Soundgarden
10-09-2013. Columbiahalle, Berlín
Vi a Soundgarden por primera vez en 1996, en la gira de Down on the Upside. Recuerdo que tenía muchas expectativas, después de haberme empapado de vídeos de las giras colosales de Badmotorfinger y Superunknown. Cuando llegaron a Barcelona, en los últimos coletazos del tour, la banda estaba ya a medio gas. No me sentí decepcionado, pero el concierto que presencié quedaba lejos de lo que hubiera esperado. Curiosamente, esta semana me ha pasado lo contrario.
Soundgarden se disolvieron oficialmente en 1997, tras unos 15 años de carrera. Tendrían que pasar otros 15 años para que la banda volviera a los escenarios, presentando su sexto disco, King Animal. Después de semejante parón, de varios proyectos en solitario de calidad variable y con un disco que no ha logrado enamorarme, la verdad es que me temía lo peor: pensaba que encontraría a una banda cansada, vieja, renqueante. Por si fuera poco, el conciertazo de los teloneros (Graveyard) ponía el listón muy alto.
De repente, aparecen en el escenario estos cuatro amigos. Toman posiciones y de repente empiezan a sonar los primeros acordes de My wave. Viaje al pasado. Intensidad. Emoción.
El segundo tema que sonó fue Been away too long, de lo mejorcito del último álbum. Después de un sensacional Spoonman, llegó la hora de Jesus Christ Pose, que siempre ha sido mi tema preferido. Por alguna razón acústica, técnica o misteriosa, la guitarra de Kim no se oía lo suficiente, y el tema quedó reducido a una sombra de lo que hubiera podido ser. Pero no pasa nada, a continuación vino Room a thousand years wide, que fue la reafirmación que necesitaba: tenía delante a los mismísimos Soundgarden.
La banda sonó compacta, con un Matt Cameron preciso e intenso, ese Ben Shepherd que parece recién caído de otro planeta, un Kim Thayil dominando el escenario con su pose soberana y un Chris Cornell sorprendentemente en forma. Es cierto que su voz no tiene la intensidad de antaño, pero sustituye esos alaridos agudísimos de antes por frases colocadas estratégicamentes en la melodía.
Sonaron muchos de sus himnos (Let me drown, Pretty noose, Fell on black days, Rusty cage…), alternados con bastantes temas de King Animal. Para mi gusto tocaron demasiado material del último disco, que me parece de una calidad inferior a cualquiera de sus discos anteriores, pero se les veía a gusto tocando estos temas frescos. Hicieron un único bis, en el que tocaron Blind dogs, Hunted Down, Drawing Flies y una densísima Incessant Mace. Disfruté como un enano escuchando material de Ultramega OK y de los EPs Screaming Life/Fopp.
El final fue un poco deslucido: Ben y Kim jugando con la distorsión durante cinco minutos (que sinceramente hubieran podido emplear de forma más constructiva) para luego desaparecer sin más.
En cualquier caso, fue un gran concierto de una gran banda, que espero que sepa encontrar su lugar en el presente para que no tengamos que vivir sólo de su pasado.