Convulsiones del este
I. La fuga del capitán Volkonogov (Aleksey Chupov, Natalya Merkulova, 2021)
Podría haber sido una sociedad distópica cualquiera, pero se trata de la Unión Soviética a finales de los años treinta. El capitán Volkonogov, protagonista de esta historia, forma parte del Servicio de Seguridad Nacional (NKVD), pero durante las purgas estalinistas nadie está a salvo, ni siquiera él. Él menos que nadie, de hecho. Ante la amenaza que pone en peligro su vida, la única opción es la huida a través de las calles de Leningrado. Pero los remordimientos pesan y la posibilidad de redención (¿cabe la posibilidad de un paraíso para aquel que ha cometido tantos errores?) se acaba convirtiendo en una urgencia, mayor si cabe que la propia necesidad de sobrevivir. Por ello, la prioridad de Volkonogov será encontrar a los familiares de todos aquellos inocentes asesinados por sus tropas y confesarles la verdad, que la esperanza es vana, que sus seres queridos no siguen con vida y que dichos asesinatos, además, fueron totalmente injustificados. Si uno de ellos, tan solo uno, le concede el perdón (algo nada sencillo por otro lado), Volkonogov podrá descansar en paz cuando muera.
A pesar de su ritmo trepidante y de que muchas secuencias fueron rodadas en exteriores, una cierta sensación claustrofóbica envuelve a La fuga del capitán Volkonogov. Tal vez, porque su guion fue escrito durante el confinamiento; tal vez, porque como espectadores sabemos que la posibilidad de redención jamás podrá convertirse en una realidad para el protagonista. Porque los pecados, cometidos quedan, y los muertos, muertos están. No hay en el filme de Chipov y Merkulova la intención de hacer una reconstrucción histórica fiel, sino más bien la de crear una estilizada parábola de tintes pesadillescos con ecos a Gogol y Dostoievski (no en vano, el nombre de pila de Volkonogov es Fyodor), la de imaginar un infierno soviético tan grandioso como opresivo. En él, los palacios más lujosos se confunden con las ruinas, previendo tal vez a medio siglo vista el fin de la Unión Soviética; y los personajes, amenazados siempre por la sombra de un superior, se convierten al mismo tiempo en víctimas y verdugos de un sistema que no les deja escapatoria alguna.
II.La fiebre de Petrov
Y de un infierno, el de las purgas estalinistas que mataron a cientos de miles de personas a finales de los años 30, pasamos a otro, el que vive Petrov, el protagonista del último filme de Kirill Serebrennikov cuando un misterioso virus le empieza a afectar a él y a los que le rodean. Serebrennikov deja atrás el Leningrado de los 80 retratado en Leto y ambienta su nuevo filme en la Rusia post soviética. El desencanto ha hecho mella en los ciudadanos, la violencia se respira en el ambiente, el caos se ha convertido en una rutina más y, en las conversaciones a pie de calle, todos los políticos merecen ser ahorcados. En este contexto, mugriento, ruidoso y bastante convulso, el dibujante de cómics Petrov deambula por las calles nevadas mientras tose sin parar enfrentándose a constantes alucinaciones en las que tienen cabida múltiples asesinatos, abducciones por parte de extraterrestres, ex esposas con superpoderes y viajes a un pasado no especialmente apacible.
Así, mediante una puesta en escena caótica, claustrofóbica, plagada de flashbacks y virtuosos planos secuencia (el más largo, de 18 minutos), el delirio de Petrov se convierte en nuestro delirio, la fiebre de Petrov se convierte en nuestra fiebre y la metáfora establecida por Serebrennikov queda clara: vivimos tiempos crispados y la enfermedad de nuestra sociedad, cada vez más grave, está a punto ya de convertirse en crónica. Los absolutismos políticos, la manipulación de los mass media y el abuso de poder por parte de algunos, convierten el país en un polvorín a punto de explotar, y lo peor de todo es que alzar mínimamente la voz contra todo esto puede tener consecuencias irreversibles. Serebrennikov, que ha estado varias veces en arresto domiciliario acusado falsamente por malversación de fondos públicos, lo sabe muy bien. Ser crítico con el gobierno puede salirte muy caro.
Petrov’s flu, adaptación de la novela The Petrovs in and Around the Flu escrita por Alexey Salnikov, es un filme extremadamente violento, provocador, incómodo y confuso, es cierto. Pero también un tour de force ambicioso, divertido y esta vez sí, podemos decirlo sin miedo alguno a equivocarnos, extremadamente original. Porque la imaginación desbordante de Serebrennikov no tiene prejuicios, la narrativa se desborda sin control y el director mezcla la sátira política con el cine de terror, la comedia grotesca, la crítica social y los toques fantásticos. Un arriesgado y barroco coctel que, si bien puede provocar indigestiones en algunos estómagos, también puede provocar un grandísimo placer en otros, como el de la que suscribe este texto, que ha disfrutado de un segundo visionado aun mucho más que del primero.