Festival de Cinema Independent de Barcelona
Los senderos de la imagen
En el año 1994 se lanzó al espacio el transbordador espacial Discovery, se constituyó en Brasilia la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa, se inauguró la Europol en La Haya, Sofía Loren recibió un Oso de Oro especial en el Festival de Berlín y se descubrió la partícula subatómica “alta quark”. Ese mismo año, Suecia y Finlandia celebraron sendos referéndums sobre su posible adhesión a la Unión Europea, tuvo lugar el genocidio de Ruanda, se puso fin al apartheid en Sudáfrica, un terremoto de 8,9 grados en la escala richter sacudió el norte de Bolivia, ochenta y cuatro países firmaron el primer acuerdo sobre seguridad nuclear y Japón lanzó al mercado la PlayStation, la primera videoconsola de Sony. Además, murieron Kurt Cobain, Richard Nixon y también William Higgimbotham, el creador del primer videojuego de la historia.
En el año 1994 sucedieron muchas cosas, pero una de las más representativas dentro de la escena cultural de Cataluña fue, sin duda alguna, la aparición de L’Alternativa, un nuevo festival de cine independiente que llegaba dispuesto a llenar un vacío y paliar las necesidades culturales de una ciudad que tan solo contaba con tres salas de proyecciones que apostaran por el cine de autor en versión original. En aquel momento, la visibilidad que podían lograr los directores de cine alternativo y experimental era prácticamente nula, y el entramado de festivales de cine era mucho más escaso que el que existe en la actualidad. No existían escuelas técnicas de formación, pitchings para proyectos en desarrollo y tampoco plataformas VOD. Además, documentales, videoensayos y cortometrajes eran sistemáticamente discriminados del circuito de festivales de cine. Definitivamente, la escena local necesitaba con urgencia un espacio que diese cabida a todos aquellos proyectos que se realizaban al margen de la ficción más convencional.
Desde entonces, hace ya 26 años, L’Alternativa se ha convertido en uno de los principales refugios para los amantes del cine de autor, apostando por nuevos valores, apoyando la experimentación y el riesgo y contribuyendo a enriquecer el tejido cultural de la comunidad. Soportando contra viento y marea las crisis económicas y los recortes, adaptándose a los nuevos tiempos y a los nuevos formatos y ampliando años tras año sus espacios de exhibición. A continuación destacamos algunas de las películas más destacadas de esta 26a edición de un festival que ha logrado crecer, año tras año, sin perder ni un ápice la motivación de sus orígenes.
¿Es el cine un reflejo de la realidad? ¿Una herramienta para darle forma? ¿Una manera de escapar de ella? ¿Un campo de experimentación? ¿Un modo de conformar la historia? ¿Un lenguaje? ¿Un arte? ¿Un símbolo de resiliencia? Tal vez sea todas estas cosas o tal vez no sea ninguna de ellas, pero lo que sí que está claro es que desde su creación, hace ya más de un siglo, ha demostrado tener una capacidad de adaptación asombrosa a unos nuevos tiempos cada vez más acelerados y convulsos. En este texto destacamos tan solo tres de los posibles senderos temáticos que aparecieron este año en la programación, aunque claro está que podrían haber sido otros, completamente distintos pero igualmente representativos.
01. La imagen íntima
“Ciertamente, no existe una sola imagen que no implique, simultáneamente, miradas, gestos y pensamientos. Dependiendo de la situación, las miradas pueden ser ciegas o penetrantes; los gestos, brutales o delicados; los pensamientos, inadecuados o sublimes.”
Georges Didi-Huberman, Cómo Abrir los ojos
Fin de Siglo (Lucio Castro, 2019), la opera prima del argentino Lucio Castro, fue, según el jurado del BAFICI, la mejor película argentina a competición. Pero no solo eso, la película también recibió sendos premios en el Frameline San Francisco International LGBTQ Film Festival y en el LA Outfest. El film, distribuido en salas por Filmin y también disponible en su plataforma, narra la intermitente historia de amor entre Ocho, un argentino procedente de Nueva York, y Javi, un español procedente de Berlín que se reencontrarán 20 años después de haber mantenido un fugaz encuentro durante su juventud. Grabada en tan solo 12 días, podríamos considerar Fin de siglo como una inesperada mezcla entre Weekend(Andrew Haigh), la trilogía de Richard Linklater (Before Sunrise (1995), Before Sunset (2004), Before Midnight (2014)) y (por ponernos ambiciosos que no quede) la narrativa Borgiana que desafía las leyes de la lógica y la cotidianidad. Estructurada mediante constantes saltos temporales, la película profundiza con sencillez y frescura en la naturaleza de las relaciones íntimas, teniendo en la interpretación de sus dos protagonistas, Juan Barberini y Ramón Pujol, una de sus mejores bazas.
