar triscando por los montes o bajando en trineo por una ladera nevada. Simon, a sus doce años, lo tiene claro: hay un negocio que mantener y una familia –poco agradecida- a la que sustentar, aunque sea montando la parada a pie mismo de carretera. Nos pondremos de inmediato de su parte, ignorando que queda mucho por aclarar en esta extraña relación fraternal. Y hasta ahí podemos leer, porque la dosificación de la información es uno de los grandes aciertos de su realizadora.
19.- Amor, de Michael Haneke
Sí, Amor se estrenó a comienzos de enero aunque la tenemos bastante olvidada. Comienzo a pensar que el subconsciente es sabio y trata de protegernos de nuestros fantasmas recurrentes (la soledad, la muerte, el no va más). El argumento ya lo conocéis: dos ancianos desvalidos, enfermedad sin vuelta atrás y drásticas soluciones ‘no future’ made in Haneke. ¿Un flashforward angustiante de nuestras existencias?
18.- Blue Valentine, de Derek Cianfrance
Enamorarse y… dejar de quererse. Casi nada. Y contado así, con maledicencia y en paralelo para aumentar el contraste antes / después. Faltaban tres años para que a Ryan Gosling le dieran una somanta de hostias en Sólo Dios perdona –uno de los bodrios incontestables de este ejercicio- y lo vimos alocado y avejentado, con la guitarra en ristre o con alopecia galopante. Prendado de una mujer, hastiado de luchar por ella. Michelle Williams no se quedaba atrás: ingenua y colgada, currante y madre desmejorada. Una película que fomenta el desencanto, como casi todas las visiones mínimamente realistas del amor.
17.- Las ventajas de ser un marginado, de Stephen Chbosky
Sentirse o no infinito: he ahí la cuestión. Aunque sea por una sola noche. La película ‘Los mejores años de nuestra vida 2013’ es un canto honesto a la edad prohibida, aunque los protagonistas acaben teniendo algún trauma de más. Pero brindemos, qué caray. Por aquellas noches que parecían importantes. Por aquellas amistades que hubiésemos jurado eternas. Por todos los poetas sin musa y por todas las musas que no dieron con el bardo adecuado. Por los marginados de verdad convertidos en materia novelesca.
16- Bienvenidos al fin del mundo, de Edgar Wright
La película más alcohólica que uno recuerda desde Despertar en el infierno. Una oda a la birra y los desafíos sólo aptos para descerebrados. Cinco amigos, un retorno (fugaz) a la adolescencia y una invasión alienígena. Despiporre nostálgico con un aviso a los habitantes de este planeta azul que está a la altura del de Ultimátum a la tierra: la imbecilidad de la raza humana no conoce límites. Avisados estáis, aliens.
15.- The master, de Paul Thomas Anderson
Paul Thomas Anderson volvió por sus fueros –como siempre- y la verdad es que nos dejó algo descolocados. La cienciología acabó siendo lo de menos en este duelo de profetas y crédulos, de aprendices de dioses y soldados de una fe imposible. Imágenes subyugantes y un pulso inenarrable entre dos monstruos: Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix. Cine para creyentes en busca de iglesia y ‘vendemotos’ faltos de feligreses.
14.- Kauwboy, de Boudewijn Koole
¿Un western moderno a la holandesa? Nuestro ‘kauwboy’ trota por el campo en pos de horizontes abiertos y se encuentra con un pájaro caído del nido, remedo de caballo con el que correr aventuras. Hay un antagonista hawksinano –un padre demasiado ocupado en permanecer en su agujero depresivo, aferrado a la botella al más puro estilo Dean Martin- e incluso una Maureen O’Hara –¿o mejor Angie Dickinson?- que masca chicles azules, sabe escuchar como nadie y enciende cerillas de la manera más cool que mocoso prendado pudiese imaginar.
En hora y cuarto, Boudewijn Koole aparca su faceta de documentalista y nos cuenta hasta cuatro historias de amor. Así, de sopetón. La del hijo con la madre ausente, la del hombre con la nueva amiga, la del niño con el pájaro, la del padre con lo que queda de su familia. Y todo ello salpicado con algo de country sin acento neerlandés, alocadas cabalgatas en coche de empresa y peleas en el saloon de casa. Qué disfrute, con o sin lagrimita final.
13.- Después de mayo, de Olivier Assayas
Mayo del 68 contado sin falsas mitologías ni épicas prestadas. Assayas sigue impartiendo personalísimas lecciones de historia, ya sea abordando el periplo de terroristas internacionales o el cuestionamiento ideológico de un adolescente inquieto. El resultado es rabiosamente francés: rodado con clase, sin obsesionarse por ninguna Verdad y destilando genuina nostalgia por unos tiempos siempre reivindicables (los propios, los de la grande bellezza).
