La condesa sangrienta
Texto de Alejandra Pizarnik
Ilustraciones de Santiago Caruso
Libros del Zorro Rojo, 2009
Recientemente ha caído en nuestras manos una obra que no es una novedad ni mucho menos, pero que nos ha sorprendido por su belleza perturbadora. Se trata de una obra de poesía ilustrada La condesa sangrienta, publicada por la editorial Libros del Zorro Rojo.
La condesa sangrienta es un texto escrito por la poeta argentina Alejandra Pizarnik en forma de ensayo, y dedicado a un personaje histórico bastante inquietante.
Nos referimos a Erzsébet Báthory o Isabel Báthory de Ecsed, una aristócrata húngara del s. XVI, conocida por el aciago mote de la Condesa Sangrienta.
Hay un récord Guiness asociado a la condesa. El mayor número de víctimas atribuidas a un solo asesino: 650 personas. En su juicio (celebrado en 1611), un testigo afirmó haber visto la lista de víctimas , escrita con el puño y letra de la propia condesa. Se dice que todas las víctimas eran jóvenes de los pueblos vecinos de su castillo (Cachtice, en Eslovaquia). La condesa murió tres años más tarde en ese mismo castillo, tras haber sido declarada culpable. Una joya de mujer, vamos.
En 1962, la escritora y artista francesa Valentine Penrose escribió un libro dedicado a ella, titulado La Condesa Sangrienta (1962). Unos años más tarde, Alejandra Pizarnik descubrió el libro de Penrose y se basó en él para escribir un ensayo basado en la funesta Erzsébet Báthory, titulado también La Condesa Sangrienta (publicado en 1971).
En esta obra, Pizarnik se aleja del estilo habitual en su poesía y se decanta por un lirismo oscuro preciso y perturbador.
Hace unos años, la editorial Libros del Zorro Rojo decidió rescatar este texto. Encargaron las imágenes a Santiago Caruso, que ya había trabajado con la editorial ilustrando El horror de Dunwich, de H.P. Lovecraft. Las imágenes de Caruso son igual de bellas y perturbadoras que el texto.
En La Condesa Sangrienta encontrarás descripciones de torturas, perversiones y crímenes, todo ello descrito en un registro que parece a medio camino entre el ensayo histórico y la poesía. Y dominado por lo sombrío y lo perverso. Todo eso que te gusta, vamos.
En resumen, una obra particularmente escalofriante. De las que hay que consumir a dosis moderadas. Te dejamos con uno de los 11 fragmentos del libro. Una vez entres en este castillo, no habrá salida. Avisado estás.
Tapizada con cuchillos y adornada con filosas puntas de acero, su tamaño admite un cuerpo humano; se la iza mediante una polea. La ceremonia de la jaula se despliega así:
La sirvienta Dorkó arrastra por los cabellos a una joven desnuda; la encierra en la jaula; alza la jaula. Aparece la “dama de estas ruinas”, la sonámbula vestida de blanco. Lenta y silenciosa se sienta en un escabel situado debajo de la jaula.
Rojo atizador en mano, Dorkó azuza a la prisionera quien, al retroceder -y he aquí la gracia de la jaula-, se clava por sí misma los filosos aceros mientras su sangre mana sobre la mujer pálida que la recibe impasible con los ojos puestos en ningún lado. Cuando se repone de su trance se aleja lentamente. Ha habido dos metamorfosis: su vestido blanco ahora es rojo, y donde hubo una muchacha hay un cadáver.