Dura y desasosegada nueva entrega cinematográfica de Thomas Vinterberg. Cine que viene del frío y que trae el frío a nuestros corazones. Cine que te golpea y no te deja indemne. Congelados, heridos y magullados, salimos del cine destrozados, pensando, pensando y pensando: esto le puede pasar a cualquiera. Esto me podría pasar a mi. Una simple mentira puede convertir tu vida en un infierno. Y sino, que se lo digan a Lucas, magistralmente interpretado por Mads Mikkelsen, no es de extrañar que le dieran el premio al mejor actor en Cannes.
Recientemente divorciado, Lucas trabaja en una guardería mientras intenta rehacer su vida, llevar una relación más o menos normal con su hijo cuando su ex mujer le deja y volver a empezar su vida. Pero una mentira inocente hará que su vida se desmorone poco a poco como las piezas de un dominó que caen una detrás de la otra. A partir de ahí se avecina la catástrofe, la ventisca, la marea glacial que hace que personas que hasta ese momento eran sus compañeros, sus amigos, sus vecinos y la gente que le quería, le rechace, a pesar de ser inocente. Una marea que llega al histerismo de dar por ciertos hechos que no están ni mucho menos probados y de cómo arrastra a todo y a todos, en un sinsentido en el que cada uno maquilla la realidad como le conviene pero siempre para peor. Y en medio de todo esto, un hombre inocente perseguido, que se derrumba e intenta no ahogarse mientras ola tras ola le golpea sin compasión. Juzgado, condenado y perseguido en esta cacería inhumana por sus propios congéneres.
¿Hasta dónde llega la maldad humana? Lo vemos todo los días en los telediarios, en las noticias, pero no es sólo la maldad lo que nos arrastra, es el convencimiento que nosotros sabemos, que vemos la realidad real, no la que nos queremos inventar, porque nos la inventamos para que la culpa sea de los demás. La culpa no es nuestra que somos unos incompetentes como padres, de los profesores que no son capaces de ver la realidad tal y como es y que dan por supuesto cosas que no son con una facilidad escalofriante, ni de la sociedad que te señala con el dedo poco importa si con razón o no. Es más fácil cazar al inocente. Un inocente al que estás marcando para el resto de tu vida.
En La Caza nos golpea la realidad, dura e hiriente, tal como a Vinterberg le gusta mostrarla. La vemos a través de la mirada ingenua de Lucas, a través de su impotencia, de su rabia y de su “no entiendo qué coño está pasando aquí”. A través de la piel de Lucas, de Mads Mikkelsen, de su mirada dura que aquí duele porque ya no es el villano al que nos tiene acostumbrado en sus incursiones hollywodienses. Aquí es un hombre que intenta rehacer su vida y que recibe uno de los mayores palos que alguien puede recibir. Y lo sufre y lo siente y lo vive, dolorosamente, como un animal herido al que persiguen los perros en el bosque, mientras sus amos, escopeta en mano esperan pacientemente a que la presa se acerque para ser cazada.