También desde Argentina nos llega De nuevo otra vez (2019),notableopera prima de la escritora, actriz y directora teatral Romina Paula que ha formado parte de la Sección Oficial Internacional. Paula dirige, guioniza y protagoniza la historia de una joven madre en crisis que no tiene claro cómo afrontar su futuro. Combinando elementos de la ficción con el video ensayo y el documental autobiográfico (su madre y su hijo se interpretan a sí mismos en el filme), la directora reflexiona con profundidad pero sin pretenciosidad sobre temas como la maternidad, el deseo, el paso del tiempo o la inminente crisis de los cuarenta, desarrollando en voz baja una historia costumbrista con la que muchas mujeres podrían sentirse identificadas.
Zumiriki (Oskar Alegría, 2019) significa en vasco “isla situada en medio de un río”, pero también podría ser la metáfora de muchas otras cosas. Durante cuatro meses, el director Oskar Alegría decidió aislarse en una isla del río Arga (Pamplona) para grabar su película. Como si fuese un Robinson Crusoe exento de épica y repleto de serenidad. Viviendo en una diminuta cabaña con la única compañía de algunas gallinas, perdiendo 12 kilogramos y dejándose crecer la barba. Esperando, observando, escuchando. Enfrentándose en soledad tanto a la naturaleza como a sus propios fantasmas. Alegría, en su tercer largometraje, nos entrega una suerte de video diario ensayístico que se sirve, una vez más, de esa táctica juguetona, errática y situacionista que tan bien le funcionó en La casa Emak Bakia (2012): la de entender el cine como una especie de deriva en la que lo importante no es el destino final, sino todos aquellos altos que se van haciendo por el camino.
02. La imagen política
“Hoy en día muchos espectadores han desarrollado cierta sensibilidad para percibir la opresión simbólica que puede contener una película. No solo en las acciones, sino también en la construcción visual. En ese sentido se ha avanzado, pero en mi opinión no lo suficiente. Muchas personas capaces de escuchar cuando algo ha sido dicho en el tono equivocado no pueden ver si algo ha sido expresado con la imagen equivocada.”
Harum Farocki, Desconfiar de las imágenes
Mucho más familiarizado con el ámbito museístico que con el de las salas de cine más convencionales, el videoartista y cineasta Jean-Marc Chapoulie nos ofrece en La mer du milieu (2019) una obra compuesta enteramente a partir de imágenes de cámaras web situadas frente a la costa mediterránea (hoteles, playas, zonas portuarias…), imágenes que Chapoulie ha recolectado en Internet a lo largo de los últimos años. A medio camino entre el documental y el video ensayo más experimental, el filme reflexiona sobre la configuración de los territorios y la naturaleza digital, bastarda y polisémica de las imágenes contemporáneas. Chapoulie experimenta con el color y la textura de las imágenes, con el sonido, con la narración; apela directamente al espectador y le habla sobre mundos, no tan lejanos, que por desgracia (nos) resultan desconocidos en lo esencial. Habla sobre política, sobre flujos migratorios, sobre diferencias de clase. En definitiva, sobre la incoherencia de un mundo que no sabemos exactamente hacia dónde se dirige.
Y si Chapoulie decide prescindir casi por completo de la presencia de personajes en pantalla, Jean Gabriel Périot convierte a diez alumnos del instituto Rolland de Ivry-sur-Seine en los protagonistas absolutos de Nos défaits (2019), que se alzó con el Premio al mejor largometraje Internacional. En su tercer largometraje, Périot realiza un experimento similar al que ya realizó Eric Baudelaire en Un Film Dramatique (2019) y plantea un laboratorio teatral junto con diez alumnos, invitándolos a reflexionar largo y tendido sobre cine, vida y política. A partir de la interpretación por dichos alumnos de fragmentos de películas relacionados con la política, el capitalismo, los derechos laborales, las huelgas o las manifestaciones, el director propone una disección posterior de dichos fragmentos por parte de los estudiantes, consiguiendo así que el filme se convierta en una serie de heterogéneos retratos de la adolescencia en Francia y su visión en torno a determinados temas medio siglo después del Mayo del 68. ¿Cómo perciben en la actualidad los adolescentes el mundo que habitan? Una pregunta, aparentemente muy sencilla, que parece no tener una única respuesta.
