La posibilidad de la muerte
En el año 2013, el joven director singapurense Anthony Chen ganó la Cámara de Oro en Cannes por su opera prima Ilo Ilo, emotivo drama familiar ambientado en el Singapur de los años 90 que se convertiría en la primera parte de su llamada “Growing Up Trilogy“. Hasta ese momento, ningún cineasta de Singapur había ganado dicho premio. Una década más tarde, Chen regresa con The Breaking Ice, su cuarto largometraje, esta vez ambientado en Yanji, ciudad casi fronteriza ubicada al noreste de China. The Breaking Ice narra la historia de Nana, una extrovertida joven que sobrevive como guía turística, y su relación con Xiao, que trabaja en el restaurante familiar, y con el taciturno Haofeng, ejecutivo que llega a Yanji desde Shanghai con motivo de una boda. Tras una noche de borrachera, los tres estrecharán lazos y saldrán a la luz algunos de los traumas que lastran sus vidas. En este film, Chen aborda con gran sensibilidad temas como la culpa, la redención, la (a veces difusa) frontera entre el amor y la amistad, el peso del pasado o la muerte; y lo hace sin tremendismos, profundizando en la cotidianidad de los personajes, dosificando con sabiduría las imágenes poéticas, recurriendo a la metáfora de ese hielo que les rodea por todas partes (el rodaje transcurrió a temperaturas bajo cero) y que finalmente se rompe para dejar que emerjan todo tipo de sentimientos.
Y si Anthony Chen con sus cuatro largometrajes entra ya a formar parte de esa generación de directores singapurenses todavía jóvenes, pero ya casi consagrados, la cineasta Nicole Midori Woodford irrumpe en el panorama cinematográfico del mismo país con su primer largometraje Last Shadow at First Light, una opera prima en la que Ami, su joven protagonista, viaja desde Singapur hasta Japón en busca de su madre desaparecida, supuestamente, tras un devastador tsunami. Una vez allí entablará una particular relación con su ceñudo tío. Un poco alcohólico, un poco ludópata, hombre de pocas palabras generalmente deprimido. Ambos emprenderán un viaje que, para bien o para mal, les cambiará la vida. Ami, en busca de su madre. Su tío, en busca de un puñado de razones para seguir viviendo. Las grabaciones de casette con la voz de su madre que Ami escucha de modo obsesivo nos hablan constantemente del paso el tiempo. En esas cintas, la madre hablaba a una Ami que todavía conservaba su inocencia, a una Ami que ya no existe, a una Ami que nunca volverá. Después de su marcha a Japón para intentar ayudar a sus propios padres, la madre de Ami le iba enviando a la niña cintas de casette con grabaciones. Cintas que, pasado un tiempo, dejaron de llegar. El rastro de la madre de Ami se borró y el padre de Ami optó por decirle que había muerto. Tal vez, y paradójicamente, para intentar evitarle sufrimiento. Algo que, por supuesto, no acabó de funcionar. Podríamos decir que Last Shadow at First Light es un drama sobre la memoria y la muerte, o también podríamos decir que es una película de fantasmas. Podríamos decir que es un filme poético, reposado y misterioso, en el que los personajes poco a poco van cobrando entidad para mostrarnos de modo progresivo todas su capas, todo su pasado, todas sus heridas, todo su dolor.
Y desde Singapur viajamos algo más de 2.000 kilómetros para llegar hasta Filipinas y hablar esta vez de About us But not About Us, thriller psicológico a tiempo real que nos introduce de lleno en la perturbadora relación entre Ericson, un profesor de literatura homosexual y Lancelot, su joven y brillante alumno. El veterano Jun Lana, director del filme, confiesa en entrevistas que se trata de un proyecto extremadamente personal e inspirado en cierto modo en un trauma de infancia. Con una puesta en escena parca, un presupuesto exiguo, un rodaje de tan solo cinco días y una historia ambientada casi exclusivamente en la mesa de un restaurante durante la pandemia de COVID19, About us But not About Us nos muestra una relación aparentemente afectuosa entre un profesor y su brillante alumno, al que ha ayudado extraoficialmente al ofrecerle un lugar para vivir durante un tiempo tras pasar por algunos problemas familiares. Y digo “aparentemente afectuosa” porque, como en todo buen thiller psicológico que se precie, nada es lo que parece, y esa actitud en apariencia respetuosa, apacible y amable de Lancelot solo servirá para disimular sus auténticas y oscuras intenciones. La mayor virtud de un filme tan aparentemente sencillo como este (pocos actores, poco presupuesto, pocos escenarios…) radica sin duda en la solidez de su guion, la brillantez de sus diálogos y las impecables interpretaciones de Romnick Sarmenta y Elijah Canlas, los dos protagonistas absolutos del filme. Un filme que, poco a poco, arrastra al espectador a territorios cada vez más oscuros, mas angustiosos y turbadores, a un lugar en el que el clima opresivo y la tensión acaban por volverse insostenibles.
Tres películas a primera vista muy distintas pero en las que el fantasma del suicidio sobrevuela todo el tiempo, afectando de modo más o menos directo a sus protagonistas. ¿Qué le sucede a Haofeng? ¿Por qué le llaman constantemente del hospital psiquiátrico para intentar contactar con él? ¿En qué piensa cada vez que mira al vacío y se acerca al borde de un precipicio? ¿Por qué la desaparición de la madre de Ami es ocultada con un supuesto suicidio? ¿Es posible sobrevivir a la culpabilidad cuando esta oscurece todos los aspectos de nuestra vida? ¿Qué peso tiene el ausente personaje de Marcus, pareja de Ericson e incuestionable escritor de gran éxito? ¿Por qué se suicidó? ¿Tienen algo que ver con su muerte Ericson y Lancelot? Preguntas, todas ellas, alrededor de la muerte, sí, pero también alrededor del cine y de todos esos fantasmas que lo habitan.