En nuestra visita al reciente Saló del Manga de Barcelona, nuestra adquisición más interesante fue esta obra en dos volúmenes de Tetsuya Tsutsui, publicada por Planeta Cómic.
Tsutsui, creador de obras como Prophecy o Manhole, mezcla magistralmente varios géneros distintos, como el terror, el documental y la crítica social.
Pero el principal conflicto que se vive en la obra no es la supervivencia de la humanidad, como podría parecer a primera vista al echarle un vistazo a las páginas de Poison City, sino los límites morales de la creación, así como el poder de la censura.
La historia sucede en Tokio en el 2019. A tan solo un año de la inauguración de los Juegos Olímpicos, Japón se ha decidido a hacer una limpieza integral antes de recibir a visitantes de todo el mundo.
En semejante contexto, se inicia un proceso institucional para controlar los contenidos inapropiados para los jóvenes en el mundo del manga.
Nuestro protagonista es Mikio Hibino, un joven mangaka que sueña con la publicación de un manga de terror llamado Dark Walker, que no está exento de violencia. Una serie de acontecimientos, entre ellos un asesinato, harán que Hibino acabe encontrándose en el centro de la atención pública.
Poison City es una obra altamente perturbadora por lo cercana que está a la realidad. ¿Limitación de la libertad de expresión? ¿Castigos a los autores que generan contenidos no deseables? No es precisamente ciencia ficción.
Mikio Hibino se ha criado persiguiendo el sueño de convertirse en dibujante de manga. Sin embargo, su obra Dark Walker no parece que vaya a recibir la popularidad que se merece. Y la culpa la tiene la censura cada vez más estricta que se está aplicando en el mercado editorial japonés.
Poison City es una metáfora hiriente de las restricciones en los límites de la libertad de expresión en Japón, aunque el proceso es extrapolable fácilmente.
La narrativa es muy interesante, ya que se alternan las páginas del manga que está creando Hibino con escenas de su vida, sus encuentros con su editor y distintos sucesos contemporáneos.
Los dibujos son fascinantes, tanto en las escenas más gore de los mangas de Hibino como en los momentos más cotidianos de la vida del protagonista.
El único punto flojo que le encuentro es que la conclusión no llega a desplegar toda la fuerza que podría tener juzgando por el crescendo de acontecimientos. El cierre es interesante, pero me da la impresión que podría acabar mucho más alto. Dicho esto, es una obra altamente recomendable a nivel narrativo, artístico y de contenido.