La visita (The visit, M. Madsen, 2015), el documental que se pudo ver en diversos festivales el pasado año, especulaba con el proceso a seguir ante una posible llegada extraterrestre, en función de los protocolos establecidos por la ONU, la OTAN, la NASA y diferentes entidades científicas, militares o diplomáticas de diversos países. La llegada (Arrival, D. Villeneuve, 2016) se plantea unas preguntas muy concretas: ¿de dónde vienen? Y ¿a qué vienen?.
A priori, la situación de partida y la estética de La llegada nos retrotrae a numerosos clásicos del género. Ultimátum a la Tierra (The day the Earth stood still, R. Wise, 1951), en primer lugar; pero también la mirada internacional de Mars Attacks! (T. Burton, 1996). 2001: una odisea del espacio (2001: a space odyssey, S. Kubrick, 1968), cómo no, y, evidentemente, el clásico instantáneo de hace pocos años, Interstellar (C. Nolan, 2014). Sin alcanzar la solidez de las propuestas de Kubrick o Nolan, evitando su búsqueda de la épica y orientándose a una mirada mucho más íntima, Arrival se desarrolla como una odisea interior, la de la lingüista Louise Banks, reclutada por las autoridades americanas para traducir el lenguaje de los alien que se posan en un valle de Montana, al igual que otras once naves han hecho en diversos países del mundo. Este es el punto de mayor interés de la cinta, la capacidad de desarrollar en imágenes que atraigan al espectador a un reto intelectual. Denis Villeneuve, experto en indagar en lo más íntimo del alma (el dolor, la pérdida, el vacío existencial, tanto en Prisoners como en Enemy, ambas de 2013), tiene la habilidad de adaptar un relato (The story of your life, de Ted Chiang) que va de lo individual (la pérdida de un ser amado y su recuperación) a lo universal (el destino de la Humanidad). Pero, además, tiene la habilidad de intrigar al espectador con el enigma científico que supone descifrar el idioma extraterrestre y establecer comunicación. Si bien la resolución está en manos de guionistas y protagonistas, se da suficiente cancha al respetable para que pueda jugar a cómo empezar a comunicarse con un alien. Así podemos entretener emoción e intelecto no sólo con un efectivo y original diseño de producción (el acceso a la nave resulta tan sorprendente) sino también con las dosis de tensión por lo que podría suponer una mala traducción… una guerra mundial y tal vez la destrucción de la Tierra.
Después de unos 75 minutos de suspense centrado en un espacio y unos pocos personajes debemos descubrirnos ante la habilidad de Villeneuve por vencer en un difícil reto. Posteriormente se permitirá ir evolucionando hacia el thriller (sin necesidad de grandes set pieces ni efectos especiales) hasta una singular conclusión, una de aquellas situaciones de la ciencia-ficción que piden la entrega del espectador, su complicidad y su fe, llevándonos de retorno de lo universal a lo personal. A pesar de algún arranque de poética casera (¡cuánto daño ha hecho Terence Malick!), Arrival se revela como una obra muy valiosa de la ciencia ficción y un sólido peldaño en la carrera de Villeneuve hacia la secuela de Blade Runner que esperamos para el próximo año.
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