Hoy quiero recuperar la figura de una poeta con una vida bastante agitada, responsable de una obra poética vivaz, honesta y apasionada. Se trata de la suiza Grisélidis Réal (Lausana, 1929 – Ginebra, 2005), conocida como escritora, pintora y activista en favor de los derechos de las trabajadoras sexuales.
Recientemente ha caído en mis manos el magnífico volumen Chair vive. Poésies complètes (Ed.Seghers, 2022), que he devorado con fruición. Cuenta con un magnífico prefacio de Nancy Huston, que ofrece una introducción a la agitada y prolífica vida de Grisélidis Réal, que no apareció en los periódicos de su país como poeta, sino como prostituta.
Grisélidis Réal escribió novelas, crónicas, memorias, artículos y poemas. Hasta ahora, sus poemas solo se habían publicado de manera esporádica y fragmentaria. Estas obras completas se han estructurado en cuatro partes: poemas de juventud (1942-1962), poemas de cárcel (1963), poemas de amor y de noche (1963-1991) y poemas de sus últimos años (2002-2005).
Grisélidis Réal fue la mayor de tres hijas de una pareja de intelectuales acomodados; su padre era lingüista, gran especialista en cultura griega, y su madre era profesora de francés y amante de las artes. Sin embargo, ya desde una temprana edad su vida se vio marcada por la infelicidad. Una enfermedad se llevó a su adorado padre cuando ella tenía solo ocho años. A los catorce años, un dolor de pulmón obligó a Grisélidis a alejarse de su familia, ingresando en un sanatorio infantil. En cuanto volvió a casa, su madre le impuso una vigilancia estricta y una disciplina férrea, deseosa de ver a sus tres hijas convertirse en perfectas esposas, madres y amas de casa. Como respuesta, Réal se entregó a todas las formas de placer.
A los veintitrés años, enamorada de un pintor, se quedó embarazada. Se casó y dio a luz a un hijo. Poco después, su marido le declararía que no le gustaba ni el matrimonio ni los niños. A partir de ahí, las cosas se complicaron cada vez más. Psicoterapia, abortos, maternidad solitaria, abortos, desesperación, antidepresivos, alcohol.
A los treinta años, divorciada, se encontró con cuatro hijos de tres padres diferentes. Cuando le quitaron la tutela de sus hijos, se planteó quitarse la vida. Enferma de tuberculosis, ingresó en el sanatorio de Montana (Suiza). Allí fue donde Grisélidis se abrió camino como poeta. También fue allí donde empezó a practicar la prostitución.
Se enamoró perdidamente de un hombre violento, y luego de otro que la arrastró a una vida peligrosa, con comercio de estupefacientes de por medio. Acabó pasando una temporada en la cárcel, época prolífica en su creación poética.
En 1975, Réal se sumó a la lucha de las prostitutas en Francia y decidió poner su vida al servicio de esta causa. Fueron años de compromiso militante, en los que olvidó la poesía. En 2002 le diagnosticaron un grave cáncer, y entonces renació la poesía. Nunca saldría de la enfermedad, como tampoco de la poesía. La conciencia de la muerte era omnipresente.
Como curiosidad, cuatro años después de su funeral en un cementerio ordinario, sus restos fueron trasladados al Cimetière des Rois de Ginebra, reservado a los ciudadanos que han contribuido notoriamente a la historia de la ciudad. Es una de las pocas mujeres enterradas allí. Se encuentra al lado de Jorge Luis Borges, uno de sus ídolos poéticos.
Para que degustéis el estilo vívido, directo y descarnado de esta poeta de la noche, del cuerpo, de la verdad, os dejo con tres de los poemas de este libro, representativos de tres de sus distintas épocas. Traducción a cargo de un servidor; he conservado las mayúsculas de la autora y su puntuación (más bien, su ausencia).
Jardín secreto (1957)
A Daniel Reichel
Te doy mi jardín secreto
Mis lirios martagón mis libélulas mis dragones
La frigánea de mi corazón
Los estanques de mi memoria
Las nieblas de mi dolor
Mis arpas mis flautas mis violines
Los cuchillos de plata de mis suplicios
Las pesadas piedras de mis muertos
Las nubes de la infancia
Las campanas del miedo
Los campos salvajes de mi cuerpo
La verbena de mi mirada
Las serpientes ebrias de mis gestos
La estrella exacta de mis bailes
Los cirios del sueño
Los cristales negros de mi hambre
La galaxia de mis deseos
La salvia amarga del amor
Tú beberás el vino de mis venas
Te doy mi vida
El canto de las prostitutas (1963)
A todas las chicas
Te doy mi cuerpo
Por tu sucio dinero
Soy joven como un astro y brillo
Tú eres viejo y pareces una bestia.
Bailo como una serpiente
Sobre tu sangre enferma
Ven, ¿qué quieres de mí,
Tú simio, tú perro, tú toro?
Estás ciego y sientes el cadáver
Que escupo en tus ojos.
¿Me has visto antes
Cuando vagaba por los caminos de la noche
Con pies guiados por el hambre?
Hoy soy luminosa y bella
Como, río, canto,
Mis hijos tienen juguetes hermosos
Y todos los cíngaros viven
En una caravana más grande
Con los pies y el vientre calientes.
¿Y tú lamentable escoria
Vienes a hablarme de amor?
Te pudres lentamente en la grasa
Abriendo la boca apenado
Como un pez asfixiado.
Como un molusco aplastado
Sudan los pliegues de tu vientre
Y cuando cierro los ojos
Para poder olvidarte
En esta hora tan oscura
Te deseo la muerte.
Cuando acaricio tu cuerpo
Siento unas garras enormes
Que quisieran desgarrarte
Y me veo estrangulando
Tu cuello grueso y viscoso.
Oh, qué pena me das
¡Te he dicho tantas mentiras!
Tu sonrisa es repugnante.
No quiero verte más
Y si nos cruzamos
No sabré cómo te llamas
Y nunca voy a reconocerte.
Morfina (2005)
A las enfermeras y enfermeros del CESCO que nos cuidan con tanto amor
Mis Manos se han posado inertes
Como pájaros con las alas abiertas
Sobre la almohada de mi dolor
Se anuncia el límpido amanecer
Nada se ha dicho aún de las flores
Estamos esperando a que la gramínea
Abra los labios de su corazón
La perfusión cae suavemente
En mis venas catapultadas
Nada se ha dicho aún del día
Me lleva de aquí para allá
El mordisco de los ácidos
Que me habrán deflagrado el vientre
Toda la noche de mis suplicios
Silencio no hay nada que decir
Toda la noche de mis quemaduras
La morfina es mi único recurso
Mi único beso mi único amor
El eje que me sostiene en el centro
Mis alas mi esplendor mi guía
Mis flores mis cabalgadas
La Galaxia de mi Vacío
Deslumbrante y satinado
Deslízate pequeña Morfina
Como un armiño blanco y dulce
Por la sal de las venas quemadas
Por la sed y la desesperación
De mis entrañas agujereadas de negro
Devuélveme mi vida triturada
Ven y lame mi carne hambrienta
Que tu mordisco sea mi esperanza
La apoteosis de la primavera
La flor de todos mis años
Y mi última coronación.