Tras 20 años de ausencia, Sonia Braga ha decidido volver al cine brasileño gracias a Doña Clara. Enamorada del personaje desde que leyó el guión, no pudo resistirse a interpretar a esta mujer fuerte y decidida que no permitirá que nada ni nadie le arruine la vida. Segundo largometraje del director Kleber Mendonça Filho tras Sonidos Vecinos, Doña Clara es una mujer de 65 años, periodista musical prestigiosa como crítica, ya retirada, viuda y que vive en un viejo edificio de los años cuarenta al lado de la playa en Recife. Un edificio que se convierte en protagonista y por el que ha pasado más de media vida de la historia de la protagonista. Allí vive ella con todos sus recuerdos, sus vivencias y miles de vinilos que escucha con deleite.
La música es otro de los grandes protagonistas del film. Los vinilos suenan en los momentos más importantes de la película, marcando diversas escenas con el fluir de su música. Esa música que ha formado siempre parte de la vida de Doña Clara, desde ese inicial “Another One Bite the Dust” de Queen (grupo que suena en otra escena clave del film) pasando por la sentida e insuperable María Bethânia que suena varias veces durante todo el metraje y otros clásicos de la música brasileña interpretados por Heitor Villa-Lobos, Roberto Carlos o Gilberto Gil.
Doña Clara disfruta de la vida, vive la soledad con acierto y se deja llevar por una existencia que ha marcado ella misma. Al menos hasta que una inmobiliaria decide comprar el resto de pisos del edificio para construir un nuevo complejo residencial. Para ello necesitan comprar la vivienda de Doña Clara. Algo a lo que ella se niega. Empiezan entonces las presiones y el acoso por parte del capital a esta mujer que quiere vivir su vida tal y como ella ha decidido vivirla. Tendrá que enfrentarse a la concepción que tienen los demás de ella, una mujer mayor que vive sola, a la etiqueta que le ha puesto la sociedad, la inmobiliaria o incluso sus propios hijos. A todo ello se enfrentará Doña Clara con decisión y sin pestañear.
Doña Clara es un recorrido íntimo y personal por el transcurrir de esta mujer, su relación con sus hijos, con sus amigas, la mujer que trabaja para ella, los intrusos que quieren destruir su forma de vivir, su música y sus recuerdos. Pero también es un reflejo de la sociedad brasileña, de las diferencias entre ricos y pobres, entre los poderosos y los que no lo son. La denuncia política está ahí presente, siempre, aunque de una manera tan elegante que no entorpece para nada el relato sincero de la lucha de Doña Clara por mantener lo que tanto le ha costado conseguir, su propio espacio.
La película dura 140 minutos que no se hacen largos sino que fluyen, sobre todo gracias a la presencia descomunal de una Sonia Braga impresionante, capaz de ser sentida y dura al mismo tiempo. Desnudándose en un ejercicio de construcción de personaje tal que es difícil que Doña Clara no se quede ya como uno de sus grandes personajes de la historia del cine. Necesitamos personajes femeninos como este, fuertes y que dejan su impronta en todo y todos los que la rodean.