12.- Django desencadenado, de Quentin Tarantino
De vez en cuando hay que darse un gustazo. Django fue el gustazo del año: una gran película que trataba de pasar por cine sin pretensiones o divertimento intelectualizado, según el bagaje cinéfilo de cada cuál. Christoph Waltz se convierte en el Walter Brennan de los secundarios postmodernos: se come a cualquiera que interactúe con él, verbalmente o a través del oficio de las armas. Tarantino abordó el western y pasó lo que todos ya suponíamos: que el género se ajusta a la perfección a su lenguaje grandilocuente. Si os supo a poco, no temáis: su siguiente película también será una del Oeste.
11.- Gloria, de Sebastián Lelio
Gloria es Paulina García. Un fenómeno de la naturaleza, un vendaval de vida, una optimista recalcitrante. No, no tiene suerte con los hombres. Ella lo da todo, se deja llevar, no piensa en las consecuencias… y luego pasa lo que pasa. Su última conquista imposible es un tipo maniatado a su pasado, secuestrado por unas circunstancias que dice querer superar, dejar atrás. Pobre diablo. Pobre idiota. Ah: y que vivan todas las Glorias de este planeta, en perpetuo proceso de reinvención.
10.- Érase una vez en Anatolia, de Nuri Bilge Ceylan
El mórbido convoy anda tras la pista de un enterramiento apresurado, epílogo de un crimen cometido dos días atrás. El asesino confeso no acaba de tenerlo muy claro: todas las lomas le parecen iguales, todas las curvas tienen sus cuatro arbolitos a pie de carretera. Maldita Anatolia. ¿Y la dichosa fuente, ‘ande’ andará? La noche se acerca y el cadáver no aparece.
Ceylan nos regala una de las mejores “fugas” del año: la comitiva haciendo un alto en el camino en una población sin nombre; cena copiosa, cabeceos, promesas al alcalde y hermosa aparición, lámpara y té en ristre. Y es que la primera hora y media de Erase una vez… es una lección sobre cómo retratar la noche, de cómo filmar en ausencia de la luz y en presencia de la magia.
9.- Blue Jasmine, de Woody Allen
Allen y Blanchett, Blanchett y Allen. Si la prima donna le funciona, todo funciona en el cine del neoyorquino. Su versión de Los ricos también lloran tiene algo de justicia poética, de la locura como consecuencia de la falta de sensibilidad y empatía. Jasmine se siente desubicada, sobrepasada ante tanta vulgaridad. ¿Quién le iba a decir a ella que acabaría codeándose con gente de baja estofa en el Chinatown de San Francisco? ¿Cómo podía imaginar que le tocaría compartir piso con su hermana, aquella desgraciada a la que nunca hizo partícipe de su bonanza económica? Se acabó el cuento de hadas, guapa.
8.- El estudiante, de Santiago Mitre
El estudiante es una radiografía del descontento, la génesis de esa oligarquía de capullos –de diverso grado y condición- que acaban encaramados al púlpito, aferrados al micrófono, vomitando soflamas y abanderando “el cambio”. Es la nausea, el enchufismo como solución recurrente, el apellido como sortilegio para obtener audiencias y abrir puertas. Es el cansancio infinito de ver siempre a los mismos ocupando los mismos cargos, esa militancia recurrente y abúlica que fomenta la abstención y el desencanto.
En la sensacional película de Mitre está el diagnóstico y la posible cura: pararse, tomar aliento y negar la mayor. Dice este bonaerense de treinta y pocos años que para él “el cine independiente se basa en la voluntad de los directores para que las películas se hagan”. Bendito milagro, pues.
7.- De tal padre, tal hijo, de Hirokazu Koreeda
Cine de decisiones trascendentes, aunque el punto de partida recuerde a telemovie de Antena 3: dos familias descubren, años después, que sus hijos fueron intercambiados en la maternidad de un hospital. La tesis de Koreeda es valiente, máxime viniendo del muy conservador Japón: la sangre es lo de menos, oiga usted. Si el fenotipo es la suma del genotipo más el ambiente… confíen sin dudarlo en ese entorno, en esa familia –consanguínea o no- que hará lo posible por asegurar la felicidad de sus santos inocentes.
