- Documentales para cambiar el mundo (en la medida de lo posible)
Tan solo dos documentales se han alzado con el León de Oro en el Festival de Venecia en casi un siglo, y La belleza y el dolor, el filme dirigido por Laura Poitras que da el pistoletazo de salida al Americana Film Fest, es uno de ellos. Un significativo dato que nos muestra que todavía queda mucho camino por recorrer en lo que respecta a la inclusión de documentales en el imaginario colectivo cinematográfico y el circuito de festivales no minoritarios.
Poitras, conocida sobre todo por Citizenfour, polémico filme sobre Edward Snowden y sorprendente ganador del Oscar al mejor documental en 2015, detiene su cámara esta vez ante la figura de la fotógrafa Nan Goldin para escuchar en primera persona la historia tanto de su vida como de su obra, prácticamente inseparables dadas las características de esta última. Pero lejos de ofrecernos un documental laudatorio al uso, la directora profundiza en la batalla mantenida por Goldin frente a la familia Sackler en los últimos años. Tal vez el apellido Sackler no sea especialmente conocido en España, pero su fortuna familiar supera con creces a la de los Rockefeller, y Purdue Pharma, su imperio farmacéutico, ha amasado una fortuna mediante la comercialización masiva de la oxicodona, opiáceo que los médicos suministran contra el dolor pero que crea una gran adicción y ha provocado más de medio millón de muertes en Estados Unidos en los últimos años. Al mismo tiempo, y probablemente con el fin de lavar su imagen, los Sackler han donado una ingente cantidad de obras de arte a prestigiosas colecciones internacionales. A día de hoy, lugares como el Louvre, el Museo de Arte Metropolitano, el Guggenheim de Nueva York o la Tate Modern de Londres cuentan con obras donadas por la famila Sackler.
La batalla de Goldin empezó hace algunos años cuando, tras una operación de rodilla, le fue recetada oxicodona. Tras su larga batalla contra la adicción que este le creó, Goldin decidió que era necesario un ajuste de cuentas, o lo que en este caso es lo mismo, un poco de justicia. Tras crear una Asociación de afectados por el uso de oxicodona (PAIN), empezaron a manifestarse para que todo el mundo supiera de dónde provenía la inmensa fortuna de la familia Sackler. Conscientes del inmenso poder de esta dinastía, Goldin y el resto de activistas decidieron ser estratégicos y alzar la voz en los museos y galerías, templos que, paradójicamente, acogen gran parte de la obra de una fotógrafa tan prestigiosa como Goldin. Aun así, no es sencillo morder la mano que te alimenta. Al margen de su fama, la vida de Goldin no ha estado exenta de precariedad, abusos y riesgos, sobre todo a nivel emocional. Y ese miedo de Goldin a seguir hacia adelante con una protesta un tanto utópica es retratada por Poitras con verdadera sensibilidad y compromiso, demostrando al espectador que no es más valiente el que no tiene miedo, sino el que se atreve a hacer las cosas aún a pesar de tenerlo. Como Goldin. Como Poitras. Como todas aquellas personas que intentan cambiar el mundo aún a pesar del riesgo que ello supone.
Y si La belleza y el dolor retrata los abusos de las farmacéuticas, TikTok, Boom nos muestra el auge de la red social con más usuarios en todo el mundo. Primera plataforma creada específicamente para compartir vídeos en alta calidad y formato vertical, TikTok tiene a día de hoy más de un billón de usuarios activos y está disponible en 150 países del mundo. Y todo esto en tan solo un lustro, el ascenso más vertiginoso de una red social hasta el día de hoy. Influencers, músicos, activistas, adolescentes bailando, ocurrencias divertidas, memes virales… todo esto parece tener cabida en TikTok, pero sin duda lo que más abunda son, sobre todo, aquellos usuarios que consumen vídeos de manera pasivo compulsiva y pasan varias horas al día frente a la pantalla de su smartphone. Inconscientes del funcionamiento del algoritmo que determina qué vídeos van a ver en cada momento. Inconscientes de los intereses creados en torno a los usuarios y toda la información que estos otorgan con cada clic. Inconscientes de que el resultado de unas elecciones, una crisis internacional o incluso una guerra pueden depender de una app como TikTok. Y esa es la gran baza de TikTok, Facebook, Instagram o Google (entre otros). Que cada vez más, las nuevas generaciones y en especial, los nativos digitales, no tienen reparos en “compartir” (tanto con el mundo en general como con las grandes corporaciones) todos aquellos datos susceptibles de ser rentabilizados. Tanto da si el dueño del emporio reside en China o en Silicon Valley. Y es que el concepto de privacidad ha cambiado enormemente con el paso de los años, y lo que ven los millones de usuarios en aplicaciones como TikTok no es en absoluto una amenaza a su intimidad, sino una oportunidad de empoderamiento, un megáfono para alzar la voz ante el mundo, la ocasión de ser escuchados y, por qué no, la posibilidad de hacerse ricos y famosos. La dopamina que generan los likes, los nuevos seguidores y los millones de visitas, producen tanta o más adicción que la oxicodona contra la que está batallando Nan Goldin, y aunque los resultados puedan no verse de forma tan clara son igualmente determinantes, ya que millones de personas desarrollan, sin darse cuenta, una adicción a las redes sociales que acaba condicionando su vida, para bien o para mal.