“La ciudad puede ser mucho más peligrosa que el bosque”. Estas son palabras de Pepsi, la activista transgénero que protagoniza de Shelter: Farewell to Eden (Enrico Masi, 2019). Defensora de los derechos humanos, las minorías oprimidas y las comunidades marginales, Pepsi recorre un paisaje indefinido mientras nos narra su propia historia, una fábula urbana, contemporánea, oscura y mitológica que ahonda en el (sin)sentido de las fronteras, la instrumentalización de las vidas humanas y el peso determinante de las religiones que coartan la libertad de elección sexual.
03. La imagen (in)sostenible
“Cuando planteo que la del cambio climático es una batalla entre el capitalismo y el planeta, no estoy diciendo nada que no sepamos ya. La batalla ya se está librando y, ahora mismo, el capitalismo la está ganando con holgura. La gana cada vez que se usa la necesidad de crecimiento económico como excusa para aplazar una vez más la muy necesaria acción contra el cambio climático, o para romper los compromisos de reducción de emisiones que ya se habían alcanzado.”
Naomi Klein, Esto lo cambia todo
Otro de los temas principales de la edición de este año ha sido sin duda el de la ecología y la sostenibilidad. En un mundo que aumenta cada vez más el consumo de recursos naturales (que por otro lado menguan sin remedio), cada vez son más los directores y directoras que abordan en su cine temas como la repercusión de las políticas medioambientales, la gestión de los recursos, la contaminación, el calentamiento global, la desertización o el impacto de la redistribución de la población, que abandona progresivamente las zonas rurales para habitar las cada vez más hiperpobladas metrópolis. Swarm Season (Sarah J. Christman, 2019), Erde (Nikolaus Geyrhalter, 2019) y Meseta (Juan Palacios, 2019) han sido tres de las películas más destacadas que han abordado algunos de estos temas.
Cerca del volcán Mauna Kea en Hawái, una niña de diez años llamada Manu y su madre se dedican a la cría de abejas y producción de miel. Mientras tanto, su padre protesta contra la instalación de un telescopio gigante en una montaña sagrada y seis científicos de la NASA practican una potencial vida en Marte. En Swarm Season, la debutante Sarah J. Christman combina una visión científica del mundo con el conocimiento que de la naturaleza tienen los pueblos indígenas. ¿Es posible un equilibrio entre ambos puntos de vista? Todo ello, para conformar un relato libre y abierto a interpretaciones que nos habla, sin efectos especiales pero con una cuidada puesta en escena, de las múltiples amenazas que acechan a la humanidad, incluida la humanidad misma.
A grandes rasgos, podríamos definir Erde como un retrato documental del antropoceno que analiza con rigor la obsesión del ser humano por remover la tierra hasta las entrañas, ya sea para redistribuir el espacio, acondicionar zonas urbanizables u obtener recursos fósiles. A lo largo de casi dos horas, la cámara de Geyhalter recorre numerosos lugares: desde las inabarcables y desérticas montañas de California, pasando por una mina a cielo abierto en Hungría, una mina de sal en Wolfenbüttel o una cantera de mármol en Italia, cada secuencia empieza con un plano picado general que se acerca progresivamente a cada uno de los contextos, concluyendo con entrevistas a diversos trabajadores que reflexionan sobre el impacto ecológico de su actividad, la evolución del ser humano y su relación con el entorno o la (im)posibilidad de un futuro más sostenible.
Hay en Meseta, segundo largometraje del realizador vasco Juan Palacios y Premio a la mejor Película Nacional, un cierto aire de melancolía, no exento de humor, que es utilizado para retratar a una serie de personajes que conforman lo que se podría llamar una minoría silenciada (que no silenciosa); la de aquellas personas que habitan una España rural cada vez más despoblada y vacía. Una España sin Starbucks, McDonalds ni tiendas de Inditex. Una España sin Pokemons ni gentrificación, pero llena de casas abandonadas y terrenos baldíos. Una España que se ve obligada a vivir en el pasado y se desvanece muy lentamente ante la indiferencia generalizada. A medio camino entre el costumbrismo más entrañable y el surrealismo cotidiano, Palacios presenta un filme divertido, sí, pero que también incita a la recapacitación y a la empatía hacia aquellos de los que nunca se acuerdan los que tienen la suerte (o desgracia) de vivir en la gran ciudad.
Genial!
Marla, viste “El escritor de un país sin librerías”? Se tenía que haber proyectado en el festival pero no veo críticas… Abrazos!
Hola Carmen, disculpa que haya tardado en responder. No tuve ocasión de verla, así que no te puedo decir mucho, lo siento. :'(