6.- Gravity, de Alfonso Cuarón
El mejor 3D del año nos lo trajeron J. J. Abrams con la segunda entrega de la renacida Star Trek y Alfonso Cuarón, el mago mexicano del plano secuencia en gravedad cero. Sí, se puede hacer cine personal gastando la mitad de lo que sería una superproducción al uso. Porque con poco más de 100 millones de dólares Alfonso nos llevó allá arriba y luego nos dejó caer, en una sinfonía de transbordadores espaciales bombardeados por basura orbitante. Angustia, claustrofobia y puro instinto de supervivencia en la peli-experiencia del año.
5.- Perder la razón, de Joachim Lafosse
Un drama terrible, todo un alegato a favor de la mujer en estos tiempos en que, al menos en nuestro país, ven reducidos paulatinamente sus derechos. La inquietante soledad de una maternidad mecanizada, familia numerosa por obra y gracia de un macho apetente. Egoísmo cerril y generosas dosis de machismo que culminan con la escena más violenta de todo 2013 (aunque esté rodada fuera de campo, para escarnio del director de 12 años de esclavitud).
4.- Antes del anochecer, de Richard Linklater
No nos cansaríamos nunca de escuchar las puyas que se lanzan Jesse y Céline. El tercer encuentro de esta pareja y el más redondo hasta la fecha nos llevó hasta Grecia, en un verano de esos que prometía ser inolvidable. Pero claro, este pobre país europeo está quedando en el imaginario colectivo como sinónimo de crisis, así que… habemus conflicto parejil. ¡Y menudas lindezas que se escuchan en la cinta de Richard Linklater, en pleno campo o caracoleando entre callejuelas! El mejor guión de este curso finiquita la pasión y prologa un triste reencuentro de aquí a otros nueve años, cuando los dos se sientan, si cabe, todavía más derrotados.
3.- The act of killing, de Joshua Oppenheimer y Christine Cynn
Las cosas de las que uno se entera a través del cine. Como por ejemplo, que existe un país llamado Indonesia donde los canallas duermen en paz. Genocidas confesos que no sólo no han sido sometidos a juicio, sino que reciben honores allá por donde pasan. Una familia monster que parece vacunada contra el recuerdo, hasta que dos directores irrumpen en sus idílicas existencias y los convierten en protagonistas. ¿Protagonistas de qué? Pues de su propia película. Y les dejan, además, que lo cuenten a su manera. ¿El resultado? Una visión inédita y no por ello menos obscena del horror. Sólo apta para estómagos fuertes.
2.- Laurence Anyways, de Xavier Dolan
Han habido muchas historias de amor donde no han importado ni la edad ni la condición sexual de cada cuál. Desde la madurita Gloria de Sebastián Lelio hasta los ancianos enclaustrados de Michael Haneke. Sin olvidar la amarga Blue Valentine o la insana Stoker de Park Chan-wook. Nosotros nos quedamos con Laurence Anyways, un filme plagado de decisiones valientes y de huidas hacia delante. Él quiere ser ella y ella no alcanza a entender nada. Y todo contado por Xavier Dolan, a cámara lenta y con música bien petarda. Enorme.
1.- La gran belleza, de Paolo Sorrentino
Jep Gambardella es, sin lugar a dudas, el personaje del año. La actuación de Toni Servillo agota los adjetivos: golfo, encantador, filósofo y mundano. En La gran belleza Paolo Sorrentino nos ofrece una vitriólica visión de Roma, aunque no resulta complicado pasar de lo particular a lo general. El primer mundo más decadente danza a ritmo de techno, hace cola en el cirujano plástico, se reúne para hablar de trivialidades y rinde culto a la última santa. Todo cabe en una obra maestra inagotable, un canto a la voluntad de crear y al milagroso hecho de seguir viviendo un día más.
Y Tabu, Paraiso:amor, Star trek, Traicion…???no estan ntre las 25?? Anatema,iconoclastia,filibusterismo!! Blandito le veo (Ksuwboy!)
Es usted lo peor! ‘Traición’ no la vi, los rusos se ponen muy plastas hablando de la infidelidad. Y los “paraísos” de austriacos depresivos me dan yuyu: fijo que la moraleja es que todo es una mierda 😉 ‘Star Trek’ fue sin duda el mejor blockbuster del año pasado!! Pero se cayó de la lista…
Gracias por posicionar a Dolan en la lista que parece que aún no ha pegado el bombazo con lo maravilloso que es el chaval…Cuando saque la de Hollywood lo van a flipar todos…pero nosotros le vimos primero…y eso mola…>;D
Pos siii señora, molará mazo poderse hacer el chupiguay y soltar eso de “sí, no está mal, pero ya no es como al principio… ahora es más masivo, más comercial. Que yo lo descubrí en el D’A, neng”. Que se mueran los feos! 😉