Concluyó la tercera y última temporada de The Rain (2018-2020), una serie danesa de colapsos víricos, héroes disfuncionales y malos malosos. De forma inopinada, la premisa de partida más ridícula vista en mucho tiempo (el microbio está en el agua, si llueve y te pilla sin paraguas palmas entre terribles convulsiones) ha dado para 20 episodios que se movían entre lo grotesco, lo infumable y lo risible. Purito trash de culto para los gourmets del descalabro y la idiocia inconsciente pero indeciblemente pretenciosa.
Ya de partida, no me digas que no te has quedado pillado. Porque si no pueden beber agua… ¿sobreviven a base de Cruzcampos jutlandesas? ¿Ducharse mata pero un baño rápido es tolerable? ¿Eres asintomático si pisas un charco? ¿Los escupitajos cuentan como líquido fatal? ¿En todos los anuncios de trabajo como guionista para producto exótico vendido a Netflix vendrá esa coletilla de “no es necesaria experiencia previa”?
Los desarrolladores de este entretenido engendro (porque sí, porque resulta un ejercicio entretenido verles construir este sinsentido sin rubor, improvisando situaciones para unos personajes que no se sabe si están esperando a Godot o a la inminente cancelación) comprendieron bien pronto el jardín en el que se habían metido. A ver, el virus se extiende y resultan que mata árboles, arbustos, helechos y fauna variada (amén de a nueve décimas partes de la humanidad)… pero lo mismo nos hemos pasado con lo del agua, ¿no? Joder, que es Dinamarca. ¡No va a llover ahí ni na! Así que a partir de la segunda temporada se olvidaron del McGuffin. Que tampoco hay que ser más papistas que el Papa, oye: llovió y pasó lo que pasó, pero el cambio climático es lo que tiene y esto no hubiese pasado si hubieseis escuchado a Greta. Elipsis tras fundido a negro.
Y a partir de ahí… la nada. Una organización pérfida (Apollon, multinacional con agenda oculta que parece que fichó a todos los psicópatas del país con carrera de ciencias) quiere dar con la vacuna, aunque sus científicos se comporten como si Darth Vader hubiese volado sobre el nido del cuco. Sus antagonistas y supuestos héroes serán un puñado de supervivientes que demuestran bien a las claras lo equivocado que estaba Darwin.
Ahora viene cuando diréis que la trama no es siempre lo más importante, que unos intérpretes sólidos y capaces pueden soportar sobre sus recias espaldas cualquier punto de partida surrealista o directamente dadá. Ya. Pero no, creedme que este no es el caso: el elenco actoral de The Rain dignifica cualquier función amateur de fin de curso. Los paladines de la civilización son dos hermanos que tras pasarse unos cuántos años en un bunker (papá fue muy previsor, aunque como trabajaba para Apollon ya podemos empezar a pensar que presentaba algún cuadro de megalomanía con delirios de grandeza) salen a lo que queda del mundo y traban conocimiento con la flor y nata de la juventud danesa: nens, cristianas furibundas, colonos supervivicionistas, alelados recién aterrizados de vaya a usted a saber qué planeta y cualquier extra de circo con evidentes síntomas de fobia social (a ver, que es Escandinavia. Tampoco podíais esperar otra cosa).
El nombre de prestigio lo aporta Mikkel Folsgaard, que se llevó el Oso de Plata al mejor actor en Berlín por hacer de rey aficionado a los ménage à trois en A Royal Affair (2012). También lo podéis haber visto en unas cuantas series danesas de la última década, destacando su papel de heredero agilipollado en The Legacy (2014-2017). Ah, y también hay una curiosidad: la protagonista femenina es ni más ni menos que la hija de Bille y Pernilla August, Alba August.
Bueno, ya veis que esto es un contubernio sueco-danés que daría para generosas dosis de humor negro (estoy pensando en la sorna de Lars von Trier en El reino (1994-1997), pero se aceptan otros maestros de ceremonias). Los catalizadores de la acción (Simone y Rasmus Andersen) tienen, además del vínculo sanguíneo, una tendencia preocupante a amarse-odiarse aleatoriamente en función de si el capítulo es par o impar. Simone es madura y protectora. Rasmus, más inestable que el cantante masculino de los Boney M. con explosivo plástico en los bolsillos. Esta confrontación entre la hermana mayor y el imbécil de su hermano (que descubrirá el amor, el poder absoluto y la eugenesia) se fundamenta en un detalle crucial que todavía no os he contado: sí, el chico es una vacuna con patas merced a la manía paterna de llevarse el trabajo y las inyecciones a casa. Vamos, que en él está el problema y la solución. (Ahora trata de explicárselo a un adolescente autoconvencido de ser el Elegido. Mucha pedagogía y un buen par de ostias a tiempo quizás lo hubiesen logrado. Tarde).
En fin, que la pandilla basura de desarrapados traumatizados y engreídos hijos del apocalipsis buscarán a Rasmus, lo perderán, lo temerán y lo adorarán, convirtiéndose el tercio final de la serie en un monumental correcalles entre bases campestres y la central de operaciones de Apollon, que parece haber olvidado sus fines humanistas para convertirse en una franquicia de las SS. Unas veces encierran a nuestros asilvestrados salvamundos con chubasqueros, otras veces se escapan, otras veces vuelven por ellos. Una inmensa tierra de nadie en la que ninguna de las dos partes tiene muy claros sus objetivos.
El pecado original de The Rain -como el de otras muchas series con premisa distópica- es olvidarse bien pronto de las posibilidades (sí, manifiestamente depresivas) de su escenario gótico-mórbido. Asustados por un punto de partida tan oscuro, se le pide al espectador que centre su atención en este “nuevo comienzo” en el que reivindicar viejos tópicos del cine familiar (la amistad entre tipos aneuronales, el romance melifluo, la reinvención de un modelo de sociedad que sólo quiere ser… pues la que era antes, sin cambiar ni una coma). Le pasó también a Spielberg en sus recientes incursiones televisivas: la ciencia ficción para todos los públicos no cuela, cuando empiezas cargándote el mundo para después reivindicar… ¿el buen rollo y el “todo saldrá bien”?
Ideal para cinéfilos con sentido del humor, futuros actores (refuerza el ego ver a colegas “consolidados” tan notoriamente mediocres), para guionistas (Netflix lo compra todo, no es un mito: aquí el argumento cabe en una servilleta, entre los dos manchones de ketchup) y para montadores necesitados de contraejemplos (no, cuando no sepas cómo resolver una escena dramática no pongas una canción de fondo. Ten piedad).
Jajaja, me encantó! Yo Vi la primera temporada. Pero al ver el primer capítulo de la segunda, desistí de torturar a mis neuronas y dejé de verla